Me gustaría anunciar la publicación de un libro en el que se analizan las razones por las que la institución de la guerra sigue amenazando a la civilización humana y a la biosfera, así como las medidas que podrían adoptarse para librar al mundo de la guerra. El libro puede descargarse y difundirse gratuitamente desde el siguiente enlace: Un nuevo libro de descarga gratuita

Escrito por John Scales Avery

Carta de Albert Einstein a Sigmund Freud

«¿Por qué la guerra?», el título de este libro, era también el de una famosa carta que Albert Einstein escribió a Sigmund Freud.

En 1931, el Instituto Internacional de Cooperación Intelectual invitó a Albert Einstein a intercambiar correspondencia con una persona destacada de su elección, acerca de un tema de importancia para la sociedad. El Instituto tenía previsto publicar una colección de estos diálogos. Einstein aceptó de inmediato, y decidió escribirle a Sigmund Freud para pedirle su opinión respecto a cómo la humanidad podría liberarse de la maldición de la guerra. He aquí algunas citas de la carta de Einstein, traducidas del original en alemán:

«Estimado profesor Freud,

«Es sabido que, con el avance de la ciencia moderna, esta cuestión ha llegado a representar un asunto de vida o muerte para la civilización tal y como la conocemos; sin embargo, a pesar de todo el afán mostrado, cada intento de solucionarlo ha terminado en un lamentable fracaso.

«Creo además, que, aquellos cuyo deber es abordar el problema de manera profesional y práctica se están dando cuenta de su impotencia para afrontarlo, y actualmente tienen un deseo viviente de conocer los puntos de vista de los hombres que, absortos en la búsqueda de la ciencia, pueden ver los problemas del mundo con la perspectiva dada por la distancia. En cuanto a mí, el objetivo habitual de mi pensamiento no me permite conocer los lugares oscuros de la voluntad y los sentimientos humanos. Por lo tanto, en la investigación que ahora se propone, no puedo hacer más que tratar de aclarar la situación en cuestión y, despejando el terreno de las soluciones más obvias, permitirle a usted arrojar la luz de su amplio conocimiento de la vida instintiva del hombre para que ilumine el problema…

«Como alguien inmune a los prejuicios nacionalistas, personalmente veo una manera sencilla de tratar el aspecto superficial (es decir, administrativo) del problema: la creación, por consentimiento internacional, de un organismo legislativo y judicial para resolver todo conflicto que surja entre las naciones. Cada nación se comprometería a acatar las órdenes emitidas por este órgano legislativo, a invocar su decisión en todo litigio, a aceptar sus sentencias sin reservas y a llevar a cabo todas las medidas que el tribunal considere necesarias para la ejecución de sus decretos. Pero aquí, desde el principio, tropiezo con una dificultad; un tribunal es una institución humana que, en la medida en que el poder del que dispone es inadecuado para hacer cumplir sus veredictos, es un tanto más propenso a permitir que éstos sean desviados por presiones extrajudiciales…»

Freud respondió con una larga y reflexiva carta en la que decía que la tendencia al conflicto es una parte intrínseca de la naturaleza emocional humana, pero que las emociones pueden ser anuladas por la racionalidad, y que el comportamiento racional es la única esperanza para la humanidad.

El tribalismo y su relación con el nacionalismo

¿Hoy en día podemos dar mejores respuestas a las preguntas planteadas por el intercambio de cartas entre Albert Einstein y Sigmund Freud?

Las observaciones de Charles Darwin le convencieron de que en los humanos, al igual que en otros mamíferos, las emociones y su expresión son, en gran medida, características universales heredadas de su especie.

El estudio de los patrones de comportamiento heredados en los animales (y en los humanos) continuó en el siglo XX por investigadores como Karl von Frisch (1886-1982), Nikolaas Tinbergen (1907-1988) y Konrad Lorenz (1903-1989), tres científicos que compartieron el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1973.

El tercero de los galardonados en 1973, Konrad Lorenz, es el más controvertido, pero al mismo tiempo muy interesante en el contexto de los estudios sobre las causas de la guerra y los debates sobre cómo evitarla.

De pequeño le gustaban mucho los animales, y sus tolerantes padres le permitieron crear una gran colección de animales en su casa de Altenberg (Austria). Ya de niño se convirtió en un experto en el comportamiento de las aves acuáticas y descubrió el fenómeno de la impronta.

Le dieron un patito de un día de edad, y descubrió, para su gran alegría, que éste transfería su respuesta de seguimiento hacia su persona. Como descubrió Lorenz, las aves acuáticas jóvenes tienen un breve periodo, en el que inmediatamente después de salir del cascarón, identifican como su «madre» a quien ven primero. Más adelante, Lorenz continuó sus estudios sobre la impronta, y existe una conmovedora fotografía suya, con su barba blanca, parado en un estanque con el agua hasta la cintura, rodeado de un grupo de gansos que lo adoran y creen que es su madre. Lorenz también estudió el comportamiento de vinculación de las aves acuáticas.

