Proceso de liberación de la mujer, sexualidades alternativas, una vieja masculinidad (imagen de ser hombre) y sus formas de expresión.

Siempre, en los caminos para lograr mayor libertad del ser humano, es necesaria la superación de los determinismos culturales, económicos, sociales y de toda forma de violencia. La libertad favorece el desarrollo personal, porque brinda a cada uno la posibilidad de elegir qué es lo mejor para su persona, además que está garantizada en la Constitución Política y demás leyes.

La actual lucha feminista es parte de esa liberación.  Y hay que decirlo, no es solo la liberación de la mujer, es también la liberación de las sexualidades alternativas y de sus formas de expresión. Y es la liberación de una vieja masculinidad (la imagen de ser hombre) para que encuentre su lugar de expresión y de relación no violenta con las mujeres y los géneros alternativos.

Hay que reconciliar un proceso que ya lleva miles de años, la violencia colectiva contra la mujer surge al parecer en el Cercano Oriente con la sedentarización de comunidades humanas hacia finales del Paleolítico, esto es, unos 13.000 años antes de nuestra era.

Actualmente la violencia institucional es el uso arbitrario o ilegítimo de la fuerza que otorgan los espacios de poder, ejercida por agentes o funcionarios del Estado y que se expresa a través de diversas prácticas violentas de índole física, sexual, psicológica o simbólica.

En muchas latitudes el poder patriarcal mantiene un vínculo delictivo con las organizaciones criminales, por ello estas operan sin control ejerciendo una brutal violencia contra las mujeres, partiendo por el secuestro, la prostitución forzada, el martirio, el asesinato y la desaparición de los cuerpos, según denuncian las agrupaciones de familiares y amigas de las víctimas, y las ONGs especializadas en estas materias.

En los lugares de conflicto armado, los bandos en pugna ejercen violencia física, sexual y el asesinato de las mujeres del territorio, en una demencial demostración de poder, y un insano orgullo que cosifica a las mujeres, transformándolas en sus mentes enfermas en trofeos.

Y en las sociedades democráticas, las cifras de mujeres violentadas, torturadas y asesinadas por sus parejas o exparejas, sigue creciendo, y para la institucionalidad, la prensa y la opinión pública la situación se naturaliza como parte intrínseca de las relaciones humanas en la sociedad.

Es evidente que cualquiera sea la situación de una sociedad, en el pasado o en el presente, y en cualquier lugar del mundo, la constante es la degradación de la humanidad de las mujeres, dando un espacio injustificable para que se perpetren contra ellas las aberraciones más terribles, ante las cuales se esquiva la mirada y su reconocimiento.

Difícil tarea es la de reajustar socialmente los límites éticos y morales, desdibujados en un tipo de sistema que coloca al dinero como valor central y justifica, tácitamente, cualquier método para conseguirlo.

Y en ese contexto se da la actividad incesante de las feministas, en una búsqueda de distintos caminos, planos e instancias. Un camino de avances y retrocesos, de aciertos y errores, de certezas y dudas, pero que recoge energía con cada atropello a la vida de cualquier mujer en el planeta.

Es necesario armar redes dialogantes no culpabilizadoras para profundizar y armar procesos reconciliatorios, única manera de encontrar la liberación para el ser humano del futuro. La incomunicación hace referencia a un proceso que impide una relación interpersonal bidireccional fluida y sana. Saber y poder comunicarse con los demás, es algo esencial para el ser humano.

Tenemos una comunicación adecuada cuando hay un intercambio bidireccional, fluido, abierto y sin juicios de valor, respetando la diversidad.

Como en todo proceso de liberación, los elementos más progresivos y lúcidos pasarán a la siguiente etapa: un ser humano (y una sociedad) más amoroso, afectivo, empático, sensible, solidario y acogedor. Todas cualidades que No son exclusivas de un género.

En el momento actual, es necesario que toda persona afín a la idea de que el mundo debe cambiar para bien, es decir, en la dirección que engloba la máxima ética «Trata a los demás como quieres ser tratado», que converjan con otras que tienen esa misma orientación, intercambien, se organicen y tomen el futuro en sus manos.

 

Gladys Mendoza Jaque

Miembro de Convergencia de las Culturas -Chile

 

Quiero expresar también, mis más sinceros agradecimientos a los amigos y la amiga, humanistas, por sus aportes en este artículo.