por Daniel Mames
Hace ya casi tres meses tenemos en Israel un gobierno de coalición de derecha extrema. Lo encabeza el inefable Bibi Netanyahu, y tiene como principales aliados a los religiosos ortodoxos y a dos fascistas locales, Itamar Ben Gvir y Betzalel Smotrich, que integran el tercer partido (alianza en realidad) con mas votos en las ultimas elecciones.
Para los que no conozcan a estos personajes y crean que exagero llamándolos fascistas, les cuento quiénes son. Smotrich, hoy ministro de Economía, es el que hace poco más de un año en plena Knesset (parlamento israelí) les gritó a los legisladores de partidos árabes que ellos están ahí «por error, porque Ben Gurion no terminó su trabajo» haciendo una limpieza étnica. Es el mismo Smotrich que hace dos meses, ya en funciones, dijo «a mis votantes no les importa si soy fascista u homofóbico», y que «la homosexualidad no es sana para la sociedad».
Por su lado, Ben Gvir, hoy ministro de Seguridad Nacional, es uno que en todas las marchas arengaba y cantaba «muerte a los árabes», y que en los 90, cuando militaba con el extremista Kahane (uno que fue expulsado de la Knesset por el Likud -derecha- y Avodá -izquierda- al mismo tiempo) fue a robarse un adorno del auto de Rabin, declarando que «llegamos a su auto, y lo alcanzaremos a él también»; a los pocos días Rabin era asesinado por un compañero de militancia de este hoy ministro. Dos joyitas.
Desde que asumieron se propusieron dar marcha atrás con todo lo que se aprobó en el gobierno anterior, que era una coalición amplia que incluía desde la derecha hasta la izquierda y también un partido árabe.
La marcha atrás incluye desde borrar la reforma en las evaluaciones de la escuela secundaria hasta eliminar los carriles exclusivos de transporte público; desde borrar la ley que restringe mediante un impuesto el uso de platos y cubiertos descartables hasta suprimir el escaso transporte público que hay los sabados. De hecho quieren ir mas allá, y prohibir incluso la circulacion por rutas y autopistas en sabados para todos, sean judios religiosos o no.
Hace unos tres años publiqué en este mismo muro algo sobre la gente que piensa de este modo. Me cito a mí mismo:
«No había pañuelos celestes hasta que hubo pañuelos verdes.
No existía «Nadie menos» hasta que apareció «Ni una menos».
En la puta vida les importó el lenguaje de señas o el braille hasta que apareció el lenguaje inclusivo.
Y así con miles de ejemplos.
No los motiva una causa propia, sino luchar contra las causas ajenas.
Les gusta creerse «PRO» pero en realidad son «ANTI».
Son felices al oponerse a la felicidad de otros.
No son acción: son reacción.
Por eso se los llama reaccionarios.»
Pero la gran pelea hoy en día, y lo que ocasiona multitudinarias protestas en todos los rincones del pais, es la reforma judicial y política que quieren aprobar. Una reforma que, idéntica a la que en la Argentina quiso imponer Macri junto con el prófugo «Pepin» Rodriguez Simón, propone eliminar a todos los jueces que sean «izquierdistas» (o sea, todos los que no fallen como a ellos les gusta) y controlar a su antojo el Poder Judicial. De yapa, una ley penal de tipo abierto, que considera «terroristas» a los que se decida que sean terroristas (!), al mejor estilo del Código Penal del nazismo.
Por supuesto, uno de los objetivos es (al igual que cuando en Argentina en 2016, apenas asumió, magicamente borraron las 214 causas de Macri) eliminar las causas y condenas de Netanyahu y sus ministros (o los que no pudieron ser ministros por estar condenados, como Arye Deri).
(Por desgracia, muchos de los que se manifiestan contra esta aberración en Israel no entienden que en la Argentina apoyan a los que hicieron y -si ganaran- volverían a hacer exactamente lo mismo que Bibi y sus secuaces están haciendo ahora)
No es sólo la reforma judicial, por supuesto. Tambien hay en este gobierno un fuerte contenido de homofobia declarada, racismo, violencia.
Muchos de los que votaron a Netanyahu (sacó el 24% de los votos) dicen que no pensaron que iba a hacer esto, que no lo votaron para esta atrocidad.
Varios de sus congresistas amenazan con romper la coalición, pero nadie se anima todavia a sacar los pies del plato.
En las marchas, aunque para el macartista ministro Ben Gvir los que protestan sean «anarquistas» (o sea, los «terroristas» de los que hablé más arriba), hay izquierdistas y derechistas, laicos y religiosos, judios y no judios, blancos y negros, gays y heterosexuales.
No hay distincion en la lucha contra la dictadura fascista, teocrática, racista y homofóbica que quieren imponer.
La protesta (en hebreo, «hafganá», de ahí el titulo de la nota) se extiende por todo el país, con decenas de miles de manifestantes, incluyendo paros y cortes de autopistas, con la represión típica de un gobierno fascista, como a muchos les gustaria volver a tener en Argentina.
Algunos dicen que la lucha ya está perdida.
La única lucha perdida es la que se abandona, digo yo, que como argentino tengo un par de estas sobre el lomo (desde mi insignificante lugar, claro está, pero vaya si habremos marchado contra barbaridades como los golpes de Estado, los indultos, el 2×1 para genocidas, y tantas otras).
Nunca hay que rendirse cuando vienen por vos, por mí, por todo y por todos.
Me quedo con algo que gritaban ayer en el acto: «Lo nitén», que podria traducirse como ese viejo grito antifascista: «No pasarán».
No, no pasarán.

El artículo original se puede leer aquí