La situación geopolítica actual, unida a las decisiones erróneas de los gobernantes del mundo que no saben o no quieren afrontar la gravedad del cambio climático, está acelerando de una forma jamás conocida, un retroceso en las políticas de conservación y protección, no sólo de nuestra biodiversidad, sino del equilibrio natural necesario para el buen funcionamiento de la maquinaria de nuestro planeta.

Las últimas decisiones oficiales de la Unión Europea junto  con las multinacionales, nos están llevando a un escenario dantesco del que no sabremos salir excepto con medidas radicales encaminadas, en la medida de lo posible, a erradicar la emergencia climática.

Por error, siempre se ha dependido la energía de la explotación abusiva de los recursos naturales. En un principio, de la leña, talando extensos bosques y utilizando además masivamente para la construcción de barcos. Más tarde del aceite de ballena que llevó a ciertas especies al borde de la extinción. Después fue el carbón originando la contaminación del aire principalmente en las ciudades. Le siguió el petróleo donde su producción intensa ha servido para mover el mundo y para que muchas multinacionales y países se hicieran con el control del mismo, siendo origen a su vez de conflictos bélicos y de grandes fortunas a costa de su explotación. Más tarde le siguió el gas y la energía nuclear. Esta última ocasionando graves accidentes con miles de muertos. Sin embargo, las energías renovables y especialmente la solar o el hidrógeno, han quedado apartadas del negocio energético rentable, cuando precisamente son con las que nos teníamos que haber quedado. Pero claro, el coste para los ciudadanos sería mínimo mientras que los beneficios a terceros, pocos. Y nunca ha interesado excepto para los vehículos y satélites espaciales.

Ahora, ante una guerra entre Ucrania y Rusia, se ha puesto en jaque a toda Europa por intervenir militarmente en la entrega de armas a uno de los contrincantes, en lugar de realizar esfuerzos para la paz. Al depender energéticamente de otros países, los ciudadanos europeos pagarán el fracaso diplomático de los políticos y en consecuencia las duras restricciones que se están imponiendo en todo el mundo.

Dentro de este contexto con el que nos estamos enfrentando, también la Unión Europea y muchos otros países han apostando por los vehículos eléctricos para combatir el cambio climático, sin que una vez más, no se haya previsto que para la obtención de millones de baterías, se va a necesitar abrir la tierra en busca de los minerales necesarios como el níquel, cobalto o manganeso. Cientos de empresas se han puesto en marcha en busca de los preciados minerales, sin respetar los ecosistemas de la Tierra, con anuencia de los gobiernos que ven nuevos ingresos en sus arcas a cambio de los recursos naturales necesarios para la fabricación de las baterías.

Por otro lado, se han retomado proyectos algunos de ellos parados, en busca de petróleo o extracción de gas como por ejemplo en la República Democrática del Congo, donde en Virunga, en la que habitan los últimos gorilas de montaña y por los que dio su vida Dyan Fossey.  El gobierno subasta 27 zonas para perforación y extracción de petróleo bajo el manto de la selva y tres zonas ya señaladas para extracción de gas.

Aunque el Gobierno de la RDC diga que el dinero será para los congoleños, la realidad será otra bien distinta como se ha comprobado en numerosas ocasiones. Los primeros perjudicados directos serán en primera instancia las poblaciones indígenas, pero los segundos serán las reducidas poblaciones del gorila de montaña que posiblemente en menos de treinta años habrán desaparecido. Les renta más el negocio del petróleo, níquel cobalto, manganeso, coltán o diamantes, que el de los  homínidos no humanos de montaña o del resto de sus hermanos que sobreviven en las selvas acosados por infinidad de peligros.

