Nahuel Tejada.-

Luego de que Francis Fukuyama decretara el fin de las ideologías en su libro El Fin de la Historia y el último Hombre (1992) y que después una gran cantidad de intelectuales, pensadores y activistas se alzaran en voces disonantes[1], el mundo intelectual se ha tenido que repreguntar cuales son los alcances y las limitaciones de toda ideología.

En 2013 Alexandr Dugin escribió sobre la necesidad de una nueva teoría política, el filosofo en su libro “La Cuarta Teoría Política“ explica el triunfo del liberalismo (capitalismo y todas sus variantes)  en el siglo XX, el triunfo del liberalismo sobre el fascismo, el comunismo o el socialismo. El autor ruso plantea la necesidad de buscar un nuevo tipo de teoría política superadora de las anteriores que pueda hacer frente al liberalismo triunfante. Nos va guiando sobre las cualidades que debiera tener tal nuevo paradigma.

En este artículo no profundizaremos en la obra de Duguin sino que se cita porque sus controversiales e influyentes ideas nos sirven para ejemplificar y exponer un punto de vista referido a las limitaciones y alcances de las ideologías.

Tomas Hirchs, autor humanista chileno, en su libro El Fin de la Prehistoria, un Camino hacia la Libertad (2007), prologado por el entonces presidente de Bolivia Evo Morales [2], nos cuenta que en su recorrido por diferentes países de Latinoamérica ya en la primer década del siglo XXI se encontró con un cierto sentimiento de frustración y fracaso entre diversos grupos de militancias políticas y sociales, pese a los triunfos del progresismo en la región latinoamericana. El sentimiento se fundaba en que aquellos ideales de una época determinada no pudieron cumplirse completamente en las revoluciones que parecían triunfar. El capitalismo terminaba por abrirse paso en los diferentes gobiernos de una u otra forma.

Así, Álvaro García Linera, un intelectual  marxista y ex vicepresidente de Bolivia, durante el mandato de Evo Morales, habló en su participación durante el “Primer Foro Internacional del Pensamiento Crítico” (2018) realizado en Argentina (organizado por CLASCO), sobre el capitalismo andino, pues en su país no estarían dadas las condiciones para un socialismo real.

Se podrían seguir citando variados casos a lo largo de la historia para ejemplificar el fracaso, parece que toda ideología que pretenda la revolución a favor de las mayorías marginadas, pobres o excluidas siempre terminará por fracasar, en cambio aquellas otras que busquen el triunfo de los sádicos y poderosos siempre terminaría por triunfar.

Entonces, ante esta mirada pesimista los militantes optan por abandonar la lucha o continuar pero imbuidos de un trasfondo de estoicismo, que pese a los fracasos les sirve de consuelo para seguir adelante en la contienda.

En cambio otro punto de vista sobre el mismo problema nos dice que existen diferencias entre los significados que se le dan a la palabra revolución. Por ejemplo Thomas Kuhn en Historia de las Revoluciones Científicas (1962), trata de la historia de la ciencia y sus revoluciones, en el sentido de los cambios de paradigmas y los nuevos descubrimientos científicos. En la historia de la ciencia la palabra revolución se utiliza para designar un cambio de cualidades de manera abrupta en tal o cual ámbito científico. Lo mismo ocurre en la historia del arte, la técnica, el deporte etc.

La palabra revolución en la historia representa un cambio, una trasformación de determinados aspectos, es útil esta palabra para comprender la evolución de algún momento histórico que se desee estudiar.

