#Ni una menos
#Vivas y libres nos queremos
#Declaración de la emergencia nacional en violencia de género ya!!!

Escucho voces todo el tiempo sobre los femicidios. También veo imágenes reproducidas por los medios hegemónicos de comunicación; este es un tema importante para relatar de cara a este 8 de marzo.

Una sensación amarga y de fracaso me atrapa todo el tiempo: el crecimiento de los femicidios tiene curvas de aumento en el mundo, en todos los ámbitos de la vida donde actuamos; y pese a los esfuerzos de millones de mujeres por esclarecer el tema a través de investigaciones, estudios teóricos, promulgación de leyes, debates dados y grandes movilizaciones mundiales, algo no resulta.

El “mandato de la masculinidad” es ejercido como poder sobre nuestros cuerpos tanto en la soledad de nuestros hogares, en la intimidad de nuestros vínculos, como públicamente en diferentes ámbitos sociales. Esta impronta del adueñamiento de nuestros cuerpos, la posesión abusiva y la subyugación en clave de violencia-violación no es algo que se comprenda todavía. (1)

El mundo mira los femicidios explicando fenómenos sociales, pero hay otros parámetros desde donde se pueden analizar estos procesos humanos. Siento que una nueva civilización humana y no violenta está naciendo y como todo cambio revolucionario produce alteraciones en los campos de la vida humana. Creo que llegamos a un límite donde necesitamos cambios internos y externos profundos.

Trabajando en este tema e investigando a muchas autoras especialistas en violencia de género, me encontré con la Convención de Belem do Para, firmada en 1995 que define la violencia contra las mujeres como «cualquier acción o conducta basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer tanto en el ámbito público como privado». (2)

La educación patriarcal nos cuenta que la violencia de género «está naturalizada, es un hecho cultural» y también que hay personas que la justifican, incluso que nosotras, las mujeres, estamos involucradas en esas miradas en el día a día.

Nos enseñaron que lo que nos contiene son: imágenes de fuerza, gestos, palabras de autoridad que crean los órdenes cotidianos, gestos que nos enseñaron de niñas, que aprendemos en la educación formal.

En algunos momentos de nuestras vidas hacemos esfuerzos para salir de esas formas, rebelándonos. Pero las voces de este sistema insisten: esos atributos son los que dan el marco de seguridad, protección, orden y/o poder. Incluso, a veces, jerarquizando ese estilo de vida. Un modo patriarcal de estar y de hacer sentirnos contenidas en la existencia.

Para colmo de males, en algunos casos, a este modo se le llama amor y desde ese lugar nos violentan, nos esclavizan y nos matan.

Leyendo a distintas referentes conceptuales del feminismo, elijo a citar a Diana Russell que plantea el femicidio como: «el asesinato de mujeres por hombres motivados por el odio, desprecio, placer o sentido de posesión hacia las mujeres». Este término apareció en la segunda mitad del siglo pasado, siendo la antropóloga feminista quien, en 1976, introduce el término en una ponencia sobre esta forma extrema de violencia contra las mujeres ante el Primer Tribunal Internacional de Crímenes contra Mujeres, celebrado en Bruselas. Acontecimiento histórico que ha permitido la evolución del concepto.

Así también Marcela Lagarde, feminista mexicana, nos habla del ¨feminicidio y dice: «Se trata de crímenes que gozan de impunidad social, que se incuban en la misoginia, en el machismo, en el desprecio a la vida de las mujeres, en la desigualdad brutal, en los bajos salarios, en la exclusión. Todo eso es una teoría, la teoría del feminicidio. El feminicidio no es solo una palabra, es toda una teoría». (3)

Las propuestas de los distintos grupos feministas son muy vastas, pero me parece que hay algunas conductas y perspectivas que podríamos comenzar a tener en cuenta cuando nos enfrentamos a estos hechos: (4)

  • Las mujeres no mueren: las matan o asesinan. Usá las palabras correctas.
  • No hay justificación de la violencia: ni celos, ni droga, ni alcohol, ni pobreza.
  • Evita detalles morbosos de la víctima.
  • No es un suceso policial, es violencia de género, es un femicidio.
  • No reproduzcas ningún comentario ni video de la prensa, ni fotos, ni detalles de su familia.
  • Elude dar detalles del “cómo fue”.
  • No revictimices a la víctima dando datos o explicaciones sobre su vida.
  • El asesinado es la punta del iceberg, visibiliza e informa sobre otras violencias machistas.
  • Recuerda siempre el teléfono de emergencia de tu zona.

Nosotras nacimos, crecimos, nos desarrollamos en esta civilización patriarcal. El sufrimiento que produce este modelo de vida y su cultura no nos permite avanzar. El miedo y el temor producto de tanta violencia no nos deja tranquilas ni en paz. Me revelo y afirmo que no nos vamos a morir en este sistema,  tenemos que ejercer nuestra dignidad humana y accionar todo el tiempo en una dirección de esclarecimiento sobre la violencia y el sufrimiento que provoca.


1 El término “mandato de masculinidad” lo extraje de la escritora, antropóloga y activista feminista argentina Rita Segato, quien es especialmente conocida por sus investigaciones de género en las comunidades originarias y latinoamericanas. En su libro “Contra-pedagogías de la crueldad” (2018), Segato desarrolla la historia masculina como una historia de violencia, y desarma las prácticas y actos que se han aprendido a partir de esta.

Observatorio de Femicidios de la Multisectorial de la Mujer Mar del Plata

3 Marcela Lagarde es una política, académica, antropóloga e investigadora mexicana, especializada en etnología y representante del feminismo latinoamericano. El feminismo, según Lagarde, constituye una afirmación intelectual, teórica y jurídica de concepciones del mundo, modificaciones de hechos, relaciones e instituciones.

4 ICI Instituto Canario de Igualdad.