14 de marzo 2023, el Espectador

Con el perdón de Richter, el verdadero temblor no sucedió en la madrugada del viernes. Los sismos llevan varios días, y los domingos de la revista Cambio han sido pieza clave en la actividad telúrica, es decir, en la democracia nacional. Primero fue el documento escrito por los tres ministros y el director de Planeación. Luego, este 12 de marzo aparece la entrevista que le hicieron Daniel Coronell y Federico Gómez Lara al presidente Gustavo Petro.  Una conversación frentera, cruda y difícil, porque así es el buen periodismo y así son las entrañas de nuestro país.

Preguntas equilibradas entre la exploración, el cuestionamiento y el respeto; y respuestas valientes… el flash-back a los años de clandestinidad, el hijo al que no pudo criar, el exilio de los suyos, la arremetida contra el paramilitarismo, las peticiones a la fiscalía para investigar a su familia, qué es y qué no es la paz total… Hay que ver y leer toda la entrevista, completa, con la mente abierta y sin mucho prejuicio de por medio. Y sugiero prestarle especial atención al tema de los 79 policías en los Pozos, San Vicente del Caguán, en el Caquetá. Un subintendente fue asesinado con un machete, y a un campesino lo mataron de un tiro. Ninguna de esas muertes tiene justificación y ninguna debió suceder. No me cansaré de repetirlo: Todas las balas son perdidas, y la violencia es un fracaso en el que todos pierden y del que nadie sale física, moral o emocionalmente ileso. Jamás respaldaré actos violentos, pero a 7.000 campesinos movilizados desde el Guaviare, del Putumayo, Vichada, Caquetá y la Macarena, hay que oírlos.  Hay que palpar su abandono, su complejidad, su “ninguneada” crónica, y hay que cumplirles lo que se acuerde. Son ciudadanos, sujetos de derechos, de deberes y de dignidad. “A ningún campesino le gusta que le echen petróleo a la quebrada”, dijo Petro. De acuerdo, presidente. Y claro que en la zona hay disidencias de las FARC, y no por eso puede convertirse la región en un gueto, en otro más, en otra infamia, en otro desastre social y político. Colombia no puede seguir siendo un país parcelado por la violencia ni atemorizado por los fusiles legales o ilegales.

Según el código penal, lo que pasó en los Pozos fue una asonada, y las asonadas no las hacen ejércitos prohibidos, sino población civil. Y contra la población civil no se dispara.

Dicho esto, los invito a pensar sobre un concepto que plantea Petro en la entrevista, y que habría salvado cientos de vidas si se hubiera puesto en práctica durante los estallidos sociales, o frente a la UP, o en las cárceles, o quizá hoy no habría 6.402 madres llorando el asesinato de sus hijos a manos de la fuerza pública. Dice el presidente:

“Una asonada no se responde con fusiles porque es la población civil. Si tú respondes con fusiles a la población civil eres un masacrador, un violador de derechos humanos. Es más, te juzgan en la Corte Penal Internacional (…) Esa fuerza pública está dignificada porque no mató. La fuerza pública que mata a civiles es la que se hunde en la indignidad”.

Tendremos que cambiar muchos chips en nuestra cotidianidad, en nuestra concepción del deber ser, de la dignidad y de la valía humana. Hasta comprender que lo digno fue no disparar; lo digno fue respetar la protesta campesina y entender que todas las vidas valen, todas. Digno es medir la victoria por el número de vidas salvadas y no de bajas cometidas.

Y solo seremos libres y realmente dignos, cuando –venga de donde venga y vaya a donde vaya– sea la violencia lo que nos indigne.

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