La evaluación de los gobiernos chilenos de la Concertación con resultados de una sociedad rica con un per cápita que alcanzó 25.000 dólares y la desigualdad con el 50% de trabajadores más las y los jubilados viviendo con ingresos que no cubren los gastos del mes, en una muestra de inequidad que fue el caldo de cultivo del estallido social, que produce el quiebre del modelo neoliberal impuesto en dictadura.

Allí se marca el inicio de la instancia de construcción de un nuevo contrato social, por primera vez con participación ciudadana.

Todo lo dicho resulta el contexto en que se dan las caracterizaciones de la política y en particular de los políticos y su forma de proceder en el llamado periodo de transición.

El actual titular de la Secretaría General de la Presidencia comentó que, “Nuestra escala de valores y principios en torno a la política no solo dista del gobierno anterior, sino que creo que frente a una generación que nos antecedió, que podía estar identificada con el mismo rango del espectro político, como la centro izquierda y la izquierda, yo creo que estamos abordando los
temas con menos eufemismo y con más franqueza”.

El revuelo y la victimización de la clase política ante este comentario no se hizo esperar, y llevó al Ejecutivo a su práctica común de estos meses de salir rápidamente a pedir disculpas.

Pero más en el fondo, y más allá de la desesperación de las derechas frente a la caída de la opción Rechazo y de su correspondiente táctica de pegarle al gobierno de Boric por donde puedan, se tiene a la vista el comportamiento transversal de la clase política profesional, de sus discursos autorreferentes, de sus análisis autocomplacientes y que muestra su nulo aprendizaje desde sus “errores y malas prácticas” en este periodo social político vivido.

Se constata que siguen sin escuchar a la gente, no dialogan con la gente, y degradan la opinión testimonial de las vivencias de la realidad que le toca día a día sufrir a la ciudadanía.

No vemos, salvo honrosas excepciones, una nueva forma de hacer política, que esté acorde con los cambios que necesita la implementación de la nueva Constitución, y se sigue con la tónica de arrebatos compulsivos desde todos los sectores en el poder, que han sido lo característico y que aleja a la gente de la política y de estas personas que creen que pueden construir sociedad desde sus círculos de privilegiados, sin incorporar a los incumbentes reales, las y los trabajadores, las juventudes estudiantiles, las y los jubilados.

Las organizaciones sociales, vienen hace tiempo develando este distanciamiento de la elite política de la realidad social, condenando la chimuchina, la política de matinales y de espectáculo, clamando porque se asuma este tema clave para dejar la politiquería y empezar a acercarse a la construcción de las condiciones económicas, sociales, culturales, para una vida digna para los pueblos de Chile.

El cambio que necesita el país será con todas y todos, nunca más sin la gente, de otro modo todo se verá cuesta arriba, máxime si se mantiene esta desesperada búsqueda por retomar el
control desde la élite política, para cumplir su trasnochada lógica pinochetista de que “se debe cuidar a los ricos”.

 

Redacción colaborativa de Elizabeth Bravo, Guillermo Garcés, Cristian Inostroza, Gladys Mendoza, Silvia Hidalgo y Sandra Arriola Oporto.
Comisión política