A veces, me pregunto si verdaderamente estamos en un país democrático o en un juego democrático, que solo se activa en las elecciones para después cerrar las compuertas de la verdad y abandonar a los votantes a su vida cada vez más difícil por las nefastas decisiones políticas. No existe, porque no interesa, una ley de políticos donde se regule sus obligaciones, sus derechos y se penalice con la expulsión o la cárcel a los que la incumplan. Mientras que el tribunal constitucional o el Consejo del Poder Judicial y otros cargos judiciales en las Comunidades estén nombrados  por los políticos, los intereses de unos y otros hacen que la justicia no sea igual para todos. Lo hemos visto en numerosas ocasiones en los medios de comunicación.

El próximo 15 de julio de 2022, se va a celebrar en el Palacio Real en Madrid, un homenaje, el tercero ya, por las víctimas ocasionadas por el COVID. Habrá silencios, aplausos, toque de oración y lamentaciones de todo tipo por nuestros supuestos representantes. Pero, sin embargo, todo es una pantalla para hacer olvidar el dolor impresionante que tuvieron que pasar los más de 35.670 ancianos que murieron en las primeras semanas de marzo y abril de 2020.  No se ha hecho justicia alguna ni toma de responsabilidades ni judiciales ni políticas por la pésima gestión realizada y para nada es una disculpa de que a todos nos haya cogido por sorpresa. Las Autoridades responsables deben estar siempre preparadas para cualquier emergencia nacional ya que para eso cobran una abultada paga, por ocupar un sillón que muchas veces se lo han ganado solo por estar en una lista del partido más votado sin otro mérito que ser militante o pelota del partido en cuestión.

Ya se han olvidado de los informes dramáticos realizados por Amnistía Internacional y Médicos sin Fronteras referente a lo sucedido en las residencias de ancianos y de los miles de ancianos que murieron sin asistencia, encerrados en sus habitaciones, solos, sin darles medicinas para rebajar sus dolores, sin compañía, muriendo en la soledad y angustiados sin saber qué estaba pasando y el por qué eran abandonados. Una muerte denigrante, sin poder ver a sus familiares en sus últimos momentos, encerrados sin compañía. ¿Es que ya se les ha olvidado este atropello sin sentido, doloroso, amargo e incomprensible? ¿Qué dolor deben tener los familiares en sus corazones por no haber estado junto a ellos en sus últimos momentos? ¿Y esos ancianos, algunos de ellos tirados en el suelo, sin asistencia, sin limpieza, llorando de amargura y soledad? ¿Es un país democrático el que permite todo lo que pasó a nuestros ancianos? Cuántas lecciones debemos de aprender de los pueblos indígenas que el mundo tanto odia y que, sin embargo, trata a sus ancianos con reverencia, con cuidados pues los consideran los sabios del pueblo.

Y a pesar de todo ello, de ser evidente el abandono que se produjo en las residencias de toda España, en unas comunidades más que en otras, a pesar de las denuncias realizadas por los familiares, el 89% de las mismas han sido archivadas por la Fiscalía cuya Fiscal General del Estado, Dolores Delgado, fue nombrada por el Gobierno en 2020, después de dejar su cargo como Ministra de Justicia. ¿Es esta la independencia judicial? ¿Con qué moral puede ir contra las acciones de un gobierno cuando ha sido nombrado por el mismo gobierno donde ejerció? ¿Ha sido por este motivo por lo que la mayoría de las denuncias hayan sido archivadas por la Fiscalía? ¿Qué ocultan? ¿Es este el homenaje que se va a dar a los fallecidos por el COVID en las residencias? ¿Por qué no se han llevado a los tribunales a los gerentes de las residencias implicadas o a los políticos que establecieron un protocolo para que los ancianos no fueran llevados a los hospitales? ¿Es justificable que los centros hospitalarios estuvieran llenos y por ello se ordenó que no fueran asistidos en las urgencias? Hay muchas preguntas que quedan aún por contestar después de dos años de silencio y de intentar olvidar lo sucedido. Amnistía Internacional ha denunciado la deficiente investigación de lo sucedido. Parece que hay muchas prisas para echar tierra a unos hechos degradantes, como se hizo con las víctimas del llamado Síndrome del aceite de colza, donde murieron 5.000 personas por intoxicación y que aún no se ha dicho la verdad de lo ocurrido ni está claro cuál fue la causa.

