16 de febrero 2021. El espectador

 

Según la Real Academia Española la palabra “relevante” viene del latín relavāns. Es un adjetivo que significa sobresaliente, destacado, importante, significativo.

Siendo así, se pregunta uno cómo es posible que al consejero presidencial para la Estabilización y la Consolidación no le parezca relevante que los señores Rodrigo Londoño (jefe máximo de las antiguas Farc, hoy partido de los Comunes) y Juan Manuel Santos (expresidente de Colombia y Premio Nobel de Paz) se hayan cruzado unas cartas históricas, tan nobles como urgentes, dignas de ser leídas, comprendidas y agradecidas por un país que a pesar de haber sido una y mil veces atravesado por las balas, no se da por vencido ni se da por vendido a los amos de la violencia.

Las dos cartas enaltecen a los firmantes, acérrimos enemigos en el pasado, y hoy unidos en el propósito de salvar vidas y rescatar la paz. Indignan –pero ni me sorprenden ni decepcionan, porque no espero nada de ellos– la reacción del señor Archila y el silencio de quien dice ejercer la Presidencia. Ya sabíamos que la paz y la generosidad les quedaron grandes. Como les quedaron grandes sus cargos y los juramentos que un día hicieron.

Para cualquier estructura de pensamiento con principios de lógica y compasión, las masacres, los asesinatos de líderes sociales y de firmantes de paz, el incumplimiento de la palabra dada y la galopante inequidad, deberían ser asuntos relevantes. Para combatir estas tragedias, lo sensato sería guardar los egos en el sótano, aunar esfuerzos, convocar a todos los que puedan aportar algo positivo y entender que 258 exguerrilleros y más de mil líderes asesinados, 12 masacres en mes y medio del 2021 y 91 en el 2020, fracturan a Colombia y son, por supuesto, importantes.

¿Es éticamente válido que un gobierno no considere prioritaria la defensa de la vida? Duele cada eslabón en esta cadena de indolencia, graves desaciertos, absurdos en el manejo de las relaciones internacionales, ausencia de empatía y exceso de falacias.

Si no han leído la carta de Rodrigo Londoño al expresidente Santos, y la que él le respondió, les ruego hacerlo. Léanlas completas, del primero al último renglón, con los espíritus desarmados. Permitan que se encienda esa luz que aparece cuando descubrimos que el odio no es una condena irreversible; que sí se pueden entregar las armas y deponer la hostilidad; que si la guerra ha sido nuestro peor error, no sacar adelante la paz sería un fracaso aún más degradante. Esas cartas son dos testimonios sublimes, un logro del Acuerdo y un motor para todos los defensores de paz.

Punto entristecido. Envío un mensaje de cariño y solidaridad por el fallecimiento de Luis Fernando Arias, consejero Mayor de la Organización Nacional Indígena Colombiana, ONIC. Un hombre valiente, un trabajador perseverante, iluminado, con una fuerza espiritual inolvidable y una hermosa capacidad de hacernos sentir el pulso de la Madre Tierra. Hijo de La Sierra Nevada de Gonawindúa, corazón del mundo, el consejero Mayor seguirá guiando -desde donde esté y en compañía de las voces ancestrales- a los pueblos indígenas; protegerá sus vidas, su dignidad y su historia. Siento que él sabía leer el alma del mundo, y parecía llevar siempre un arco iris entre el cielo y la tierra, de la mirada al corazón. Paz en su siembra; presencia eterna en la tierra, en el viento y en el mar.

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