POEMA

 

 

 

 

Te canto a ti
que siembras vida
en cada rincón,
en cada mota de polvo
de nuestra existencia,
que alumbras los pasos
tímidos del mundo,
que extiendes el arco iris
para que sepamos
tu grandeza infinita.

Tu piel, tus bosques,
ríos y mares,
cantan la grandeza
en cada ecosistema,
en cada
hoja caída,
en cada aroma
que el campo nos regala,
en cada sentimiento
de nuestro ser
a la madre Tierra
que nos vio nacer.

Madre de todos,
hasta de una humilde piedra.
Madre que nos das amor
y correspondemos
con destrucción.
Que nos das alimento
y lo envenenamos
sin aliento.
Que nos das fuerza
y respondemos
contaminando tus venas.
Madre Tierra
no tienes altar.
Todo el planeta
es tu catedral.

La vida en sí misma
es tu regalo
y con oídos sordos
y ojos ciegos,
no escuchamos tu canto,
sólo el dolor
que te producen
al mutilar
tu honor.

Te damos la espalda
como traidores
sedientos de sangre.
Tú nos das comprensión
para cambiar
nuestra ambición.

Pero ya cansada
nos abandonas,
cierras las puertas
con fuertes cadenas
mientras el hombre calla
bañando su egoísmo
de risas cortadas.

¿Qué nos espera?
Nos hemos convertido
En su grave enfermedad
y si no la curamos
habremos conquistado
nuestra propia extinción
con el lamento
de su piedad.