Por: Iñaki Chaves en Pateras al Sur

Publicado en Mundo Obrero

En el nuevo escenario de país, conformado por el respaldo popular al Pacto Histórico y por las recomendaciones del informe de la Comisión de la Verdad, caben todas las clases y las edades, todas las opciones y las miradas, todas las ideologías y las creencias, todas las etnias y las opciones sexuales. Solamente hace falta creer que es posible y aceptar las diferencias.

Si cambiar los discursos no es fácil, menos lo es modificar los imaginarios condicionados por décadas de violencia en la sociedad, en las cabezas y en los corazones. El eslogan de la Comisión de la Verdad para el cierre de su impagable labor reza que “hay futuro si hay verdad”, es una llamada a la esperanza de una vida en paz si todos los actores del largo conflicto nos confesamos, nos arrepentimos, nos perdonamos y nos reconciliamos.

En este nuevo panorama ocupará un lugar destacado la necesidad de aprender a narrar la paz. No va a ser una tarea sencilla, porque las violencias se han instaurado en el ´normal` sobrevivir de las gentes de Colombia. Pero es una tarea ineludible si queremos convivir pacíficamente.

El informe final elaborado por la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición es un enorme y primer paso que no sólo recoge las vergüenzas de las acciones criminales que ha vivido el país, sino que supone el inicio de una nueva película de la que habrá que escribir el guion con un narrar distinto.

No callar, decir, escribir, pintar, fotografiar y cantar para construir un nuevo diálogo que sea respetuoso de las diversidades de este país donde el verde es de todos los colores y donde sus habitantes tienen pieles de múltiples tonalidades. Narrar pacíficamente para sacar a flote una sociedad azotada por las armas en esos surcos de dolores en los que no ha podido germinar el bien ni la libertad ha derramado su invencible luz.

Para romper el silencio contenido y dar voz a los gritos callados de las poblaciones excluidas, sin silenciar el resto de las voces que no comparten sus sufrimientos, es necesario juntar todas las narrativas, las del pueblo, las de la política, las de la academia y las de los medios, y todos los esfuerzos. Porque construir la paz requiere cambiar, de una vez por todas y para siempre, las armas por las palabras.

Palabras de paz para terminar con un conflicto “que no acaba de acabarse” y con una guerra cuyas víctimas han sido en un 80 % civiles. Palabras de paz para reconocer “a las victimas en su dolor, dignidad y resistencia y comprometernos con la reparación integral”.

Narrativas de paz para confrontar y enfrentar décadas de violencia armada y estructural, para explorar las experiencias de vida de quienes no quieren callar más y para transformar la sociedad recuperando la memoria, una memoria ejemplar que, como señalaba Benjamin, pueda relampaguear en momentos de nuevos peligros para la paz. Como señalamos en la presentación de la edición colombiana del libro Narrativas de paz, voces y sonidos “El ejercicio de articular una narrativa es entonces el ejercicio de buscar no desaparecer como ciudadanas y ciudadanos, de no sucumbir como sociedad. […] El lugar que ocupamos en una sociedad lo ocupamos por referencia a la forma en que nos auto-reconocemos y también a la forma en que nos reconocen los demás. Nuestra existencia social es entonces narrativa: nos narramos y nos narran. Narrativas de paz para hacerla posible” (Chaves, Múnera y Ruiz, 2020, p. 12).

Una nueva oportunidad para la paz, esa que empieza hoy y que habrá que seguir construyendo cada día, entre todas y todos, con quienes compartimos ideas y con quienes piensan distinto, con todas las especies y con la naturaleza: “Para el silencio una palabra / Para la oreja, un caracol / Un columpio pa’ la infancia / Y al oído un acordeón / Para la guerra, nada”.

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