Clamor del pueblo colombiano

La democracia real es la salida hacia un cambio profundo

Tras más de dos semanas de paro productivo y protestas en toda Colombia, no puede haber dudas que es la expresión desesperada de un pueblo que padece un sostenido régimen de capitalismo neoliberal y terrorismo de estado.

No sorprenden estas expresiones de lucha social en Colombia, porque la necesidad de rebelión ante el aumento de la violencia estatal en lo económico, político y social se hizo masivamente insoportable.

Pobreza creciente, hambre, aumento de los privilegios para la banca, exenciones impositivas a las multinacionales, profundización del avance en las privatizaciones en la salud, en la educación, despojo de territorios, precarización mayor de la vida social y cultural, hacen extrema la exclusión y la desigualdad para decenas de millones de Colombianos.

Colombia es un país con enormes riquezas y lleno de pobreza. Sobra la fecundidad en los suelos, tiene abundancia de aguas, una gran diversidad de recursos, una enorme capacidad de trabajo en su pueblo. Es un país donde el 1,5 % de la población posee el 52 % de la tierra (Fuente PNUD). Dedica al cultivo agrícola sólo el 7,3 % de su territorio; importa cada año unos 12 millones de toneladas de alimentos y posee alrededor de 5 millones de campesinos y campesinas viviendo en condiciones miserables.

Esta situación de opresión acallada por la prensa, el multilateralismo y el sistema político internacional, tiene como principal cómplice y encubridor a la histórica injerencia, asistencia y presencia directa en el territorio colombiano de los EE.UU.

Bases militares de ese país adiestran a las fuerzas armadas y paramilitares que cometen sistemáticamente crímenes contra militantes sociales y permite el sostenimiento de ese gran negocio que es la industria del narcotráfico.

Desde la firma del Acuerdo Final de Paz en el año 2016, han sido asesinados en Colombia, 904 líderes, referentes sociales, y defensores de derechos humanos. Han matado a 276 ex combatientes de las FARC-EP, según información registrada en la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), en abril pasado. Al mismo tiempo que las comunidades campesinas y los pueblos originarios, padecen secuestros, homicidios y desapariciones.

En el presente la pretendida reforma tributaria ha sido el catalizador que ha generado que el paro nacional sea activo, con movilizaciones de millones de personas que en medio de la pandemia, la cuarentena y el confinamiento enfrentan las medidas de un gobierno carente de la más mínima sensibilidad social. Asambleas, encuentros, bloqueos en rutas, eventos culturales, ollas populares y todo tipo de acciones llevadas adelante sin practicar la violencia. Han sido el modo que masivamente se ha canalizado la participación popular, para que frene la masacre y el pueblo tenga otro tipo de condiciones de vida.

La respuesta al clamor popular del «uribista» Duque ha sido desatar el tratamiento militar frente a la protesta social civil. Como resultado las calles se convirtieron en zona de masacres y de represión generalizada, articulando el accionar militar, policial y paramilitar. Desde el Estado y los medios de comunicación asociados a él, se estigmatiza a los jóvenes, se los llama vándalos y se los condena como responsables de la violencia. El ultraderechista ex presidente Uribe ha tenido en este tipo de propaganda un papel perverso y despreciable.

Medios de comunicación que son vocerías de propaganda en poder del capital financiero y que únicamente pregonan las recetas del Banco Mundial y el FMI.

La hipocresía del gobierno es grosera, por un lado públicamente llama al diálogo, por otro continúa la represión brutal. Esto ha sido muy bien expresado en las calles cuando grupos de manifestantes afirman «Duque propone conversar de día y asesinarnos de noche».

En Colombia vive hoy un pueblo desesperado que necesita modificar en profundidad la organización social, su futuro tiene una oportunidad de cambio real, en manos de quienes están en las calles, sin el poder popular no se podrá dar otro rumbo a la opresión sin pausa que azota a Colombia desde su fundación.

Sabemos que las movilizaciones no podrán sostenerse indefinidamente. Es necesario que estas expresiones populares vayan articulando un plan de acción, una serie de propuestas y formas organizativas que puedan darle dirección a este proceso en el que por ahora conviven lo espontáneo con lo organizado.

Ese poder popular, si logra articularse en movimiento organizado, debe ser la base de sustentación, de cualquier proyecto político que no debe quedar solo en las manos de las cúpulas que se oponen al neoliberalismo, por mejores intenciones que ellas puedan tener.

El «fuera Duque» que se escucha en todas partes debe articularse con planteos de fondo, porque para cambiar verdaderamente la sociedad, no alcanza con que se vaya el títere de turno. Ese hecho puede ser el punto inicial de un nuevo proceso, que tenga como protagonista a un pueblo dispuesto a superar la democracia formal, avanzando hacia una democracia real donde el pueblo sea el protagonista central.

La democracia real como sistema de gobierno hacia el cual avanzar y la no violencia activa como método de lucha, son dos de las propuestas centrales que los humanistas proponemos como ejes prioritarios en el accionar de estos tiempos.

Cientos de organizaciones sociales y de DDHH colombianas piden por favor que no los dejen solos, que ayudemos a romper la impunidad que tiene el Estado colombiano, protegido por los intereses que sostienen a los grandes medios masivos locales e internacionales.

La clase dominante colombiana se ha manejado históricamente con una gran impunidad frente a la percepción de la comunidad internacional, que suele mirar para otro lado cuando se trata de la violación de los derechos humanos en el país.

El rol de Colombia en la región debe modificarse para que Latinoamérica recupere su condición de zona de paz sin injerencia imperialista, es una necesidad para el proceso de unidad regional de los pueblos. Es por eso que denunciamos y condenamos la presencia militar de las bases de USA y los acuerdos con la OTAN.

Las y los humanistas afirmamos que la situación de Colombia debe ser visibilizada y denunciada. El pueblo colombiano necesita el apoyo de todos los pueblos del mundo. Y un camino de construcción de un nuevo tipo de sociedad donde los seres humanos finalmente comprendamos que no habrá progreso, si no es de todos y para todos.

 

Equipo de Coordinación Internacional

Federación Internacional de Partidos Humanistas

 16-05-2021