Sin embargo, Konrad Lorenz es más conocido por su controvertido libro «Sobre la agresión». En este libro, Lorenz distingue entre agresión intergrupal y agresión intragrupal. Entre los animales, afirma, las peleas que definen el rango de sus miembros, rara vez son mortales. Por ejemplo, las peleas que determinan el liderazgo dentro de una manada de lobos acaban cuando el perdedor hace un gesto de sumisión. Por el contrario, las peleas entre grupos de animales suelen ser a muerte, como las guerras entre las colonias de hormigas, o de las abejas contra los intrusos, o la defensa de una manada de ratas contra ratas extrañas.

Muchos animales, incluidos los humanos, parecen estar dispuestos a asesinar o ser asesinados en defensa de las comunidades a las que pertenecen. Lorenz llama a esta tendencia conductual «la respuesta de defensa comunitaria». Señala que el «escalofrío sagrado» (el hormigueo de la columna vertebral que los humanos experimentan cuando realizan un acto heroico en defensa de sus comunidades) está relacionado con el reflejo prehumano de levantar el pelo del lomo de un animal cuando se enfrenta a un enemigo, un reflejo que hace que el animal parezca más grande de lo que realmente es.

En un ensayo titulado «The Urge to Self-Destruction» (en «The Place of Value in a World of Facts», A. Tiselius y S. Nielsson editores, Wiley, Nueva York, 1970), Arthur Koestler escribe:

«Incluso una mirada superficial a la historia debería convencernos de que los crímenes individuales, cometidos por motivos egoístas, desempeñan un papel bastante insignificante en la tragedia humana, en comparación con el número de personas masacradas por amor desinteresado a su propia tribu, nación, dinastía, iglesia o ideología… Las guerras no se libran por beneficio personal, sino por lealtad y devoción al rey, al país o a la causa…».

«Hemos visto en pantalla el resplandeciente amor al Führer en los rostros de la Juventud Hitleriana… Están paralizados de amor, como monjes perdidos en el éxtasis de las pinturas religiosas. El sonido del himno de la nación, la visión de la bandera de su orgullo, les hace sentirse parte de una comunidad maravillosamente amorosa. El fanático está dispuesto a dar su vida por el objeto de su adoración, como el amante está dispuesto a morir por su ídolo. Por desgracia, también está dispuesto a matar a cualquiera que represente una supuesta amenaza para el ídolo».

La emoción que Koestler describe aquí es igual que el mecanismo de defensa comunal («entusiasmo militante») descrito en términos biológicos por Lorenz.

Genética de la población

Las emociones humanas evolucionaron durante el largo período en que nuestros antepasados vivían en pequeñas tribus genéticamente homogéneas, compitiendo por el territorio en las praderas de África.

Para explicar desde un punto de vista evolutivo el mecanismo de defensa comunal del que habla Lorenz (la disposición de los seres humanos a asesinar y ser asesinados en defensa de sus comunidades), sólo tenemos que imaginar que nuestros antepasados vivían en pequeñas tribus y que el matrimonio tenía lugar probablemente dentro de una tribu, y no a través de las fronteras tribales. En estas circunstancias, cada tribu tendría la tendencia a estar conformada por individuos genéticamente similares. La propia tribu, antes que el individuo, sería la unidad sobre la que actuarían las fuerzas evolutivas de la selección natural. La idea de la selección de grupo en la evolución fue propuesta por primera vez por J.B.S. Haldane y R.A. Fischer, y recientemente ha sido discutida por W.D. Hamilton y E.O. Wilson.

Los complejos militares-industriales

En su discurso de despedida, el presidente estadounidense Dwight D. Eisenhower advirtió a su nación contra el excesivo poder que había adquirido el complejo militar-industrial durante la Segunda Guerra Mundial: «Nos hemos visto obligados a crear una industria armamentística de vastas proporciones», dijo Eisenhower, «…Ahora bien, esta combinación de un inmenso establecimiento militar y una gran industria armamentística es nueva en la experiencia estadounidense. La influencia total (económica, política, incluso espiritual) se siente en cada ciudad, en cada casa estatal, en cada oficina del gobierno federal… No debemos dejar de lado sus graves implicaciones. Nuestro trabajo, nuestros recursos y nuestro sustento están en juego, así como la propia estructura de nuestra sociedad… Debemos montar guardia en contra de la adquisición de influencia injustificada, aún si fue buscada o no, por parte del complejo militar-industrial. El potencial para que haya un desastroso aumento del poder injustificado existe y persistirá. No debemos dejar que el peso de esta combinación ponga en peligro nuestros procesos democráticos. No debemos dar nada por sentado».

Dado que el mundo gasta aproximadamente dos billones de dólares cada año en armamento, se deduce que mucha gente vive de la guerra. Esta es la razón por la que es correcto hablar de la guerra como una institución social, política y económica, y también una de las principales razones por las que la guerra persiste. Aún si todo el mundo se da cuenta de que es la causa de gran parte del sufrimiento de la humanidad.