El tráfico de especies sigue de forma continuada, dejando un reguero de sangre y muerte en muchas poblaciones de gorilas, chimpancés y bonobos, a pesar de algunos esfuerzos de grupos locales que intentan salvaguardar su biodiversidad, intentando implicar a las aldeas. Pero el hambre y la miseria en la que atraviesan las poblaciones humanas, hacen que se agrave, añadiéndose la proliferación de una agricultura y ganadería extensiva. Las enfermedades también afectan a los homínidos no humanos, como el ébola, que se ha llevado por delante a poblaciones enteras de gorilas y chimpancés. Por otro lado muchas veces por necesidad y otras por placer exquisito exótico, también se cazan a grandes simios para comerlos. La deforestación continúa desertizando las selvas y llevándose por medio a cientos de especies endémicas únicas y destruyendo el hábitat de nuestros hermanos evolutivos. La lucha contra el tráfico de especies ha fracasado como ya he denunciado en varias ocasiones, ya que el CITES, el convenio que regula y controla el comercio de especies amenazadas, no es eficaz y los documentos necesarios que se necesitan para acompañar a una especie en peligro de extinción, son en muchas ocasiones sus datos falseados o simplemente son falsos. Un mismo CITES puede amparar todos los animales que se quieran utilizándolos una y otra vez, o bien blanqueando a las especies para convertirlas en nacimiento en cautividad, ya que de esa forma sí pueden entrar en el comercio de animales. En relación a los homínidos no humanos, ocurre exactamente igual. En diferentes foros oficiales he propuesto que para los grandes simios se podría perfectamente tener su propio DNI de identificación con sus huellas dactilares que son únicas y diferentes igual que los humanos.

Un bebe chimpancé, capturado en la selva tras matar a su familia que luchará hasta la muerte para impedirlo, llevado a ciertos países de Asia a través de rutas seguras facilitadas por funcionarios corruptos, se le puede extender un CITES de nacimiento en cautividad y a partir de ese momento entrar en el negocio del comercio de especies. Esto puede realizarse con cualquier especie.

En Indonesia habitan tres especies de orangutanes, una de ellas descubierta recientemente en la que quedan pocos ejemplares y su hábitat se encuentra en peligro por minas abiertas y obras de grandes infraestructuras. Hablo de los Tapanuli que hábitan en una pequeña zona al norte de la isla de Sumatra. Más al norte aún y separados por un gran lago, se encuentran los orangutanes de Sumatra. Los Tapanuli son los ancestros de las  otras dos especies de orangutanes (los de Sumatra y Borneo), quedan menos de 250 ejemplares y el Gobierno de Indonesia, a pesar de algunos esfuerzos que está realizando para la conservación de sus selvas, no está haciendo nada por ellos y la deforestación, que acompaña a los monocultivos de la palma de aceite, está causando graves estragos en la biodiversidad, incluido a los pueblos originarios.

La Doctora Biruté Galdikas de 76 años y que ya ha cumplido más de 50 años luchando por la conservación de los orangutanes de Borneo dentro del Parque Nacional de Tanjung Puting, considerada la mayor experta mundial de los orangutanes, ha declarado para Pressenza  que:

La situación no mejora para las poblaciones de orangutanes y sus bosques. Los orangutanes no tendrán ningún lugar donde estar cuando las actividades de desarrollo y agricultura industrial de las personas combinadas con el cambio climático destruyan los bosques que son su único hábitat. Nos deslizamos cuesta abajo no a ciegas, sino ajenos a lo que vemos a nuestro alrededor. “

Galdikas, a pesar de sus 76 años, de haber recibido varias operaciones delicadas y recientemente haber fallecido su marido, sigue en el campamento Leakey, en plena corazón del Parque Nacional intentando proteger las poblaciones de orangutanes que habitan en ese lugar. En una de sus obras traducido al español “Reflejos del Edén”, nos cuenta su lucha en la defensa de los homínidos no humanos más arbóreos y su amor incondicional hacia ellos.

El gorila de montaña, gorila de llanura, el chimpancé, el bonobo, orangután de Sumatra, los tapanuli y el orangután de Borneo; todos ellos homínidos y pertenecientes a nuestra propia familia, están siendo exterminados por los humanos. Ya lo hicimos con otros homos con los que convivimos hace miles de años y ahora lo hacemos con ellos. Parece como si no quisiéramos que ningún homínido excepto nosotros, pueda convivir paralelamente con nuestra existencia, cada cual en su ámbito evolutivo.

Los censos que se realizan a las poblaciones de homínidos no humanos, no corresponden con la realidad o son realizados muchas veces en vista a ciertos intereses de quien lo efectúe. Es imposible contar a sus poblaciones, sobre todo por la falta de acceso a muchos lugares de la selva y porque cada día hacen sus nidos y contabilizar los mismos, puede inducir a errores graves.

