El 24 de octubre, Día de las Naciones Unidas (ONU), señala el aniversario del día en que entró en vigor la Carta de las Naciones Unidas en 1945. Poco tiempo después, en abril de 1946, tras fracasar en sus intentos de impedir una Segunda Guerra Mundial, dejaba de existir la precursora de las Naciones Unidas, la Sociedad de las Naciones (SDN), establecida en el año 1919, en virtud del Tratado de Versalles, que puso fin a la Primera Guerra Mundial. Entre sus objetivos principales la SDN se fijó «promover la cooperación, lograr la paz y la seguridad internacional «, al dejar de existir, se entregaron todos sus activos a las Naciones Unidas incluido el control total de su Biblioteca y archivos, siendo la primera organización de este tipo de la historia. En su condición de origen están las arbitrarias y onerosas condiciones de «reparación» por el costo de la guerra, impuestas a Alemania en Versalles, particularmente la cláusula de «culpabilidad», que colocó al país germano como la única nación responsable de la Primera Guerra Mundial. Las disposiciones punitivas en materia de pérdida de territorios, reducción de su milicia y endeudamiento en su economía, llevaran a un sostenido descontento y desesperación a buena parte de la población alemana, que servirán al nazismo para justificar y alentar las ansias de revancha en las siguientes décadas. Los años treinta marcaron el fracaso definitivo de la SDN, en el contexto mundial de la llamada Gran Depresión iniciada en 1929. Alemania y Japón abandonaron la Sociedad en 1933, Italia en 1936, la URSS fue expulsada en 1939 y los Estados Unidos nunca se integraron plenamente.

Las Naciones Unidas nacieron oficialmente el 24 de octubre de 1945, luego que la mayoría de los 51 Estados Miembros signatarios del documento fundacional de la Organización (Carta de la ONU), la ratificaron. Actualmente, 193 Estados integran este organismo y cuentan con representación en su órgano deliberante: la Asamblea General. Es el ámbito internacional donde representantes de todas las naciones del mundo se reúnen, discuten y tratan de encontrar acuerdos y soluciones a la vasta problemática mundial. La ONU tiene plasmadas sus intenciones en el Preámbulo de la mencionada Carta Fundacional, donde se expresan los principios y propósitos que la impulsan.

El Preámbulo que firmaron los países miembros, sostiene: “Preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles. Reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas. Crear condiciones bajo las cuales puedan mantenerse la justicia y el respeto a las obligaciones emanadas de los tratados y de otras fuentes del derecho internacional. Promover el progreso social y elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad. Practicar la tolerancia y convivir en paz como buenos vecinos. Unir nuestras fuerzas para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales. Asegurar, mediante la aceptación de principios y la adopción de métodos, que no se usará la fuerza armada sino en servicio del interés común, y a emplear un mecanismo internacional para promover el progreso económico y social de todos los pueblos.”

Respecto a los derechos, en 1948 se proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, uno de los logros más destacados de la ONU. Lamentablemente los enunciados en las aspiraciones de la ONU, no se han hecho realidad. Luego de casi ocho décadas transcurridas, evidentemente se han convertido en un mero ejercicio retórico, en letra muerta, con mucha hipocresía y cinismo.

Las y los humanistas a la hora de pensar en otro orden mundial, debemos empezar por plantear cuál es el espíritu de esos anhelos, definiendo las relaciones de poder que debemos transformar para que esto sea posible.

Necesitamos preguntarnos ¿Por qué un grupo de países que son minoría en la ONU digita el funcionamiento de ese organismo? En la ONU las mayorías no tienen peso alguno, es el poder militar y el poder económico, en manos de un reducido número de países «desarrollados», los que tienen realmente el poder de decisión. Es notorio cómo algunas potencias utilizan su poder para forzar decisiones conjuntas mediante la presión y el chantaje como ocurre con las sanciones económicas a Irán, o intervienen por la fuerza a países pertenecientes a la misma ONU, como ocurrió con la invasión militar a Libia en 2011. En otras ocasiones cuando no logran la mayoría de votos, deciden qué hacer de manera unilateral como ocurre con el criminal bloqueo económico de los EEUU a Cuba, contrariando en muchas ocasiones las posiciones abrumadoramente mayoritarias en la Asamblea General. La ONU termina siendo una puesta en escena de legalidad frente a los atropellos que comete el llamado primer mundo, utilizando además un accionar con apariencia de filantropía, que disimula su total desinterés por resolver la raíz de los grandes problemas de la humanidad.