Sabemos que la guerra es una locura, pero persiste. Sabemos que amenaza la supervivencia de nuestra especie, pero persiste, atrincherada en las actitudes de los historiadores, los editores de periódicos y los productores de televisión, atrincherada en los métodos con los que los políticos financian sus campañas, y atrincherada en el poder financiero de los fabricantes de armas; atrincherada también en el pesado y costoso armamento de la guerra, las flotas de buques de guerra, los bombarderos, los tanques, los misiles nucleares, etc.

Colonialismo

La Revolución Industrial abrió una enorme brecha en la fuerza militar entre las naciones industrializadas y el resto del mundo. Aprovechando su superioridad armamentística, Europa, Estados Unidos y Japón se repartieron rápidamente el resto del mundo en colonias, que actuaron como fuentes de materias primas y alimentos, y como mercados para los productos manufacturados. Entre 1800 y 1914, el porcentaje de la tierra bajo el dominio de las potencias coloniales aumentó, si se incluyen las colonias antiguas, hasta el 85%.

John Atkinson Hobson fue un economista y fabiano inglés (1858-1940) que ofreció una famosa explicación de la era colonial en su libro «Imperialismo: Un estudio» (1902). Según Hobson, el problema básico que condujo a la expansión colonial fue una distribución excesivamente desigual de los ingresos en los países industrializados. El resultado de esta distribución desigual era que ni los ricos ni los pobres podían comprar la producción total de su sociedad. Los ingresos de los pobres eran insuficientes, y los ricos eran muy pocos. Éstos tenían necesidades finitas y tendían a reinvertir su dinero. Como señaló Hobson, la reinversión en nuevas fábricas sólo empeoraba la situación al aumentar la producción.

Hobson había sido enviado como reportero por el Manchester Guardian para cubrir la Segunda Guerra de los Bóers. Sus experiencias le habían convencido de que las guerras coloniales tienen un motivo económico. Estas guerras se libran, en su opinión, para facilitar la inversión del exceso de dinero de los ricos en plantaciones y minas africanas o asiáticas, y para hacer posible la venta en el extranjero del exceso de productos manufacturados. Hobson creía que el imperialismo era inmoral. La cura que él proponía era una distribución más equitativa de los ingresos en los países manufactureros.

La guerra nuclear

¿Nuestros «Departamentos de Defensa» nos defienden realmente? ¡En absoluto! Su propio título es una mentira. El complejo militar-industrial se vende diciendo que defiende a los civiles. Justifica con esta afirmación unos presupuestos enormes y agobiantes, pero es un fraude. Para el complejo militar-industrial, el único objetivo es el dinero y el poder. Los civiles como nosotros sólo somos rehenes. Somos prescindibles. Somos peones en el juego del poder, del dinero.

Las naciones que poseen armas nucleares se amenazan mutuamente con la «Destrucción Mutua Asegurada», que tiene el acrónimo muy apropiado de MAD (por su acrónimo en inglés que significa «loco»).

¿Qué significa esto? ¿Significa que protegen a los civiles? Absolutamente no. Por el contrario, se les amenaza con la destrucción total. Los civiles desempeñan aquí el papel de rehenes en los juegos de poder de sus dirigentes.

Una guerra termonuclear hoy en día no sólo sería genocida, sino también omnicida. Mataría a personas de todas las edades, bebés, niños, jóvenes, madres, padres y abuelos, sin tener en cuenta la culpabilidad o la inocencia. Una guerra así sería la última catástrofe ecológica, destruyendo no sólo la civilización humana sino también gran parte de la biosfera.

¡Las armas nucleares son criminales! ¡Toda guerra es un crimen!

La guerra siempre ha sido una locura, siempre ha sido inmoral, siempre ha sido la causa de sufrimientos indescriptibles, del despilfarro económico y de la destrucción generalizada. Siempre ha sido una fuente de pobreza, de odio, de barbarie y de ciclos interminables de venganza y contravenganza.

Siempre ha sido considerado como un crimen que los soldados asesinen a las personas, al igual que es un crimen que los asesinos de la sociedad civil maten a las personas. Nunca ha existido una bandera lo suficientemente amplia como para encubrir las atrocidades. Pero hoy en día, el desarrollo de las armas termonucleares que lo destruyen todo, ha hecho que la guerra supere completamente los límites de la cordura y de la más elemental humanidad.

¿No podemos librar al mundo de estas armas demenciales y antihumanas, antes de que todo lo que tiene valor en nuestro hermoso mundo se reduzca a cenizas radiactivas? ¿No podemos librar al mundo de la institución de la guerra?

Puede encontrar otros libros y artículos sobre problemas globales en estos enlaces:

https://www.johnavery.info/

John Scales Avery

https://wsimag.com/authors/716-john-scales-avery


Traducido del inglés por: Alanissis Flores