Sin duda que el miedo guía no pocas conductas, actuaciones, decisiones, y bien lo saben quienes se dedican a manipularlo. El miedo se puede expresar de múltiples formas, via ansiedad, estrés, sobresalto, fobia, y en caso extremo, pánico. El miedo nos advierte, avisa de la inminencia de un peligro, o de lo que visualizamos como tal. Es un mecanismo de defensa. Quienes no tienen miedo no visualizan peligros, son los temerarios, quienes no saben lo que les espera. ¿Será posible no tener miedo?

El miedo es consustancial a la naturaleza humana y bien lo saben quienes ejercen el poder o aspiran alcanzarlo, estimulando, alentando el miedo. En las empresas, quienes detentan el poder querrán facilitar los despidos de los trabajadores que los fragiliza. Por su parte, éstos procurarán disponer de contratos que les aseguren tranquilidad y no vivir pendientes del miedo de perder el trabajo con el que se ganan el pan nuestro de cada día.

Sin duda que vivimos tiempos de miedo, siempre los hemos vivido. La contienda es desigual. El factor trabajo está supeditado al factor capital. Las organizaciones sindicales, cuya razón de ser es la defensa de los trabajadores, penan por su ausencia, por su pérdida de poder. Los tiempos de los grandes sindicatos han quedado atrás de la mano de la jibarización, tercerización, subcontratación empresarial. Hoy cada trabajador debe defenderse con sus propias uñas, negociando individualmente. Los menos calificados quedan indefensos, viéndose forzados a aceptar las condiciones que se les imponen. El miedo a perder el trabajo les acecha. Los más calificados, dependiendo de su especialidad y del mercado, son quienes tendrán la manija imponiendo condiciones gracias al poder del conocimiento que dispongan. En estos casos, son los empresarios a quienes les invadirá el miedo de perder recursos humanos valiosos.

El factor capital también la sufre. A los empresarios los alberga el miedo a la incertidumbre del mercado, a las veleidades de los clientes, al clima político-social, a la competencia, a la innovación tecnológica. Todos terminamos teniendo miedo, un miedo natural, producto de un futuro incierto, que no controlamos. Buscamos certezas para aminorar nuestros miedos.

Lo expuesto es extrapolable a la vida política y social de las naciones. En el caso de Chile, hace tiempo que vivimos tiempos de miedo, el que afecta, como si de un péndulo se tratara, primordialmente a unos o a otros, y en casos extremos, a todos. Es inevitable que en toda sociedad, a unos les vaya bien y a otros mal, que existan ganadores y perdedores, pero lo que es evitable, es que se tengan pocos grandes ganadores y muchos grandes perdedores. Cuando ello se da, el miedo asoma por lado y lado. Entre los perdedores, surge la rabia, el malestar, la sensación de injusticia; entre los ganadores, el miedo a perder el sitial de ganadores conquistado. Entre éstos se apoyarán en que merecido lo tienen, porque es fruto de su esfuerzo, olvidando que no pocos de los perdedores se esfuerzan en grado suma sin que por ello puedan abandonar su condición de tales, así como entre los ganadores no pocos lo son gracias a granjerías mal habidas u oportunidades que otros no tuvieron.

En síntesis, así como el miedo tiene su lado positivo, también tiene su lado negativo, dado que paraliza, obnubila, dificulta el raciocinio. En consecuencia, gestionar, regular, controlar el miedo es el desafío al momento de actuar y decidir en las más diversas instancias.

 

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