Primavera silenciosa. Así titula el libro de Rachel Carson, una bióloga que documentó cómo las aves dejaron de cantar en algunos pueblos debido a que morían afectadas por pesticidas (como el DDT) y por la contaminación. Ese texto es considerado como pionero en el estudio del impacto ambiental, lo que hoy se conoce como cambio climático o crisis climática.

Esta crisis, que se traduce en el calentamiento global y sus secuelas, podría llevar al planeta a su sexta extinción global causada por las actividades del propio ser humano, según Elizabeth Kolbert, quien ganó el premio de periodismo Pulitzer de no ficción 2015. Se considera extinción masiva cuando desaparecen sin descendencia un 10% o más de las especies en un año, o un 50% o más en un periodo de uno y tres millones y medio de años.

Las cinco extinciones masivas que padeció la Tierra, según José A. de Azcárraga, son: del Ordovícico-Silúrico (causada por una supernova), Devónico-Carbonífero, Pérmico-Triásico (posible meteorito), Triásico-Jurásico (fragmentación de Pangea con erupciones masivas) y Cretácico-Terciario (impacto de meteorito). La probable sexta extinción se denomina del Holoceno y es atribuible al cambio climático y al calentamiento global, ambos aspectos causados por el ser humano.

¿Qué es el cambio climático? 

Los cambios en el clima son algo normal en la vida del planeta, pero las acciones del ser humano provocaron que esos cambios se estén dando de manera acelerada en períodos cortos de tiempo.

En los últimos 10.000 años, la temperatura promedio del planeta aumentó 0,6 grados centígrado, o sea, menos de un grado. Entre otras cosas, este aumento en la temperatura facilitó el desarrollo de la agricultura, permitiendo que la humanidad floreciera.

Sin embargo, a partir de la revolución industrial, con el auge de las maquinarias, los agroquímicos, las industrias y la producción a gran escala, se ha establecido un modelo de desarrollo (capitalista) que sobrepone los intereses económicos de los países industrializados por encima del equilibrio de los recursos naturales y del bienestar de la gente. Como consecuencia, la humanidad cada vez está generando una mayor cantidad de gases que pasan a concentrarse en la atmósfera alterando el equilibrio de un proceso natural conocido como efecto invernadero, indica el texto ABC del Cambio Climático, de la organización UICN.

Por ello, se puede decir que el cambio climático es la alteración del clima en el planeta como resultado de acciones realizadas por el hombre.

¿Qué es el efecto invernadero?

Es un proceso natural mediante el cual los gases que están presentes en la atmósfera absorben el calor de los rayos solares. Una parte de la radiación solar es reflejada por la atmósfera al espacio como un espejo, otra penetra y calienta la superficie de la Tierra. Una parte de estos rayos, ya con menor intensidad, son rebotados a la atmósfera, donde quedan atrapados por los gases, aumentando el calor y produciendo así el efecto invernadero.

Entre estos Gases de Efecto Invernadero (GEI) que determinan el calentamiento global se encuentran: dióxido de carbono CO2 (70% producido por la quema de combustible fósil y el 30% por la quema de bosques y otros cambios en el uso de la tierra), metano – CH4 (generado por agricultura, ganadería, pantanos, basura, deforestación), óxido nitroso – N2O (agricultura, uso de fertilizantes e industria química) y clorofluorocarbonos CFC (producido por la industrias del frío, plásticos, aerosoles, electrónica, etc.).

Países industrializados como EEUU, China, Alemania o Japón, son los mayores productores del dióxido de carbono.

Esta situación impacta de manera decisiva en el clima de todo el mundo.

Según la ONU, “ningún rincón del mundo está a salvo de las devastadoras consecuencias del cambio climático. El aumento de las temperaturas es la causa directa de la degradación ambiental, los desastres naturales, las condiciones meteorológicas extremas, la inseguridad alimentaria e hídrica, la disrupción económica, los conflictos y el terrorismo. Sube el nivel del mar, se derrite el Ártico, mueren los arrecifes de coral, se acidifican los océanos y arden los bosques”.

Un reporte de la BBC, con base en un reporte de la ONU, concluye que «no es posible descartar» una subida del nivel del mar que se acerque a los dos metros a finales de este siglo.

Otra de las consecuencias del cambio climático es precisamente la propagación de incendios.

En algo así como un círculo vicioso, el cambio climático favorece las condiciones para la propagación de incendios, es decir, temperaturas más altas, olas de calor, sequedad y aridez. Los incendios, a su vez, generan grandes cantidades de CO2 al liberar carbono almacenado por los árboles durante años.