Por todo lo dicho, se hace necesario y de forma urgente que Naciones Unidas haga una declaración de los derechos de los homínidos no humanos o de los grandes simios y que la UNESCO los declare Patrimonio vivo de la humanidad. Con ello, se podría tener fuertes herramientas para exigir a los gobiernos que cumplan con la protección de sus poblaciones, al igual que lo tienen que hacer con los pueblos originarios y la población en general.

Es falso y engañar a los ciudadanos que, como son especies en peligro de extinción, se tienen que conservar las que están cautivas en zoos con el objeto de preservar la especie. Los homínidos que se encuentran encerrados en estos centros de negocio, han perdido todo el sentir por la supervivencia de sus vidas, todo se lo dan incluso el poder relacionarse. Ellos no lo eligen ni tampoco pueden recorrer vastas extensiones de selva en busca de alimentos, orientarse, vivir sus vidas como especies únicas. La cautividad les ha quitado la biología como especie y donde se encuentran, se aburren y tienen todo el tiempo del mundo para aprovechar un descuido de los operadores del zoo y escaparse.

Un informe detallado escrito por Bob Jacobs, profesor de neurociencia de Colorado College en conjunto con la Doctora Lori Marino, presidenta del Whale Santuary Project y ex profesora principal de la Universidad de Emory, aclaran que mantener  a los grandes mamíferos en zoológicos y acuarios daña sus cerebros. La cautividad ejerce una presión cruel neuronal en ellos. Y lo explican con todo lujo de detalles.

Bob afirma que tras décadas de estudiar el cerebro de humanos, elefantes africanos, ballenas y otros mamíferos grandes como los grandes simios, ha notado la gran sensibilidad del cerebro y los impactos graves en su estructura viviendo en cautividad. Muchos animales como los elefantes padecen artritis, obesidad o problemas cutáneos. Tanto los elefantes como las orcas suelen tener graves problemas dentales y las orcas en concreto en cautividad  padecen neumonía, enfermedades renales e infecciosas, así como gastrointestinales. Para estos científicos, muchos animales intentan hacer frente al cautiverio adoptando comportamientos anormales. Algunos desarrollan “estereotipias”, que son hábitos repetitivos y sin propósito concreto como mover constantemente la cabeza, balancearse incesantemente o masticar los barrotes de sus jaulas. Otros, especialmente los grandes felinos, deambulan por sus recintos muchas veces en círculo y otros muchos comportamientos que no se dan en libertad. Esta investigación neurocientífica indica que vivir en un entorno cautivo y estresante daña físicamente el cerebro.

Ya en Argentina está habiendo sentencias importantes que han dado la vuelta al mundo, en los que a una chimpancé y un orangután han sido declarados personas no humanas y sujetos a derecho.

La Dirección General de los Derechos de los Animales, dependiente del Ministerio de Asuntos Sociales y Agenda 2030 en España, a partir de septiembre, comienzan a elaborar una Ley específica para los grandes simios, que intenta dignificar a nuestros hermanos evolutivos protegiéndolos con unos derechos que jamás deberían haber sido quitados y que al tener tanto ellos como nosotros un mismo ancestro común, son imprescindibles para la propia historia de la humanidad. Buscamos restos y huesos de homínidos desaparecidos y, sin embargo, tenemos a poblaciones enteras de homínidos vivos y curiosamente los estamos exterminando o explotándolos como negocio de entretenimiento. ¿Haríamos igual si apreciaran un grupo de neandertales?

Debemos parar este genocidio hacia las poblaciones de homínidos no humanos, crear leyes de protección y para que sean reconocidos y protegidos por las propias Naciones Unidas. La geopolítica de la que hablaba al principio está poniendo trabas importantes para conseguir estos objetivos. Sin embargo y ahora más que nunca, tenemos que evitar el adiós a nuestros hermanos que han compartido con nosotros un largo trayecto evolutivo. Pero las miradas de los que dirigen el destino de la humanidad están puestas hacía intereses económicos, mientras que el sabor de la vida y la riqueza de nuestra biodiversidad, están fuera de sus objetivos.