«Aquí no se rinde nadie!», señalaba una de las militantes de los partidos de Apruebo Dignidad, mientras escuchaba a su candidato Gabriel Boric levantar la esperanza de poder ganar el gobierno de Chile en la segunda vuelta electoral, que tendrá lugar el domingo 19 de diciembre. «Seguimos!» fue su palabra de cierre del discurso con el que llamó a la unidad a todas las fuerzas del progresismo y las izquierdas, a fin de poder derrotar a la derecha más ultra que ha llegado hoy primera en las urnas.

Se trata de una derecha al estilo Bolsonaro, que encabeza José Antonio Kast, abogado de 55 años, casado y padre de 9 hijos, cristiano, candidato del Frente Social Cristiano y que muestra simpatía con el gobierno de facto de Augusto Pinochet. Entre sus propuestas se encuentra la de terminar con el Ministerio de la Mujer, impedir el aborto, establecer nuevamente el «orden y el progreso» que impuso Pinochet y otorgar un indulto a quienes están condenados por crímenes de lesa humanidad, si han cumplido parte de su condena y tienen una edad avanzada.

A algo más de dos puntos porcentuales de distancia, llegó el candidato que representa a las nuevas generaciones, Gabriel Boric, con la propuesta de establecer el primer gobierno ecologista y feminista de Chile, que apunta a la reforma de las pensiones, a una salud justa, educación gratuita y de calidad, la protección de la Comisión Constituyente para que pueda completar su trabajo de redacción de una nueva Constitución, incorporando prácticamente todas las demandas de las luchas sociales.

El liberal Franco Parisi, un candidato que no pisó Chile durante toda la campaña y sólo emitió sus mensajes por redes sociales, salió tercero en la votación, obteniendo poco menos del 13%.

Los porcentajes, al 94,84% de mesas escrutadas, arroja un 27,97% para Kast y un 25,70% para Boric.

Respecto a los porcentajes de participación, a nivel nacional se evidencia una tendencia cada vez mayor al abstencionismo. De hecho, en las elecciones de 1989 votó el 92,4% de la población empadronada, porcentaje que en el 2005 había bajado al 81,1% y que de elección en elección fue disminuyendo hasta llegar hoy al 37,4% de votantes. Es decir que de los 15 millones de inscritos, concurrieron a las urnas únicamente 5,6 millones de personas.

Ese ausentismo es indicador de la enorme distancia entre el sentir de la gente y la acción política actual, que defrauda, frustra y enoja, abriendo flancos para el desarrollo de esta nueva derecha que ahora irrumpe con toda su fuerza.