La megaelección del 15 y 16 de este mes, dado que se trató de la elección de 4 cargos de representación popular, arrojó resultados impensados por las élites, las mentalidades lineales o lógicas, entre los que me incluyo.

Votó menos gente que para el plebiscito. En las 3 comunas de la capital del reino donde había ganado el rechazo, las que tienen el mayor ingreso per cápita del país, el primer día había votado el 40% de los habilitados para votar, el doble que en el resto del país. Si los pobres no votan, y más encima la derecha iba en una única lista para la elección de convencionales, y la izquierda en múltiples listas, eso me hizo presumir que la derecha lograría su objetivo de disponer con creces el tercio de los convencionales requeridos para bloquear todo cambio sustantivo en la constitución que alterara las bases del modelo de sociedad en el que estamos.

Sin embargo los resultados pulverizaron esta presunción sorprendiendo gratamente a unos e ingratamente a otros. Todos debiéramos reflexionar en torno a lo que nos dicen los resultados. Habrá tantas interpretaciones como analistas, desde las optimistas a las pesimistas. A pocas horas de conocidos los sorprendentes resultados que parecen dar cuenta de muchas cosas.

Aventuraré algunas hipótesis, entre ellas, que vivíamos en el limbo, en una suerte de mundo de bilz y pap, donde creíamos que todo andaba bien, que los problemas eran solucionables bajo el marco actual –la constitución vigente-, y que tan solo se requerían unos retoques o manitos de gato. Los resultados nos dicen que no, que esto no da para más, que se requiere repensarlo todo.

La gente se cansó, cansancio que venía arrastrándose desde la revolución pingüina del 2006, prosiguió el 2011, que estalló violentamente el 2019, que se expresó pacíficamente en el plebiscito del 2020, y que se confirmó ahora, el 2021 en esta megaelección. En ella se ha comprobado que los partidos políticos no han dado el ancho, no han sido capaces de cumplir su rol representativo de la ciudadanía, que le han dado la espalda. Se enfrascaron en la lucha por el poder olvidando su razón de ser y ahora la ciudadanía les ha pasado la cuenta.

La gente se cansó de ver a los mismos de siempre en carrera, de ver mucho papel mojado, mucho discurso, mucha meritocracia ficticial, de igualdad de oportunidades inexistentes. Pensábamos que el aguante era infinito, no lo fue a la luz del mazazo electoral experimentado. La gente, el pueblo, quiso un cambio de caras, de generación y nos parece decir que el modelo de sociedad en que estamos asentándonos requiere cirugía mayor. No nos dijo cuál es el modelo de país en el que queremos vivir, pero claramente dijo que hay que tirar al tacho de la basura el que estamos construyendo, que hay que rehacerlo todo.

La institucionalidad política está crujiendo como lo ilustra la composición que tendrá la convención constituyente. En ella, la lista de la derecha y la ultraderecha tendrán 37 convencionales (24%), la centroizquierda 25 convencionales (16%), la de izquierda 28 convencionales (18%), y las listas de independientes 48 convencionales (31%). A ellos habría que agregar los 17 convencionales provenientes del mundo de los pueblos originarios (11%).

La izquierda tiene razones para cantar victoria: logró superar a la centroizquierda que quedó muy desdibujada. La representación de la derecha en la convención quedó muy por debajo del tercio al que aspiraba para tener capacidad de veto. Y la izquierda del Frente Amplio y el PC fue superada por los independientes, que se apoderó de casi un tercio de los escaños convencionales. ¿Quiénes son los independientes? Habrá que ver con lupa y tiempo porque no es llegar y adscribirlos a la izquierda, mal que mal por algo se lanzaron por cuenta propia a las elecciones, fuera de los marcos partidarios. No obstante que ni la derecha ni la centroizquierda lograron lo que querían, unos y otros tienen recursos de sobra para reflexionar sobre lo ocurrido y dar pelea.

Es importante entender que ningún triunfo ni derrota es definitiva. Haciendo un símil con el futbol, este es un partido interminable, que tiene muchos tiempos. Acá terminó uno de estos tiempos, pero ahora viene otro. Nada es definitivo y bien lo sabemos. Se pierde y recupera terreno.

Ojalá se entienda que la desigualdad de todo orden que se está viviendo en el país, que afecta la dignidad de las personas, sea asumida en toda su magnitud. Estamos ante una oportunidad preciosa que debemos valorar positivamente más allá de si ganamos o perdimos. Estamos ante la oportunidad de elaborar una constitución en una convención paritaria, con participación de los pueblos originarios, integrada por quienes han sido elegidos mediante el voto popular Su gran desafío será dibujar el país que queremos para nosotros y nuestros hijos.

 

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