Guido Carvajal, experto en el manejo del recurso hídrico en zonas urbanas y académico de la Universidad Andrés Bello, destaca la importancia de invertir, estudiar y gestionar el abastecimiento de agua, considerando ejemplos internacionales para comenzar a ser regiones o ciudades más sensibles a ella y, por ende, más sostenibles.

Las últimas precipitaciones dieron un respiro a la megasequía que enfrentaba el país desde hace 13 años, una de las más severas hasta ahora. Con las favorables lluvias se presentan desafíos y oportunidades, las que Guido Carvajal, académico de la Facultad de Ingeniería de la UNAB, analiza: “es recomendable avanzar hacia ciudades sensibles al agua y no depender únicamente de las condiciones climáticas para amortiguar la sequía que afecta a Chile”.

Según Carvajal, quien ha viajado y conoce de cerca estas ciudades, tales desafíos y oportunidades, incluyen la mejora en la administración del agua urbana de manera integrada y sostenible, que diversifique y aumente la oferta de recursos hídricos, por ejemplo, a través de reciclaje de agua, recarga de acuíferos y desalación, además, de incorporar funciones ecológicas y de resiliencia a nuestro entorno construido e infraestructura.

“Se deben realizar estas acciones para evitar inundaciones, erosiones y destrucción de infraestructura urbana. Sin embargo, hoy, el panorama es incierto, la notable falta de políticas públicas que incentiven iniciativas en esta área y le den la importancia que tiene está a la vista. También vemos el comportamiento de la comunidad, todo esto denota que estamos muy lejos de soluciones concretas para manejar las sequías, las que cada vez serán más severas al estar potenciadas a su vez por el cambio climático”, comenta el experto.

Para evolucionar, es importante tener un manejo del agua a nivel urbano que aspire a lo que se conoce internacionalmente como una “ciudad sensible al agua” (o “water sensitive city”). A nivel internacional, existen iniciativas que consideran estos conceptos como son “Australia’s Water Sensitive Cities”, “China’s Sponge Cities”, “Singapore’s ABC Waters”, “The United States’Low Impact Development”, y el “Vancouver’s Rain City Strategy” (Wong et al., 2020), que son reconocidas a nivel global.

Una ciudad sensible al agua se caracteriza por ser habitable, resiliente, sostenible y productiva económicamente. Asimismo, el recurso hídrico está respaldado por tres pilares centrales que se integran en el entorno urbano, según detalla el experto en el manejo del recurso hídrico en zonas urbanas:

1.- Ciudades como captaciones de suministro de agua que permitan acceso a una diversidad de fuentes de agua, abastecidas por una combinación integrada de infraestructura centralizada y descentralizada.

2.- Ciudades que brindan servicios ecosistémicos mediante la provisión de servicios para el entorno construido y natural.

3.- Ciudades que comprenden comunidades sensibles al agua con capital sociopolítico para la sostenibilidad y toma de decisiones y comportamientos sensibles al agua, según indican expertos en sus artículos Wong & Brown de 2009 frente al tema.

La sensibilidad al agua requiere un cambio profundo

El primer pilar de una ciudad sensible al agua, se relaciona con la diversificación de las fuentes del vital elemento más allá del abastecimiento clásico de aguas lluvia y escorrentía, el cual incluya soluciones tanto centralizadas como descentralizadas. Estas fuentes alternativas de agua incluyen esquemas de recarga de acuíferos (agua subterránea), manejo de aguas pluviales urbanas, almacenamiento de agua de lluvia -desde los techos de las casas y edificios-, aguas residuales recicladas y agua desalada.

Tales alternativas deben ser evaluadas considerando aspectos, tales como: costos de inversión y operación, precios, clima, objetivos e impactos ambientales y riesgos. “Junto a ello, es importante mencionar que un cambio de este tipo requiere de tiempo, por lo que no solucionará los problemas inmediatos de la sequía que enfrentamos actualmente. Lo que claramente, podría evitar que se le otorgue la importancia necesaria en comparación con otros proyectos como la desalación, que hoy en algunas partes sí se está realizando”, explica Carvajal.

El segundo pilar para avanzar hacia ciudades sensibles al agua considera asegurar que los futuros paisajes urbanos incorporen oportunidades y tecnologías, o más bien dicho, funciones ecológicas. “En este punto, se asegura la resiliencia ante los impactos del cambio climático. Vale decir, hacer frente a futuras incertidumbres en el suministro de agua urbana y extremos climáticos y, proporcionar servicios ecosistémicos para proteger y amortiguar los entornos acuáticos río abajo y otros hábitats ecológicos de estos impactos”, dice el académico de la UNAB.

Algunos ejemplos de estos usos, incluyen la protección del medio ambiente de contaminación de aguas de escorrentía urbanas y rehabilitación de cursos de agua urbanos a través de tecnologías como humedales construidos y sistemas de bioretención.

Posteriormente, el tercer pilar sostiene que aquellas ciudades que comprenden comunidades sensibles al agua, deben tener en cuenta los valores y aspiraciones de dicha colectividad, dado que, es imprescindible que rijan las decisiones de diseño urbano y la gestión del agua urbana, una ciudad se debe diseñar siempre pensando en favorecer y cuidar el vital elemento.

Por ello, una ciudad sensible al agua, se sustenta en su capital social e institucional inherente, lo cual se refleja en los siguientes puntos (1) comunidades que llevan un estilo de vida ecológicamente sostenible y reconocen el equilibrio y la presión constantes entre el consumo y conservación del capital natural de las ciudades; (2) capacidad industrial y profesional para innovar y adaptarse como practicantes reflexivos en la construcción de la ciudad; y (3) políticas gubernamentales que facilitan la evolución adaptativa de una ciudad sensible al agua.

En este contexto, el proyecto australiano Water Sensitive Cities (watersensitivecities.org.au), ha desarrollado estudios, herramientas y guías que permiten medir a través de indicadores, el nivel de avance o desarrollo que presenta una ciudad en relación a las características de una urbe sensible al recurso hídrico. Una de ellas, es la herramienta de evaluación comparativa para mapear el desempeño actual de la gestión del agua urbana de una ciudad frente a 34 indicadores que caracterizan una ciudad sensible al agua.

Los 34 indicadores se relacionan con siete objetivos de una ciudad sensible al agua incluyendo, la promoción de infraestructura adaptativa, asegurar una buena gobernanza sensible al agua, aumentar el capital comunitario, lograr la equidad de los servicios esenciales, mejorar la productividad y eficiencia de recursos, mejorar la salud ecológica, y asegurar la calidad del espacio urbano.

Finalmente, y, considerando estos elementos el experto y académico precisa que “Chile cuenta con recursos materiales, económicos y capital humano para avanzar hacia el desarrollo de ciudades sensibles al agua. Es necesario, instruirse con herramientas ya desarrolladas y considerar las prácticas internacionales”.

Y añade que “sólo de esta forma lograremos mejorar la sostenibilidad en relación al manejo de agua urbana en el corto y mediano plazo para aprovechar adecuadamente los recursos hídricos disponibles sin depender del factor climático para el abastecimiento del vital elemento”, finaliza Carvajal.