El 15 de mayo fue el Día de la Madre en Uruguay. Por eso quiero dirigirme a las madres de mi querido País. Los dos siglos largos que llevan pariendo orientales han sido desparejos. Algunas han entrado en esta condición casi sin quererlo, tal vez demasiado niñas para comprender qué estaba agitándose dentro de su cuerpo. Algunas sintieron que eso no era para ellas; otras se llenaron de esperanzas; algunas sentían vergüenza, y otras orgullo. Hay madres que quisieron serlo siendo ya más grandes; hay quienes resolvieron ser mamás aún sin pareja; hay niñes que tienen dos madres y niñes que tienen dos padres. Muchas mujeres han sido abandonadas por los hombres; muchas han sido golpeadas; otras sometidas psicológicamente; muchísimas han decidido volverse único sostén de sus hijes ya que las maniobras evasivas del padre superaban las barreras legales (si es que ellas existen en la práctica) Y todo esto ha pasado frente a los ojos de doscientos años de historia, a una velocidad inusitada, dejando una estela de sorpresa y desubicación en el común de los viandantes.

¿Qué nos suele pasar cuando vemos una madre “atípica”? Lo que nos ocurre es que nos cuesta asimilarlo. Tenemos, sobre todo los más añosos, un modelo de familia metido en la cabeza. Por fortuna, los más jóvenes han ido superando la concepción burguesa y decadente de la familia, y sólo entienden de amor. Amor que sirve para cobijar al más pequeño, sin ataduras a modelos ya superados.

Pero no me quiero olvidar de hablarle al cuerpo. Porque de todas maneras se necesita un cuerpo para parir. Con un chico creciendo adentro, hay un cuerpo, aunque hoy ya no importe a veces cómo se generó ese nuevo ser humano. Al cuerpo quiero decirle que es imprescindible y se lo agradezco. Bendigo al cuerpo que parió a la mayoría de mi pueblo. Escucho el grito del vientre de aquella madre que un día no vio más a su hije; pero escucho y me enaltece escuchar que no calla. Pero maldigo al vientre que parió al explotador y al torturador. No me lo puedo callar; maldigo al cuerpo que trajo al mundo a aquellos que hoy se ensañan con los otros vientres, se burlan de ellos, los exprimen, los golpean y todavía quieren ser protegidos por otros tipos, que nacieron en el vientre que no pudo elegir, y terminó siendo el brazo del represor. A pocos días de la conmemoración de los asesinatos de mayo, maldigo los vientres que parieron a las bestias que pergeñaron todas las injusticias de la Historia, y a los vientres que piensen en parir a los explotadores de mañana. Mi cuerpo habla sin control porque me parieron para hablar y no para callar: gracias al vientre que me parió, y al hombre que estuvo con ese vientre, por explicarme de a poco, pero sin pausa, cómo es la vida más allá de la estúpida genética.