El 25 de septiembre de 2015, desde la ONU se adoptaron un conjunto de objetivos como parte de lo que llamaron «una nueva agenda de desarrollo sostenible para el 2030». Esta agenda reúne 17 puntos que son los siguientes: 1) Fin de la Pobreza; 2) Hambre cero; 3) Salud y bienestar; 4) Educación de calidad; 5) Igualdad de género; 6) Agua limpia y saneamiento; 7) Energías accesibles y no contaminantes; 8) Trabajo decente y crecimiento económico; 9) Industria-innovación e infraestructura; 10) Reducir la desigualdad; 11) Ciudades y comunidades sostenibles; 12) Producción y consumo responsables; 13) Acción por el clima; 14) Vida submarina; 15) Vida en ecosistemas terrestres; 16) Paz, justicia e instituciones sólidas; 17) Alianzas para lograr los objetivos. Coherentemente como venimos señalando del accionar hipócrita de la ONU, no están en la agenda los objetivos ligados al perjuicio del sistema financiero internacional privado y al poder del complejo militar industrial. La inoperancia de la ONU se refuerza en el presente, con la falta de operatividad para fomentar los acuerdos necesarios que frenen el peligrosísimo conflicto bélico entre Rusia y la OTAN en territorio ucraniano, que pone a la humanidad al borde de la catástrofe nuclear.

Necesitamos entonces aceptar el fracaso del orden vigente por segunda vez, no podremos acercarnos hacia una verdadera cooperación internacional, mientras no nos alejemos proporcionalmente del orden del sistema capitalista en sus diferentes versiones, que se sinergizan con los nacionalismos y la opresión existente en cada una de las naciones miembros.

Debemos promover que los pueblos del mundo se autogobiernen en una Nación Humana Universal, en la que puedan convivir las diversidades y para ello es necesario antes que nada explicar, que hoy la ONU está en las antípodas de ese mundo querido, y por eso es necesario refundarla.

Las y los humanistas aspiramos a la creación de una Nación Humana Universal regida por la libertad personal, por la solidaridad, por la igualdad de derechos y oportunidades, por la no discriminación y por la no violencia. Una Confederación de Naciones Humanistas, articuladas con el objetivo de constituir una Nación Humana Universal, debe sostener la plena vigencia del derecho de soberanía y de autodeterminación de los pueblos. Debe poner como prioritario el desarme nuclear, la reducción proporcional de armamentos convencionales, la prohibición de comercialización de armas, fomentando la búsqueda de la resolución de conflictos, en forma pacífica. Debe nacer en la Nueva ONU, un nuevo Consejo de Seguridad elegido democráticamente, donde ninguna nación tenga derecho a veto, que incluya dentro de la categoría de la seguridad, temas como la superación de la miseria y la pobreza, una arquitectura financiera solidaria, promoviendo una red de bancos estatales sin interés, para financiar el desarrollo y el comercio complementario entre las naciones miembros, desmantelando el actual poder financiero internacional privado.

Nos referimos a un cambio en el paradigma cultural, que ha de incluir todo lo relacionado con el trato entre las personas y con las decisiones que permitan el cumplimiento en los hechos de todos los derechos humanos, abriendo así un sendero hacia la construcción de la Nación Humana Universal.

Nuestras propuestas, no prosperarán en las actuales condiciones de la ONU, y de los países que la integran, pero la movilización en torno a ellas dejará en evidencia ante las poblaciones las contradicciones y la hipocresía que reina en este organismo, y especialmente entre las potencias que la manejan.

Las y los humanistas seguiremos proponiendo una Nación Humana Universal buscando generar en el seno de los pueblos y de la opinión pública en general la necesidad de una transformación total, que incluya en el plano internacional un nuevo diseño en la articulación de y entre las naciones. Esa necesidad es en definitiva la de producir una profunda revolución humanista, social, política y cultural.