Por otro lado, en el terreno de las ideologías, la palabra revolución no se encuentra en el pasado sino que se trata de un objetivo a lograr, la revolución se encuentra en el futuro. Los ideólogos o ideólogas revolucionarias primeramente establecen un diagnóstico de la situación del momento en que les tocó vivir utilizando diferentes herramientas o métodos de análisis. Primeramente, cuestionan tal situación en que se encuentra el objeto de estudio (la sociedad, la política, el sistma, etc.), luego proponen diferentes pasos o métodos revolucionarios que deberían seguir las masas o los sectores interesados para lograr la revolución. Tales ideologías se viven entre las militancias apasionadas y comprometidas en los diferentes puestos de lucha, desde los más humildes a las cúpulas de mayor jerarquía. Tales ideologías se viven como la promesa de un mundo ideal o utopía al alcance de la revolución.

Una vez que las masas o los sectores interesados van apropiándose de tales ideologías y toman el poder por diferentes vías (democráticas o por la fuerza), se dice que la revolución ha triunfado. Sucede entonces que con el triunfo de la revolución nuevas problemáticas, ideas y necesidades comienzan a surgir y aquellas ideologías revolucionarias que inspiraron a las masas no pueden dar respuestas efectivas ante las nuevas complejidades. Entonces la o el antiguo militante se siente frustrado, el mundo o la realidad soñada al cual aspiraba llegar con sus acciones militantes, pese al triunfo revolucionario está muy lejos de cumplirse.

Sucede que en la medida en que las masas o los sectores interesados van organizándose y expandiendo tal o cual ideología, a medida que estos movimientos van fortaleciéndose y ocupando cada vez más espacios de poder, van transformando la realidad social, política y cultural en la que se mueven. Por tal motivo al llegar el momento del triunfo revolucionario, el mundo ha cambiado y las ideologías que dieron origen a la revolución ya no pueden mantenerse. Surgen nuevas complejidades, nuevas ideas, nuevas respuestas, nuevas intelectualidades, las ideologías se transforman.

Desde esta concepción las ideas revolucionarias se asemejan a las vanguardias artísticas, aquellas vanguardias que cuando triunfan fracasan, porque dejan  de ser originales y se convierten en arquetipos aceptados por las mayorías. Algo similar sucede con las ideologías. Ellas deberán actualizarse si quieren dar respuestas a las prácticas militantes y movilizar a las masas en pos de la construcción de un mundo mejor.

La función entonces de los ideales revolucionarios es inspirar a las acciones transformadoras. Para Silo “el ser humano es el ser histórico, cuyo modo de acción social transforma a su propia naturaleza[3]”, de manera que él mismo se encuentra siempre lanzado al futuro, en cada acto de su vida.

En ese sentido todo conjunto  de ideas originadas en busca de la revolución debe conciliar lo esencial trascendente con la fluidez efímera del cambio coyuntural en la vida política, social y cultural de las poblaciones. Un valor esencial y trascendental es por ejemplo el de la justicia social, llevado adelante por toda persona con una sensibilidad humanista, esta sensibilidad se expresa más allá de las culturas y momentos históricos. Esta sensibilidad surge cuando una persona reconoce la humanidad de las otras personas, independientemente de la religión, el extracto social, género, raza, etc.

Así, las personas con sensibilidad, al reconocer las injusticias, intentarán cambiarlas, revelándose contra lo dado, cuando ese legado es generador de dolor y sufrimiento en las poblaciones. Es la lucha contra “el sistema”.

La sensibilidad humanista trasciende a las ideologías. Es, en esencia, el fundamento de todo armado revolucionario en favor de los oprimidos. Los y las militantes de todas las épocas construyen o se unen a las ideologías que mejor expresen esta sensibilidad, según el sentimiento, razonamiento, historia y compromiso de acción de cada activista.

Pero… ¿De dónde proviene entonces esa sensibilidad, si es que la misma trasciende toda ciencia, religión, política y cultura?

