Ciudad de México, 4 de mayo de 2022

Por Janyck Beaulieu, miembro del Collectif international de la jeunesse francophone au FSM 2022

México, un estado conocido por su machismo y su cisheteropatriarcado en el que las mujeres trans experimentan una gran cantidad de transmisoginia. La violencia estructural, sistémica y simbólica forma parte de la vida cotidiana de las mujeres trans mexicanas. Ven cómo se violan constantemente sus derechos, se limitan sus oportunidades, se acumula la violencia, se les niega el empleo y mucho más.

Sin embargo en México existe la comunidad indígena zapoteca de Juchitán, en el estado de Oaxaca, que considera que hay tres géneros: masculino, femenino y muxhe. Los muxhes son, por lo general, personas a las que se les asigna el sexo masculino al nacer, y que se identifican como mujeres a partir de la adolescencia o la edad adulta, sin considerar que pertenecen a uno u otro, sino sólo a la identidad muxhe, una identidad aparte. La autoidentificación varía según el individuo: algunos se identifican como hombres pero expresan una identidad de género femenina, otros se identifican como mujeres y se alinean más con la comprensión de la cultura occidental de las personas trans, mientras que otros desean desafiar el género por completo. Esta voluntad de esa comunidad de no congelar/fijar lo que define exactamente la identidad muxhe, es una expresión de su deseo de no ajustarse a definiciones externas.

La transfobia es bastante rara en la cultura zapoteca. El género se considera dado por Dios y, por tanto, los muxhes se ven como una invención divina, que desafía todas las normas de género de nuestras sociedades occidentales. La lengua zapoteca, a diferencia del español, tampoco tiene género.

Foto de Janyck Beaulieu

El problema surge cuando los muxhes están fuera de la comunidad, donde se enfrentan al machismo, la transfobia y la transmisoginia que están muy presentes en la sociedad mexicana. Hay que recordar que la esperanza de vida de las mujeres trans en México es de 35 años, mientras que es de 75 años para las mujeres cisgénero. México es el segundo país de América Latina con más asesinatos de personas trans.

Las personas trans en México reclaman el derecho a existir, el derecho a luchar por sus sueños, el derecho a vivir y a ser. En palabras de Manuela Reyes, activista trans mexicana del barrio de Tepito, durante el panel Diálogos trans/decoloniales: racismo, clasismo y misoginia, «he estado luchando desde los 4-5 años, porque me decían ‘no, no, no’ y yo decía ‘sí, sí, sí’. Quiere decir alto y claro que ella y sus hermanas trans son supervivientes, mujeres resistentes, y que seguirán luchando todo lo que haga falta.