Con honrosas excepciones, una de las cuales son diarios que ejercen con eficacia un periodismo independiente y objetivo, el panorama de la prensa nacional está signado por la manipulación de la información y la desinformación.

En el Perú, la mayoría de empresarios periodísticos utilizan su poder para dictaminar qué enfoque deben tener las informaciones, cuáles serán omitidas o manipuladas, qué campañas periodísticas hay que hacer para favorecer o desprestigiar a alguna persona o algún sector de la sociedad.

En mi reciente artículo “‘Ciudadano Kane’: una metáfora de la prensa y el poder en el Perú”, sostuve que: “El personaje de la película [Citizen Kane, 1941], también usa su cadena de periódicos para influenciar en los electores de su candidatura a la presidencia de los Estados Unidos. Lo vemos ahora en el Perú, donde grandes grupos que manejan periódicos y canales de radio, televisión e internet, colocan a sus candidatos preferidos e intentan hundir a los que no son de su entorno”.

Esta es una práctica muy presente en medios de comunicación, especialmente la prensa escrita en el Perú, ligada a la desinformación y la manipulación de la información, donde los empresarios deciden qué se publica y qué no se publica en un periódico, de acuerdo a sus intereses personales, olvidando inclusive que un medio de comunicación tiene el deber de informar con veracidad, objetividad e imparcialidad, y que su principal destinatario, el público (los lectores) tienen el derecho a leer noticias y opiniones veraces, trascendentes.

Aunque los medios de comunicación surgieron a partir del idealismo y del servicio social, de querer hacer las cosas bien, de luchar por el progreso de su comunidad, pero en el ascenso vertiginoso de la popularidad esta inicial pureza se va trastocando y evoluciona gradualmente en una implacable búsqueda de poder.

Por ejemplo, el grupo editorial más grande del Perú manejado por una familia, nace a fines del siglo XIX con el ideal de hacer un periodismo al servicio del país, ahora controla más de la mitad de los medios de comunicación, y entre ellos maneja periódicos de corte sensacionalista, que exaltan en sus primeras planas hechos delincuenciales o, en otros casos, dan cobertura excesiva a la vida privada y romances de farándula, ventilando los trapos sucios de ciertos personajes intrascendentes de la televisión. ¿A quién le importa esto?

En cuanto al llamado “derecho de la información”, la libertad de expresión y el derecho de expresión, no son sino caras de la misma moneda del “deber de informar”. Yo tengo el derecho de informar, pero antes tengo el deber de formarme en los rectos principios éticos y en aprender todas las técnicas que me permitan desempeñar bien mi deber, según lo ha explicado el Dr. José María Desantes Guanter y la Dra. Marisa Aguirre Nieto, estudiosos del Derecho de la Información.

En este contexto actual de crisis global, debemos señalar que el estado de la economía peruana representa una desventaja para el próximo gobierno electo, después de haber soportado el embate de una pandemia que hizo caer el PBI un 11,12% y que lanzó a dos millones de habitantes al desempleo en 2020.

La Conferencia Episcopal Peruana, literalmente «Conferencia de los Obispos del Perú» ante todo recuerdan que “en el último lustro, la democracia peruana ha sido seriamente afectada por haber tenido cuatro presidentes y dos congresos distintos”, lo que no ha permitido que el país “camine hacia el desarrollo integral” y la consolidación de su institucionalidad democrática, ni tampoco “hacer frente eficazmente a la pandemia que está causando mucho sufrimiento en nuestra población”.

A lo largo de los años el periodismo ha fluctuado entre el compromiso, la indiferencia y la parcialización respecto de los fenómenos sociales. En la actualidad hagamos de los medios de comunicación una herramienta ética para anunciar el Perú actual.