Llegados a este punto, también asombra la falta de información por parte de las Autoridades nacionales e internacionales, sobre el origen del COVD. Es impensable, que después de casi tres años, aún no se haya podido descubrir la causa que originó esta pandemia y que ha puesto en jaque al mundo. Está claro que nos ocultan la procedencia del mismo, ya que si hubiera sido por un salto de un animal al humano, ya sabríamos de que animal podría tratarse. Pero el mutismo internacional da cabida al hecho que cada vez está calando más en la sociedad. Muchos expertos ya anuncian que el origen se ha debido a un error humano en un escape de un laboratorio supuestamente de alta seguridad. Y con esto entramos en otro asunto complejo y que los gobiernos callan. Se sabe que existen cientos de laboratorios repartidos por el mundo realizando investigaciones con virus mortales y manipulando muchos otros para ser tenidos en cuenta como armas bacteriológicas. Si se reconociera que la procedencia del COVID ha sido creada en un laboratorio, públicamente dichos centros serían el objetivo de las críticas por parte de los ciudadanos y a ningún gobierno les interesa, porque todos tienen en sus laboratorios virus mortales. Por eso callan.

La cuestión es simple, como se hizo con las armas nucleares que por desgracia ahora están más engrasadas que nunca, una moratoria mundial en las investigaciones de manipulaciones de virus mortales. El cese total para evitar cualquier otro escape, por accidente o con intención, que se produzca en las instalaciones que aunque se denominen de alta seguridad, los riesgos siempre están presentes.

Como vemos, siempre el mutismo, la callada por respuesta, el olvido, el silencio, el desviar el asunto a otros de menor importancia, pasar hoja, el homenaje generalizado…, son respuestas de un gobierno que solo le interesa jugar a su juego y con sus propios intereses. Mientras, como muchos españoles murieron asesinados por el uno y otro bando enterrando los cadáveres en la cuneta durante la guerra civil, nuestros sabios a quienes les debemos respeto y ayuda, fueron enterrados solos, abandonados en la peor de sus pesadillas, angustiados. Un homenaje se realiza y se cierra, cuando las víctimas hayan sido reparadas y sus responsables puestos ante la justicia. Pero nada de esto ha pasado y, como el aceite de colza, irán pasando años con la intención de que los supuestos delitos hayan prescrito. De esta forma irracional está montada una sociedad que dice ser avanzada.

Ahora el Presidente amenaza con que se avecina una situación apocalíptica grave para la economía de España y a nivel internacional, mientras que también el Banco Central Europeo anuncia un escenario casi apocalíptico  si Rusia decide cortar el gas a Europa, ¿Alguien nos preguntó a los ciudadanos si queríamos participar en una guerra contra Rusia? ¿Alguien nos preguntó acerca de dar armas para matar con nuestros impuestos? Y ahora nos dicen que lo vamos a pagar nosotros. Los ciudadanos. Porque los políticos tienen sus espaldas cubiertas y sus sueldos asegurados. Esta es la realidad del nuevo Orden Mundial que también anunció nuestro Presidente de Gobierno. ¿Es este el nuevo orden mundial? ¿Más miedo a la sociedad para mantenernos callados? Cada vez más esto se está pareciendo a la novela titulada  1984 escrita por George Orwell en 1949, hace ya 73 años y que muy bien se podría cambiar el titulo poniendo 2022.

Allí arriba o en el universo paralelo donde estén nuestros mayores que fueron abandonados en sus lechos de muerte, estarán apenados y asombrados por lo que está ocurriendo aquí abajo. Sus palabras sabias no han sido escuchadas. Sus muertes tampoco han servido para que ese nuevo Orden Mundial fuera en beneficio de la vida, del bienestar, de la verdad y sobre todo de la dignidad.