Muchas son las circunstancias por las cuales estamos transformando nuestra manera de vivir, así como  de emprender y hacer negocios. Desde las últimas décadas del siglo pasado, la revolución en las tecnologías de comunicación e información (TICs) es la que ha estado tras el desarrollo de determinados sectores en desmedro de otros, y automatizando procesos productivos. Todo ello ha impactado la productividad, la eficiencia y eficacia con que desempeñamos nuestros puestos de trabajo, modificándolos sustantivamente. Modificación que ha venido de la mano de la profesionalización, que ha redundado en una reducción del trabajo físico y un fuerte aumento del trabajo intelectual.

Como consecuencia de lo expuesto, junto con la seguridad y confiabilidad que  estaban ganando las plataformas informáticas, lentamente ha ido adquiriendo protagonismo el comercio electrónico, las transacciones digitales.

Hoy estos cambios están siendo conducidos y apremiados por covid19. La pandemia, que ha forzado a reducir el contacto físico, produciendo un distanciamiento social, está acelerando este proceso de digitalización del mundo de los negocios. Este ´proceso, al viabilizar el desarrollo de actividades en forma virtual, no presencial, ha evitado el colapso económico que toda pandemia conllevó en el pasado. Con todo, el mundo sigue andando, el quehacer económico no se ha paralizado.

Lo que estamos observando es un forzoso y colosal proceso de adaptación, tanto por parte de personas como de empresas. Preciso es reconocer que todo esto que estamos viviendo es gracias a las TICs que, entre otras cosas, están haciendo posible el trabajo en casa –in house-, al igual que las compras vía internet –on line-.

La virtualización de las más diversas actividades que ya estaban en marcha, con carácter voluntario, no obligatorio, de un día para otro se ha convertido en una necesidad de sobrevivencia tanto para las personas, en su calidad de trabajadores y consumidores, como para las empresas. El mejor ejemplo lo estamos viviendo en el plano educativo, donde de la noche a la mañana, aquellos establecimientos educacionales cuyo quehacer era esencialmente presencial, han tenido que virtualizarse. Si bien la presencialidad seguirá presente en numerosos sectores, la virtualización llegó para quedarse y asumir un rol protagónico. De igual modo, su incidencia en los procesos de compraventa crecerá fuertemente al igual que en los trámites públicos de todo orden.

En este mundo cada vez más digitalizado, los desafíos que tenemos como trabajadores y/o consumidores, fuerzan a reinventarnos una y otra vez, así como a estar en disposición de aprender toda la vida con ánimo colaborativo. Con mayor razón en el caso de las empresas cuyos modelos de negocios convencionales, basados en la presencialidad, están siendo jaqueados, puestos a prueba. El dilema no es menor: sobrevivir rentabilizando las empresas en la era digital, o perecer. Esta es la realidad en la que se encuentran actualmente las organizaciones, las cuales se ven en la necesidad de saber más acerca de sus clientes, respecto de sus gustos, sus preferencias. A ello debe agregarse la necesidad de que las empresas pasen de un diseño del negocio basado en la cadena de valor a un enfoque sistémico, integrador, no compartimentado.

Hoy las empresas están en condiciones de tener mayores conocimientos respecto de sus clientes a través de su historial de compras o de atenciones gracias a la capacidad de las TICs para el análisis de grandes volúmenes de datos (minería de datos) y el desarrollo de la inteligencia artificial. En nuestra vida diaria observamos que no pocas empresas “conocen” nuestros gustos, enviándonos ofertas de bienes/servicios relacionados con aquellos que ya compramos y/o por los cuales mostramos interés. Es lo que está ocurriendo con los bancos y empresas de telecomunicaciones y del retail. Si no tenemos este acabado conocimiento del comportamiento de los clientes, deberemos vender a través de terceros que sí conocen a los clientes, con lo que se pierde poder de venta, lo que deberá compensarse con alguna capacidad innovadora o de producción a bajo costo.

Lo que viene es desafiante, y por lo mismo, apasionante, pero al mismo tiempo, crecientemente incierto, afectando los niveles de seguridad que aspiramos y que debemos compensar de alguna manera. De allí que a medida que haya más automatización, más digitalización, más precarización laboral, sea comprensible la necesidad de asegurarnos un piso mínimo en temas cruciales, como el de la renta básica universal, la educación, la salud y las pensiones.

 

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