El 5 de julio de 2022, los legisladores de la Unión Europea votaron para permitir que el gas natural y la energía nuclear sean etiquetados como inversiones verdes, ignorando todas las investigaciones que muestran el impacto destructivo de estas energías en nuestro medio ambiente. El riesgo de la energía nuclear es incluso mayor que el de las armas nucleares. Las explosiones de las centrales nucleares propagan la radiactividad a nivel del suelo y en cantidades mucho mayores que las armas nucleares, afectando a todas las formas de vida en una escala sin precedentes.

Esta decisión «verde» se tomó mientras Europa está inmersa en una guerra geopolítica con Rusia (a través de un conflicto indirecto en Ucrania), que ha producido una enorme tensión en las fuentes de energía. Europa y Estados Unidos han prohibido la mayoría de las transacciones económicas con Rusia, proveedor del 40% de la energía europea. Una segunda crisis que afecta a la decisión es la inflación mundial descontrolada que ha seguido a la pandemia de COVID. Estos dos fenómenos han triplicado en algunos lugares el precio de la energía, llevando el precio de la gasolina en Estados Unidos a 6 ó 7 dólares por galón, en lugar de los 2 ó 3 dólares de hace unos meses.

Los mismos poderes políticos que han negado durante décadas la influencia de las actividades humanas en nuestro medio ambiente están ahora manipulando la noción de energía renovable tratando de etiquetar el gas y la energía nuclear como verdes. Si hace 30 años esas mismas autoridades hubieran subido el precio del petróleo a los niveles actuales y hubieran invertido ese dinero en energías renovables, el coste de la energía hoy sería mínimo para todos y habría reducido el poder de los países productores de petróleo. Por supuesto, esta solución habría sido demasiado sencilla para las llamadas «naciones desarrolladas» y «demasiado costosa» para nuestras sociedades, que ahora dan ese dinero directamente a las compañías petroleras privadas (que no lo reinvierten en energías renovables).

Es interesante observar dos países cuya situación actual es bastante contrastada: Costa Rica, que empezó a invertir en energías renovables reales hace 30 años, y Francia, que tomó la decisión de invertir en energía nuclear. Hoy en día, la energía en Costa Rica es gratuita y el país produce más de lo que puede utilizar, mientras que Francia se enfrenta actualmente a una terrible crisis energética.

Según el Dr. Paul Dorfman, investigador asociado de la SPRU de la Universidad de Sussex, «EDF (la empresa nuclear francesa) está enormemente endeudada y se enfrenta a una factura de hasta 100.000 millones de euros para mantener su envejecido parque nuclear. El reactor EPR, el buque insignia de EDF, tiene sobrecostes y sobrecostes en todos los lugares donde construye».

Es hora de replantear nuestros modelos y objetivos y centrarnos más en el desarrollo a largo plazo que en el beneficio político a corto plazo. Esta crisis de origen humano debe ser abordada por todos; ningún representante hará el trabajo por ti. La «democracia formal» del occidente blanco está muerta y sin futuro. Necesitamos construir una nueva cultura que priorice el futuro y nos conduzca hacia la producción de energía segura y renovable que esté al alcance de todos.