Por A. Astorga G.

Ecosistemas tropicales: la zona tropical de nuestro planeta se localiza entre los 15°-25° grados norte y sur del ecuador. Por las temperaturas cálidas y las lluvias, presenta las mejores condiciones para el desarrollo de diversos ecosistemas tropicales ricos en biodiversidad. Por si solos, estos ecosistemas contienen más biodiversidad que todos los otros ecosistemas del planeta juntos. Es claro entonces su enorme importancia para la recuperación y protección de la vida del planeta Tierra.

Pero esa relevancia no solo se vincula a la biodiversidad. Hay otros servicios ecosistémicos de gran importancia. Uno de ellos tiene que ver con la enorme capacidad de almacenar dióxido de carbono y la producción de oxígeno por fotosíntesis. Los árboles y las plantas, en general, acumulan carbono de forma temporal, pero al morir, ese carbono puede pasar al suelo donde conforma un importante sumidero que almacena el dióxido de carbono de forma permanente. Una hectárea de suelo tropical puede almacenar, en pocos años, hasta 400 toneladas de carbono.

La gran ventaja de estas zonas es que por la característica climática que tiene, la regeneración de los suelos y ecosistemas es muy acelerado. Se puede pasar de un charral a un bosque secundario en recuperación en plazos cortos (5 años en promedio).

Así, los ecosistemas tropicales son como una gigantesca fábrica de vida y biodiversidad que, además, funcionan como un sumidero de carbono cuyo desarrollo permitiría ralentizar los efectos del Cambio Climático, mientras se frena la masiva extinción de especies que afecta a nuestro planeta.

Situación actual: a lo largo del Antropoceno (desde al año 1.800 DC) y, en particular, durante las últimas cuatro décadas, los ecosistemas tropicales han desaparecido por cambios de uso del suelo, deforestación e incendios forestales (intencionales y naturales). Su área ha disminuido a la mitad y lo que queda, se está degradando rápidamente, con una significativa pérdida de biodiversidad y de su capacidad para almacenar dióxido de carbono. De paso, los suelos ricos en materia orgánica se degradan y erosionan, liberando el CO2 a la atmósfera, así como otros gases de efecto invernadero.

Gran parte de este deterioro ambiental tiene explicación por la ausencia de ordenamiento y planificación territorial, es decir, por una totalmente inadecuada gestión del territorio. A esto se suma el aumento de la población y, sobretodo, el incremento del consumo que produce una enorme presión sobre los recursos naturales de los países tropicales.

Y no nos referimos a la presión que produce los requerimientos de autoconsumo de esos países tropicales que, por lo general, son países pobres con una población muy alta (que vive con presupuestos de muy pocos dólares por día) y en crecimiento (salvo algunas pocas excepciones como Costa Rica), sino más bien a la presión que ejerce el consumo de los países ricos que requieren de productos agrícolas y ganaderos para satisfacer sus voraces necesidades que da su situación de confort.

Piña, banano, sorgo, frutas tropicales, café y otros cultivos, así como carne de res de primera calidad, son algunas de las actividades agrícolas y agropecuarias cuyo desarrollo productivo exige el uso de grandes extensiones de territorio que, debido a la falta de planificación territorial, sacrifican ecosistemas tropicales para implantarse en los territorios de los países pobres tropicales.

Así, conforme aumenta la degradación de los ecosistemas y los suelos de los países tropicales, aumenta también la pobreza. Hay una relación proporcional. También la desertificación se asocia a estos problemas, como la contaminación y degradación de los suelos, el aire y las fuentes de agua y los acuíferos de aguas subterráneas.

Conforme se degrada el ambiente de los países tropicales, se incrementan los problemas sociales y con ello, una cadena de impactos sociales de los cuales la migración hacia los países ricos (principalmente del hemisferio norte) se incrementa.

Es claro que, para cambiar esta grave tendencia de deterioro ambiental y social, se requieren aplicar acciones concretas cuya base piramidal lo constituye la efectiva y eficiente gestión del territorio de los países tropicales.

El cambio que se necesita: un cambio estratégico y fundamental del cual ya hemos escrito previamente, es la valoración y pago real, ambiental y con visión planetaria que debe tener un espacio geográfico que presenta un ecosistema natural.

No nos referimos al valor económico por hectárea o metros cuadrados que define la economía convencional a un terreno de este tipo. Por lo general, entre otros muchos factores de absoluta visión antropocéntrica y de uso inmobiliario (como los accesos y los servicios), estos terrenos son castigados y valorados como si estuvieran dañados por contener un ecosistema natural.
Incluso, cuando los mismos son objeto del pago de un servicio ambiental, el monto que se paga por hectárea es muy bajo (cerca de $ 70 – $ 75 dólares por hectárea por año en el caso de Costa Rica).

Bajo este esquema económico, es claro que los propietarios privados de terrenos que tienen ecosistemas naturales, salvo algunas excepciones, siempre van a estar tentados por los desarrolladores inmobiliarios que proponen fraccionamientos forestales, o bien por quienes extraen madera ilegal y especies de flora y fauna para que ceda y permita “aprovechar” las riquezas de esos terrenos cuyo verdadero tesoro son los ecosistemas que los conforman.

Se trata de una tentación económica a las que relativamente pocos propietarios no ceden. Se presenta en todo tipo de terrenos y en todos los países tropicales generando un grave efecto ambiental acumulativo que contribuye de forma notable con el deterioro de la Ecosfera terrestre.

La solución entonces, es darle el verdadero valor que tienen esos terrenos para confrontar la Crisis Climática, salvar la vida del planeta y restaurar el equilibrio de la Ecosfera terrestre. También se deben incluir aquellos terrenos ya impactados y que tienen potencial para la regeneración y restauración de ecosistemas, cuya identificación debe provenir de la zonificación ambiental derivada del ordenamiento y la planificación del territorio.

Así, como hemos señalado (ver: http://www.allan-astorga.com/allan-astorga/2023/1/12/cop-27-urge-cambiar-la-estrategia-en-la-lucha-contra-el-cambio-climtico?rq=cop) la doble estrategia de tratar de descarbonizar la economía, combinada con la recuperación, protección y regeneración de suelos y ecosistemas tropicales multiplicaría las posibilidades de tener éxito. Para lograr esto, es indispensable la creación de cuentas ecológicas que financien la recuperación de ecosistemas. Sin ese financiamiento que debería provenir, principalmente, de la explotación de los combustibles fósiles, lograr el objetivo ser hará mucho más lento o muy difícil.

Ventajas múltiples: invertir en la recuperación, protección y regeneración de ecosistemas es la más importante inversión que debe hacer la humanidad en estos momentos. Lejos de seguir gastando ingentes cantidades de recursos económicos en armamento, ejércitos y guerras, la prioridad debe ser completamente otra.

Las ventajas son enormes, desde ralentizar los efectos de la Crisis Climática, hasta frenar la extinción masiva de especies en la que ya nos encontramos. Pero también hay otras ventajas sociales, dado que la inversión en ecosistemas tropicales permitirá impulsar a los países tropicales pobres hacia el progreso y el desarrollo económico. La creación de empleo, el desarrollo económico promovido por el uso sostenible de los recursos y la correcta y eficiente gestión del territorio producirán enormes avances en estos países, haciendo que la migración disminuya o desaparezca por completo; además de la mejoría en la calidad de vida.

La coyuntura es ahora. No hay tiempo para más postergaciones. De allí la importancia en seguir insistiendo en el tema.