De paseo por la ciudad

Magnus Hirschfeld y el Tercer Sexo de Berlín

Años antes de las conocidas libertades de la República de Weimar, el estudio de 1904 Berlins Drittes Geschlecht (El tercer sexo de Berlín) describía una subcultura asombrosamente diversa de marginados sexuales en la capital alemana. James J. Conway nos presenta un texto fundacional de la identidad queer en que el médico germano Magnus Hirschfeld -el «Einstein del sexo»- busca llegar a través de una ciencia comprometida a las emociones de un amplio público lector.

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por James Conway

 

Cuando Magnus Hirschfeld murió en el exilio el 14 de mayo de 1935 -en su cumpleaños sesenta y siete-, el sexólogo alemán ya había sido testigo de su propia aniquilación al menos dos veces. Dado por muerto tras un brutal ataque de matones de extrema derecha en el Múnich de principios de la era de Weimar, llegó a leer su propio obituario en el periódico mientras estaba convaleciente. Y años más tarde, poco después de la toma de posesión de Alemania por los nazis, vio un noticiario de la primera gran quema de libros, que mostraba a las SA no sólo arrojando a la pira décadas de su investigación, sino un busto de sí mismo.

Magnus Hirschfeld nació en el seno de una familia judía en la ciudad-balneario prusiana de Kolberg en 1868, pero el hombre cuya investigación de la diferencia tanto conmocionó a sus compatriotas surgió mucho más tarde, cuando formó el Comité Científico-Humanitario en su consulta médica de Berlín el 14 de mayo de 1897. Surgido de la culturalmente conservadora Alemania del Segundo Reich (o “Alemania Guillermina”), este Comité fue el primer grupo activista gay del mundo, del que Hirschfeld se perfiló como una de las figuras más importantes de la historia en el estudio del género y la sexualidad.

Los estatutos del Comité abogaban por la concienciación pública, y su primer producto importante fue el Jahrbuch für sexuelle Zwischenstufen (Anuario sobre minorías sexuales) de 1899, que apareció en ediciones anuales durante un cuarto de siglo y totalizó más de 11.000 páginas. De tono académico, afirmaba sin tapujos que la homosexualidad es innata, rastreaba el desarrollo de una identidad homosexual a lo largo de la historia y analizaba sus formas contemporáneas. El primer número se abría con un artículo del propio Hirschfeld, acompañado de una encuesta a los lectores («¿Sus padres o abuelos eran parientes consanguíneos?», «¿Puede señalar una razón para sus sentimientos anormales?», «¿Sus orejas son grandes, protuberantes, pequeñas, delicadas?»). También incluía un estudio sobre los chantajistas, un artículo en el que se hablaba de la homosexualidad del poeta alemán del siglo XIX August von Platen y una petición firmada por cientos de personalidades por la derogación del famoso artículo 175 del Código Penal alemán, que prohibía la «fornicación antinatural» entre hombres.

Páginas del Anuario sobre Estadios Sexuales Intermedios (Jahrbuch für sexuelle Zwischenstufen) de 1899 en las que se enumeran los donantes del Comité Científico-Humanitario, destinado a la liberación de los homosexuales (Befreiung der Homosexuellen). Varios donantes utilizan el seudónimo Dorian Gray («Dorian Gray en Viena», «Dorian Gray de Montecarlo») a la luz del reciente proceso penal de Oscar Wilde – Fuente.

Hirschfeld luchó toda su vida para que se eliminara el apartado 175. No sólo ensombrecía su propia existencia como hombre gay; a través de su práctica médica, también vio su impacto devastador en los hombres que vivían con miedo y vergüenza, presas de los chantajistas. ¿Quién más, después de todo, denunciaría un acto sexual consentido a las autoridades? Pero como indican los nombres en la petición, había más apoyo a la abolición de lo que cabría esperar. En 1898, August Bebel, líder de los socialdemócratas alemanes, se convirtió en el primer político que se pronunció a favor de la reforma de las leyes sobre los homosexuales; fue especialmente llamativa su insistencia en que había un gran número de homosexuales en todos los niveles sociales.

Nadie lo sabía mejor que el propio Hirschfeld, la antítesis del académico enclaustrado. Salía a la sociedad, participaba activamente en la vida de las personas sobre las que escribía -no sólo hombres gays, sino todo un espectro de lesbianas, bisexuales, hombres y mujeres trans, travestis de todas las tendencias- y luego volvía, analizaba, formulaba y reaparecía ante el público con sus conclusiones. La escritora Else Lasker-Schüler, se refirió a él como un «padre confesor», pero a los ojos de sus colegas académicos y de corriente conservadora su transgresión fue haber violado la santidad del confesionario, o de la academia en este caso.

 

Fotografía de Magnus Hirschfeld sentado entre Bernard Schapiro, subdirector del Instituto de Investigación Sexual, a la izquierda, y el estudiante de medicina Li Shiu Tong. La relación de Karl Giese y Hirschfeld se amplió para incluir a Li después de que se conocieran durante la gira de conferencias de Hirschfeld por China, lo que permite fechar fotografía como posterior a 1931.