Las emisiones de CO2 provocan que los incendios estén latentes durante más tiempo y frecuencia. Esos gases de efecto invernadero, a su vez, alimentan la crisis climática que favorece la extensión del fuego.

Estos grandes incendios forestales se presentaron recientemente en Estados Unidos, Rusia y Grecia. Un enorme incendio en el norte de California, destruyó cientos de casas y ha esparcido columnas de humo por toda la región, una serie de incendios forestales en Siberia destruyeron miles de hectáreas en una de las zonas más frías del planeta.

En Bolivia, aunque se registró una disminución de incendios respecto a los años pasados, aún la situación es preocupante.

Al respecto, el viceministro de Medio Ambiente, Biodiversidad, Cambios Climáticos y de Gestión y Desarrollo Forestal, Magín Herrera, reportó el martes que hubo un 45% de reducción de los incendios forestales en Bolivia en comparación a las gestiones pasadas.

“Respecto al 2019 – 2020, que se registraba más de 5 millones (de hectáreas afectadas por los incendios forestales), tenemos 45 por ciento menos que esas épocas. Los indicadores están ahí, 3 millones que es una cifra importante frente a los 5 millones”, dijo a los periodistas.

En la presente gestión, en algunos casos, se detectó que los incendios fueron provocados, indicó el viceministro de Defensa Civil, Juan Carlos Calvimontes, quien dijo que hasta la fecha se registró un total de 170 quemas de las cuales 148 corresponden a Santa Cruz y nueve a Cochabamba.

Todo lo mencionado evidencia, en términos generales, que el ser humano y los países industrializados, contribuyen al calentamiento global y al cambio climático que pone en riesgo la vida en el planeta y la coloca al borde de la extinción.

En ese contexto se prepara la 26 Conferencia de las Partes de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) en Glasgow, Escocia, del 31 de octubre al 12 de noviembre de 2021.

Bolivia asistirá al evento a exponer al mundo el modelo de cuidado y protección al medio ambiente (Pachamama o Madre Tierra) que es considerado como un ser vivo y sagrado para los pueblos ancestrales.

COP26, la última oportunidad

La COP26 es la conferencia relacionada con el clima más grande e importante del planeta. Estará presidida por el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte.

Sus antecedentes datan de hace 29 años, cuando la Organización de Naciones Unidas (ONU) organizó en 1992 en Río de Janeiro, Brasil, la Cumbre de la Tierra, en la que se adoptó la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), documento en el que los Estados acordaron “estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera”.

El objetivo fue evitar la interferencia de la actividad humana en el sistema climático. Hoy, el tratado cuenta con 197 signatarios. Después de que el tratado entró en vigor, la ONU organizó anualmente, desde 1994, reuniones con todos los países del mundo para las cumbres climáticas globales o “COP”.

En 2021, debió realizarse la 27 cumbre anual, es decir, el COP27; pero, debido a la pandemia de COVID-19, se retrasó un año.

“Si no se actúa con determinación, nos estamos jugando nuestra última oportunidad, literalmente, de cambiar el rumbo de las cosas”, dijo el secretario General de la ONU, António Guterres, según reportó este organismo internacional el 29 de octubre.

La COP26 es considerada un evento internacional de relevancia y una última oportunidad para definir acciones de alcance global, sobre todo, cuando en las últimas conferencias del clima los Estados negociaron establecer límites jurídicamente vinculantes a las emisiones de gases de efecto invernadero y definir un mecanismo de evaluación del cumplimiento.

El Protocolo de Kioto de 1997 definió que los límites de emisiones para las naciones desarrolladas debían alcanzarse para 2012 y el Acuerdo de París de 2015 estableció que todos los países intensifiquen los esfuerzos para intentar limitar el calentamiento global a 1,5°, un escenario considerado por la ONU como el “único futuro habitable para la humanidad”.

Una propuesta de unidad contra la crisis

Ante la crisis climática, el Estado Plurinacional de Bolivia impulsó la construcción de una propuesta enmarcada en los pueblos indígenas rumbo al 26 período de sesiones de la Conferencia de las Partes.

“Uno de los temas fundamentales para los pueblos indígenas es que nada tiene que ser mercancía. Los países desarrollados han empujado la economía verde, han impulsado la mercantilización del bosque, no quieren reducir los gases de efecto invernadero y quieren comprar certificados de carbono para seguir contaminando”, aseguró el vicecanciller Freddy Mamani, a la Agencia Boliviana de Información (ABI).

