SERIE DE RELATOS

 

 

 

Houston es la alfombra que sostiene un arsenal médico de gran magnitud, pues es ahí donde se localizan unos de los grandes hospitales de Estados Unidos; y justo ahí, es donde muchas personas se concentran para poder adquirir una esperanza de tratamiento y rehabilitación para su patología.

En definitiva, en Houston puedes sentir un downtown y un complejo hospitalario que abarca gran magnitud que rasca la tierra y los cielos. Así mismo, en un día, sí te propones tomar el metro de la línea roja y bajar en la estación Medical Center, también podrás ser testigo/a de las miles de personas trabajadoras/es que descienden de los rascacielos hospitalarios, ¡y obvio! los reconoces porque todos portan su pijama quirúrgica. Y no es para menos, cuando en Houston se inserta una alta tecnología y especialización médica.

Un buen día cuando yo bajaba de la línea roja del metro, mis ojos se concentraron en un letrero que decía Oncology Medical Center, al unísono, mi mirada se perfilaba en descifrar el letrero mientras mi mente se preguntaba ¿Quiénes pueden acceder a ese centro? ¿Las personas afroamericanas tienen las mismas oportunidades para acceder a ese hospital? ¿Qué características deben tener las personas que califican en los seguros para ser atendidas en este centro hospitalario? ¿Cuánto desgaste económico le produce a las personas ingresar a una atención de este tipo?

Como es sabido, muchas preguntas complejas revolucionaron mi mente, y principalmente mis emociones, porque no se trataba de dicho momento ni instante, es decir, ya desde antes comenzaba a cuestionar el valor fundamental de la medicina en un Estado capitalista como Houston; y todo ello debido a la conversación que sostuve con muchas personas que habitaban el territorio.

Por ejemplo, la señora Teresa en alguna ocasión me platico que el sistema médico en Estados Unidos convierte a las personas en objetos de consumo farmacéutico y procedimental, porque desde la primera consulta van patologizando a la persona hasta volverla codependiente del sistema médico. En ese momento, ella me platicaba el caso de su sobrino, quien desde muy pequeño fue diagnosticado con rinitis crónica, por tanto, al menor de los síntomas respiratorios le indican una polifarmacia; incluso los tutores del niño, ya son altamente dependientes de la medicina convencional y de los terapéutas.

Asimismo, Tere me confesaba el caso de otro de sus sobrinos a quien lo diagnosticaron con un déficit de las habilidades motoras, debido a que el niño no sabía sostener el lápiz adecuadamente “según los parámetros de la normalidad”, por tanto, el niño ya llevaba un año de terapia de lápiz, pero que al mismo tiempo ya le estaban encontrando otro tipo de déficits y/o trastornos, mismos que le darían seguimiento con terapias y medicamentos.

En esta conversación, Tere anunciaba su crítica reflexiva frente a la medicina moderna, porque ella señalaba que a la medicina ya no le importan las personas desde lo humano, sino, por el contrario, la persona se vuelve importante para la medicina en cuanto ésta se convierte en un objeto cosificado y cuantificado. 

Y justo ella hacía la analogía con un reclamo de vivienda por daños de tormenta frente a los seguros, debido a que al acontecer una tormenta, las compañías hacen reclamos de las viviendas frente al seguro que protege dichos hogares, sin embargo, como cualquier depredador, las compañías reclaman todo objeto de la casa que puede ser intercambiado por dinero; el techo, las tuberías, la madera de interiores, muebles, etcétera. Lo importante de este reclamo es poder obtener el mayor recurso a partir de la desgracia, y justo esta analogía, es la que Tere hacía del cuerpo humano y la medicina moderna, porque una persona, una vez que pisa el sistema médico se convierte en patología inacabable.

Sin duda, estas palabras causaron un gran vacío en mi ser profesional, porque miraba el recorrido de la medicina y la enfermería y, sobre todo, miraba la tendencia de las profesiones de la salud; miraba ese devenir, ese desenlace, esa deshumanización, esa capitalización del cuerpo humano y ese vaciamiento de la salud por la patologización de los cuerpos.

Quizás esta conversa con Tere carecía de epidemiología crítica y de evidencia que sostuviera el discurso. No obstante, al embarriarme, es decir, al hacer de la enfermería una cuidología de calle, pude atestiguar la necropolítica como herramienta fiel del capitalismo, esa política de muerte que el propio capitalismo teje sobre las personas que ya no son productoras del sistema.

En este tenor, mirar el abandono que el sistema de salud norteamericano hace de las personas discapacitadas y adultos mayores, fue más doloroso que las palabras de Tere. Así mismo, aún recuerdo cuando una mujer hondureña me dijo que tomaba medicamentos de forma preventiva, porque la glucosa la había tenido en los límites altos, pero no suficiente para ser diagnosticada con diabetes, sin embargo, ya llevaba meses tomando los medicamentos para prevenir una posible patología.

Y así puedo seguir con miles de casos existentes entre los barrios de Houston, empero, todos ellos llevan el mismo fundamento filosófico de análisis. Sin mencionar, que una persona no puede ser atendida por el sistema de salud, sin antes calificar frente al seguro. Realmente estas historias no las hago relatos para desaprobar un sistema médico moderno, sino más bien, son el principio que nos orientan a replantear el sentido y horizonte que el sistema de salud está trazando.

En este sentido, me pregunto ¿dónde está quedando ese sentido humano de sanación, cuidado y curación? Pues pude ser testiga de muchas cirugías inválidas, muchos procedimientos que solo causaron otros desórdenes corporales, muchas indicaciones que condujeron a las personas a ser dependientes crónicos del sistema médico.

Y justo algo a cuestionar es, ¿el modelo que persiguen los sistemas de salud latinoamericanos pueden quedar fuera de esta lógica capitalista? o, por el contrario, ¿el modelo norteaméricano al ser canón de Latinoamérica tiende a pintar de capitalismo nuestros sistema de salud locales? o en peor de los casos, ¿Será que la tendencia capitalista del modelo de salud ya la estamos reproduciendo?

Realmente quiero confesar mi preocupación, porque al estar incrustada en la ciudad capitalista de Houston no podía desorientar la mirada crítica sobre el sistema de salud universal, este último valor que sostiene a la Organización Mundial de la Salud, por ende, da seguridad al fondo monetario mundial.

En definitiva, en estos tiempos ser anticapitalista no sólo adquiere una relación con la rebeldía, más bien, me atrevería a decir que son las gafas críticas que te permiten salir del estrabismo romántico de la salud es para todas/os/es, porque la salud hay que analizarla desde lo que nosotras/os como profesionales de la salud estamos reproduciendo, porque como dijo Ivan Ilich, “la persona deja de estar sana cuando la medicina mete mano en su cuerpo.”

SERIE  «UNA  ANTICAPITALISTA VIVIENDO EN LA CUNA DEL CAPITALISMO» Capítulo 4