 

El laboratorio de Hirschfeld fue el Berlín queer: sus ritmos, bailes y bares. Única entre los centros urbanos alemanes, la capital entró en el siglo XX como una metrópolis. Había experimentado un crecimiento fenomenal, multiplicándose por veinte en un siglo; en comparación global, sólo Londres, Nueva York y París eran más grandes. Tanto para los berlineses establecidos como para los recién llegados, la ciudad ofrecía no sólo oportunidades materiales, sino la promesa de transformación, o revelación, la perspectiva de una compañía comprensiva en la que desnudar el verdadero yo. La ciudad había albergado una clandestinidad gay por lo menos desde la época de Federico el Grande, cuando el autor austriaco Johann Friedel denunció con indignación los burdeles masculinos de la ciudad en sus Briefe über die Galanterien von Berlin (Cartas sobre el libertinaje de Berlín) de 1782. En la época de Hirschfeld, el jefe de la policía berlinesa, Leopold von Meerscheidt-Hüllessem, evitó la confrontación abierta con la considerable minoría sexual de la ciudad y, en su lugar, mantuvo una política de contención y observación, en lo que fue un factor clave en el desarrollo de una subcultura confiada y diversa.

Pero la rápida expansión de Berlín había convertido a la ciudad en una extraña para sí misma. Hans Ostwald, un ambicioso escritor unos años más joven que Hirschfeld, trató de trazar un mapa de los confines de la ciudad moderna, y el resultado fue uno de los relatos más amplios de la experiencia urbana jamás realizados: los Großstadt-Dokumente (Documentos de la Metrópolis). Comenzando en 1904 con Dunkle Winkel in Berlin (Rincones oscuros de Berlín) del propio Ostwald, un estudio sobre los vagabundos, y terminando cuatro años más tarde con las ostentosas juergas de los nuevos ricos de Neu-Berlin de Edmund Edel, las cincuenta y una ediciones alimentaron la voraz curiosidad del Bildungsbürgertum, la clase media educada. Vistos en conjunto, los Documentos de la Metrópolis parecen un estudio acucioso de una colonia lejana, especialmente ante la fila de imponentes tomos temáticos encuadernados en tela que recopilaban cinco volúmenes cada uno. Sin embargo, los Documentos de Metrópolis trazaron un mapa de las costumbres de la vida urbana moderna, centrándose especialmente en los desfavorecidos y marginados -prostitutas, bohemios, madres solteras, jugadores, espiritistas, alcohólicos y delincuentes-, así como en funcionarios, profesores, costureras, músicos, actores, deportistas y banqueros. Las tres cuartas partes de los títulos trataban sobre Berlín (con breves digresiones sobre Hamburgo, Viena y San Petersburgo). Y cuando Ostwald quiso retratar la vida de los marginados sexuales en la capital alemana, recurrió a Magnus Hirschfeld.

 

Colección personal de James J. Conway de los Documentos de Metrópolis. El Tercer Sexo de Berlín está incluido en el volumen titulado Das erotische Berlin.

 

El volumen resultante de 1904 fue, con diferencia, el más exitoso de los Documentos de la Metrópolis. Hoy en día, pocas obras emergen de los archivos con la urgencia del Berlins Drittes Geschlecht (El tercer sexo de Berlín) de Hirschfeld. Para ser justos, no surgió exactamente de la nada; ni siquiera fue el primer texto de Hirschfeld que abordó el «tercer sexo»: en los albores del nuevo siglo había publicado un panfleto para un público amplio titulado «Lo que la gente debe saber sobre el tercer sexo». El «tercer sexo» era una etiqueta de conveniencia en una época en la que los estudios de Hirschfeld seguían difuminando las distinciones entre género y sexualidad, confundiéndolas con características fisiológicas. En sus investigaciones sobre la atracción sexual, pronto se decantó por la noción de un continuo -décadas antes que Alfred Kinsey-, señalando que situarse en uno de los dos extremos, heterosexual u homosexual, era la excepción y no la regla. Hirschfeld no fue el único: un gran número de obras alemanas de la época examinaron este «tercer sexo», tanto en la ficción como en la no ficción, pero con poco consenso sobre lo que realmente abarcaba la categoría: ¿lesbianas y gays? ¿hombres y mujeres trans? ¿mujeres emancipadas, quizás? La etiqueta preferida por Hirschfeld para los individuos homosexuales y trans -una distinción no siempre clara en la época- era «Urning» (uraniano), pero evidentemente adoptó el término más modesto de «tercer sexo» para atraer al mayor número posible de lectores.

Los lectores del Tercer Sexo de Berlín, debidamente atraídos, se encontraron con todo un conjunto de inadaptados, desviados y marginados sexuales que retozaban en los márgenes legales de la sociedad. La «reunión de príncipes, condes y barones manifiestamente homosexuales» que discuten sobre Wagner, el baile sólo para mujeres en el que una «Carmen de ojos oscuros prende fuego a un jinete», el número de drags que imitan a Isadora Duncan, un café en el norte de la ciudad en el que las lesbianas judías juegan al ajedrez, grupos de jornaleros gays que se reúnen para cotillear antes de ocuparse de sus bordados, el barón ruso que distribuye limosnas a los chaperos en el Tiergarten, una taberna junto al canal donde los soldados de los cuarteles cercanos encuentran hombres gays más que dispuestos a pagarles su cuenta, y los anuncios clasificados encriptados con los que los solitarios y los cachondos intentan hacer la inmensa metrópolis un poco más pequeña.

 

(Continuará…)

 

James J. Conway nació en Sidney. Hoy vive en Berlín, donde es traductor del alemán al inglés, tanto comercial como literario. Ha traducido y publicado ocho libros para Rixdorf Editions, el más reciente de los cuales es Tres obras en prosa de Else Lasker-Schüler. Ha escrito para publicaciones como el Times Literary Supplement y Los Angeles Review of Books, así como para su propio sitio web de historia cultural alternativa, Strange Flowers.

 

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Traducido por David Meléndez Tormen