La Vicepresidencia de Bolivia, la Cancillería, el Ministerio de Medio Ambiente y Agua, y la Autoridad Plurinacional de la Madre Tierra organizaron, entre el 4 y 12 de octubre, el “Encuentro Mundial de los Pueblos por la Madre Tierra y Contra la Crisis Climática”.

Se fijó una posición como país, consensuada en conclusiones con las organizaciones sociales y sociedad civil de todo el mundo, rumbo a la COP26 de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.

“Se ha trabajado la propuesta con las organizaciones del Pacto de Unidad. Se ha trabajado en una conferencia mundial sobre los derechos de la Madre Tierra, se ha impulsado, se ha compartido”, aseveró la autoridad gubernamental.

La propuesta boliviana, que concentra los planteamientos de los pueblos de la región, cuenta con cinco ejes: 1) Enfrentando estructuralmente la crisis climática desde la mirada de los pueblos, 2) Llamado urgente de la Madre Tierra para combatir la crisis climática, 3) Acciones integrales para enfrentar la crisis climática y la defensa de la Vida, 4) Defensores de la comunidad de la vida contra la crisis climática y 5) La Contribución Nacionalmente Determinada (CND) del Estado Plurinacional de Bolivia.

En el eje 1, se considera que es un imperativo construir un nuevo modelo cosmobiocéntrico alternativo al antropocentrismo. Plantea denunciar el colonialismo de la economía verde y el colonialismo del mercado.

Además, sugiere reconocer que para enfrentar la crisis climática se debe desmontar el modelo capitalista como causa estructural de cambio climático. Se pide avanzar en la defensa de la Madre Tierra y el reconocimiento de sus derechos.

“Expresar que la única solución duradera y definitiva contra la crisis climática global es establecer a nivel planetario un horizonte civilizatorio del Vivir Bien en armonía con la Madre Tierra, que sustituya al modelo antropocéntrico que se basa en la explotación sin límite de la naturaleza y de los seres humanos”, se lee en el documento de conclusiones.

En el eje 2, se propone limitar el aumento de temperatura a 1,5° como tarea urgente para el cuidado de la vida en la Madre Tierra, compartiendo el presupuesto global de carbono existente restante de manera equitativa entre los países y tomando en cuenta las emisiones acumulativas históricas.

Enfatiza en que los países desarrollados deben comprometerse en la COP26 a multiplicar entre cinco a 10 veces sus compromisos actuales de reducción de emisiones para alcanzar emisiones reales cero al 2025 y máximo al 2030.

El eje 3 plantea la continuidad intergeneracional del conocimiento tradicional como prioridad para desenvolver, desde lo local, mecanismos propios de autogestión y control, para romper con la dependencia de otros modelos importados.

Se demanda que los planes de adaptación nacional deben considerar a las comunidades locales e indígenas, sus necesidades, sus propias capacidades y saberes locales, y sus derechos colectivos, así como respetar la voluntad de los pueblos indígenas y campesinos ante la aplicación de propuestas concretas de adaptación.

En el eje 4, se propone la aplicación de un enfoque, estrategias y acciones desde una mirada cosmobiocéntrica de las naciones, pueblos indígenas y comunidades locales como alternativa para enfrentar la crisis climática.

“Es fundamental avanzar en el reconocimiento y la importancia primordial de los  conocimientos ancestrales de los pueblos indígenas y las diferentes comunidades locales para mejorar las políticas y acciones de cambio climático plasmados en  planes, programas y proyectos de mitigación y adaptación al Cambio Climático con  recursos asegurados desde la cooperación internacional y locales, promoviendo mecanismos efectivos de financiamiento desde los Estados para el acceso directo a los fondos del clima”, se lee en las conclusiones.

En el último eje, el quinto, Bolivia reafirma su compromiso con el Acuerdo de París, los principios y provisiones de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC).

Bolivia plantea metas de mitigación y adaptación especialmente en los sectores de bosques, energía, agua y agropecuario, mediante acciones de esfuerzo nacional y con cooperación internacional.

En sintonía con la Política Plurinacional de Cambio Climático, plantea la promoción de la adaptación y resiliencia de los sistemas productivos y sistemas de vida. Además, prevé aumentar la capacidad de adaptación, disminución de la vulnerabilidad de los diferentes sectores sociales, económicos y ambientales con justicia climática, enfoque de género y equidad intergeneracional.

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