Hay quienes hablan de la esencia del ser –el ser ahí de Heidegger–, otros hablan del espíritu, o la esencia de lo humano, o también se relaciona a los dioses como inspiradores de la rebeldía humanizadora. Más allá de toda respuesta personal apresurada, creo que la mejor y la más profunda, se obtiene cuando las y los militantes se toman unos minutos de reflexión, a partir de cierto silencio mental. Tal vez allí aparezcan las respuestas, más allá de toda ideología…

¿Cómo es que nuestros ancestros se rebelaron si no conocían el mundo como lo conocemos ahora?… ¿Cómo es que aquellos que no conocen mis ideas igualmente se rebelan contra lo injusto y lo opresivo?… ¿Cómo es que las nuevas generaciones continúan abriendo caminos al tiempo que ellas mismas niegan o modifican los fundamentos de mis ideales de revolución, así como yo mismo he aceptado lo mejor pero también he negado o modificado lo que creía antiguo y sin valor de esas ideologías?

Creo que reflexiones o meditaciones sobre ese tipo de preguntas pueden llegar a dar respuestas a toda persona activista interesada por comprender el origen de aquello que nos impulsa en esta construcción. Las respuestas en este sentido se reconocen como una sensación potente, de fuerza interna y entusiasmo por hacer.

Se precisa decir que humanizar es lo opuesto a deshumanizar. Cuando alguien considera a las otras personas como herramientas para lograr un fin, como objetos de placer, de explotación, como seres inferiores por su raza, creencias o ideas, cuando no se comprende que detrás de cada persona hay una historia, un futuro, con alegrías y sufrimientos, aciertos y errores, es porque se está deshumanizando. De ahí nacen los sentimientos e ideologías deshumanizadoras o antihumanistas.[4]

Por otra parte, si se buscan relaciones más objetivas como fundamento, haríamos referencia a la movilidad demográfica en las poblaciones, a la interacción entre diferentes culturas, a los avances y retrocesos en la ciencia, la técnica y la tecnología, a la aparición o desaparición y modificación de las religiones, a las guerras de las armas, de los medios de difusión y financieras. Toda esta amplia movilidad que siglo tras siglo se va transformando, toda esa increíble estructura compleja de elementos en interacción que se conciben dentro del concepto de humanidad con su diversidad de pueblos y civilizaciones. Entonces, desde esta perspectiva, creer fervientemente que un solo tipo de ideología particular, concebida en un momento histórico determinado, podrá dar respuestas a todos los problemas de la humanidad resulta desproporcionado y anacrónico.


[1] “…Porque no es el fin de la historia, ni de la ideas, ni el fin del hombre, porque no es tampoco el triunfo definitivo de la maldad y la manipulación es que podemos intentar siempre cambiar las cosas y cambiarnos a nosotros mismos.

Este es el intento que vale la pena vivir porque es la continuación de las mejores aspiraciones de la gente buena que nos ha precedido. Es el intento que vale la pena vivir porque es el antecedente de las futuras generaciones que transformarán al mundo” Silo 2004. www.parquepuntadevacas.net

[2] Evo Morales fue el primer presidente originario de América Latina, 2006-2019.

[3]Silo, Obras Completas, Volumen I. ed. Plaza y Valdés. Teatro Gran Palace. Santiago, Chile, 1991.

[4] “Estudiemos la segunda cuestión, es decir: el propio registro de la humanidad en otros.

En tanto registre del otro su presencia “natural”, el otro no pasará de ser una presencia objetal, o particularmente animal. En tanto esté anestesiado para percibir el horizonte temporal del otro, el otro no tendrá sentido más que en cuanto para-mí. La naturaleza del otro será un para-mí. Pero al construir al otro en un para-mí, me constituyo y me alieno en mi propio para-sí. Quiero decir: “Yo soy para-mí” y con esto cierro mi horizonte de transformación. Quien cosifica se cosifica, y con ello cierra su horizonte.

En tanto no experimente al otro fuera del para-mí, mi actividad vital no humanizará al mundo. El otro debería ser a mi registro interno, una cálida sensación de futuro abierto que ni siquiera termina en el sin sentido cosificador de la muerte.” Silo, Acerca de lo Humano, en en Silo, Obras Completas, Volumen I. ed. Plaza y Valdés, 1983.

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