de Iñaki Chaves

He empezado el año 2023 escuchando mucho, leyendo casi tanto y escribiendo un poco menos. Pero publicando nada. Porque el panorama no daba para ello. Tanto de que hablar, tanto que escuchar, tanto que decir y no saber cómo ni para qué.

Casi todo lo que está sucediendo parece un desatino sin sentido que perseguimos sin destino. Porque nuestro objetivo no depende de cómo o por dónde naveguemos, sino de las tormentas que nos acompañen en la travesía hasta llegar a puerto.

Nos acontecen noticias que nos quitan, o deberían, el aliento; sucesos que nos rompen los pocos esquemas que nos quedaban; políticas que nos roban libertades ganadas a pulso, y economías que nos arruinan derechos obtenidos en mil luchas.

Entre medias, eso sí, alguna grata sorpresa que no solamente nos alegra por lo que supone, sino porque nos muestra que mantenemos viva la capacidad de sorprendernos.

La vida sigue, el mundo gira y la realidad nos continúa golpeando. Pero ahí estamos, impertérritos ante las pantallas que nos obnubilan y venden lo que no podemos comprar; impasibles frente a las noticias que nos agotan porque ya no sabemos si son lo que dicen ser, y displicentes al cabo de una historia, la de todas y todos, que se está escribiendo con todo lo que contamos y nos cuentan, pero que cada vez cuenta menos con nosotrxs.

Este nuevo año nos está enseñando, en sus escasos días vividos, que vivir sigue siendo lo más difícil que tiene la vida, sobre todo si queremos vivirla dignamente y en paz. Que las cifras de muertes nos deberían matar, al menos del susto. Pero no solamente las de la guerra, esa que parece ser la única y oculta las demás, sino también los otros fallecimientos: los que la covid-19 sigue causando, junto a las vidas que trunca la falta de personal y medios en la atención sanitaria; las personas que continúa matando el hambre; las que nos producen nuestros semejantes por pensar o actuar distinto, o las que nos causan nuestros seres cercanos por celos, envidias, odios o desamores.

A todas ellas hay que sumar las que pueden causar la falta de atención e inversión en educación o cultura. Sí porque la ausencia de estas nos hace más vulnerables a la guadaña de los capitalismos criminales impunes, los fascismos sublevados ´legales`, las explotaciones laborales, las migraciones forzadas e ilusas, las creencias religiosas ultras, las libertades reprimidas y los derechos recortados.

Apenas estamos empezando, pero me da que ante tanto sinsentido este 2023 va a necesitar mucha atención, con todos los sentidos. Porque parece ser que no sabemos escuchar, ni mirar, ni tocar, ni hablar, ni saborear… ni mucho menos sentir. La vida, que es un continuo aprendizaje, se nos va sin saber qué hemos aprendido o qué hemos vivido.

Lo que hace meses eran aplausos, por estas fechas se han vuelto pitos y despidos.

Lo que hace días era confianza, esta semana será sospecha.

Lo que ayer era paz, hoy es otra guerra.

Así que, frente a lo que nos espera, no perdamos el tino ni las ganas de vivir. Y sobre todo, mantengamos el más importante de los sentidos, que visto lo visto no es el sentido común, sino el sentido del humor.