En estos siete meses de gobierno en manos del presidente Gabriel Boric, la posibilidad de mayor justicia social se desvanece día con día. Mientras tanto, todos los cargos de poder político, van quedando en el partido del orden en el Ejecutivo, como ya estaban en el Legislativo.

Aún las vibraciones del estallido social se manifiestan, como réplicas de un sismo, un pulso de indignación que recorre el país. Este momento es único, es un quiebre con lo habitual. La rudeza de la realidad, las consecuencias de la pandemia, el temor y la desconfianza hacia la política y la crisis económica, que destroza sin piedad la cotidianidad de las familias asalariadas de nuestro país, son las aguas en que navega lo gubernamental.

Escuchamos las explicaciones de los expertos, y de quienes toman las decisiones desde el gobierno, para que nos quede claro que, como se decía en el siglo pasado, “tenemos que apretarnos el cinturón”; un eufemismo que maquilla la desesperada lucha cotidiana de asalariadas, jubiladas y cesantes por sobrevivir, y mantener, sufriendo el rigor que exige el desalmado modelo neoliberal que impera en nuestro país, al menos, los estilos de vida que cada uno había conquistado antes de la pandemia.

Nos hacen ver estos expertos, nuestra importante cuota de responsabilidad en lo que ocurre en la economía del país, ya que, desoyendo las voces expertas, sucumbimos al populismo, al sacar nuestros 10% para poder comer, vestirnos y entretenernos.

Resulta extraño que este modelo entre en crisis, cuando la gente común accede a sus propios ahorros, y usa el fruto de sus esfuerzos para paliar las necesidades de años de pandemia.

Esto no obsta, a que, en esta actual situación, en que se niegan tales salidas; exijamos respuestas concretas, que se cumpla el programa, que se concreten las promesas electoreras, máxime frente a una cotidianidad en que las economías del hogar, son definitivamente bastante más terribles que las que declaran los promedios de los entes estadísticos gubernamentales.

Pero como siempre, esta subida constante de precios que tiene a las chilenas con el alma en un hilo, no es lo mismo para la élite criolla.

La crisis global se manifiesta en Chile con una inflación desbordada, con alzas de los precios de los servicios básicos, vivienda, alimentos, salud, etc. Esto golpea por cierto a las personas jubiladas, con pensiones por debajo inclusive del sueldo mínimo (50% de mujeres que reciben su primera pensión autofinanciada de vejez en agosto del 2022, es inferior a $289.980, ref: Fundación SOL), en el mismo instante en que beneficia a las grandes empresas, que obtienen utilidades obscenas: banco Santander muestra utilidades a agosto 2022 por $663.683 millones, y las del banco de Chile a agosto de 2022 llegan a $947.830 millones, la banca total recoge de sus tasas usureras $3,9 billones.

Como vemos, la crisis económica solo la padecen día a día los cientos de miles de familias chilenas, a quienes se obliga a hacerse cargo ella, por otro lado, el gran capital concentrado en poquísimas familias poderosas y un grupo de transnacionales, mantienen su mecánica indignante de acumulación de capital.

¿Dónde quedaron las promesas del empresariado chileno, declaradas en medio de los días del estallido social?, recordamos que estos sectores juraban en cámara, que entendieron y que ven necesario para superar esta situación el compartir privilegios y “dar hasta que duela” (al parecer su umbral de dolor resultó de rango pequeño).

La inequidad, la corrupción y la cooptación política, resultan la base fáctica de los grupos económicos que operan en Chile, nacionales y transnacionales.

La CEPAL afirmó en febrero: Chile es el país de América Latina en el que los ultra ricos concentran el mayor nivel de patrimonio. La riqueza que acumulan esos nueve chilenos equivale al 16,1% del Producto Interno Bruto (PIB) de Chile.

Otro signo de desigualdad: Informe World Inequality Report de 2022 indica que el 1% más rico de Chile concentra el 49,6% de la riqueza total del país (en Brasil concentra el 48,9%, en México el 46,9%).

De los nueve súper ricos, el segundo de la lista es Julio Ponce Lerou, quien tomó el control de SQM (Soquimich), una de las mayores productoras mundiales de litio, yodo y fertilizantes, una vez privatizada por Pinochet, su suegro. Maneja la empresa a través de un esquema de «cascadas», obteniendo una utilidad fraudulenta de US$128 millones (juicio en curso). En 2021, SQM obtuvo ganancias por US$585,5 millones; 255,9% más respecto de 2020.

En simultáneo, la miseria se expande. La pobreza, crece después de dos décadas y se prevé aumentará (10,8% y 4,3% en extrema pobreza). Los expertos televisivos afirman que el próximo año la crisis económica golpeará fuerte, a Chile, a América Latina y al mundo. ¿Se puede más?

Pero nos explican que estos costos son necesarios de pagar, a pesar de las penurias involucradas, para mantener y cuidar “nuestra sociedad de libertad”.

El concepto de libertad es tan variado en interpretaciones y usos, que dictadores y libertarios lo utilizan en sus discursos; ateos y fundamentalistas religiosos, así como ricos y pobres. Es tan importante en la historia que millones han muerto para alcanzarla, como algunos la usan manipulándola para vivir a costa de muchos otros. Hoy esa palabra sigue haciendo historia, sobre todo en esferas políticas y económicas.

Aquellos que se llenan la boca con la libertad, rasgan vestiduras cuando alguien quiere usar sus fondos de pensión, o quiere decidir sobre su cuerpo, o no usar corbata en una situación formal, ni que hablar de quienes quieran elegir con quien compartir la cabecera.

Al parecer, una clave para entender el fenómeno, es ver dónde está puesto el valor en sus vidas, ya que “don dinero”, puede viajar por el mundo sin problema, así como cambiar de dueño en una maleta sin ningún obstáculo, o especular el costo de la vida, de quienes son libres de comprar en 12 cuotas.

Así, estos bandoleros semánticos, han convertido las vidas de millones, en un sacrificio al sobrevivir en base al endeudamiento, obligados por las alzas de precio de lo esencial y con sueldos que en pocos días desaparece cubriendo las deudas del mes anterior.

Es que, si 30 pesos lograron movilizar millones en la revuelta, ¿cómo aceptamos que este contexto de especulación brutal, logre que se nos vaya la vida viviendo en una falsa libertad?

Siempre estas situaciones críticas, resultan oportunidades de encontrarnos, de justificar nuestra existencia, al comenzar a descubrir nuevas formas que nacen en el seno de la comunidad, la diversidad y la organización. Vamos comprendiendo que somos seres políticos, y que todo cambio social, económico y mental, requiere abrazar y reivindicar la política, darle una dirección humanizadora, desmantelando por fin este sistema farsante, que encadena la vida en nombre de una tergiversada libertad.

 

Redacción colaborativa de Sylvia Hidalgo; Natalia Ibáñez; Helmut Kramer; Rubén Marcos; Guillermo Garcés y César Anguita. Comisión política.