Escrito por: Marc Finaud, Tony Robinson, y Mona Saleh[i]

Los recientes acontecimientos en Oriente Medio y la llegada de la administración de Biden nos ofrecen oportunidades únicas para mejorar la seguridad regional. Sin embargo, los obstáculos en el camino hacia ese tipo de progreso no desaparecen con tanta facilidad.

Entre estos avances se encuentran los reconocidos Acuerdos de Abraham del 13 de agosto de 2020, celebrados entre Israel, los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Estados Unidos; seguidos de los acuerdos de normalización que fueron ampliados a Bahrein, Sudán y Marruecos, dejando la puerta abierta para que se sumen otros Estados árabes o islámicos. Aunque los dos incentivos principales para tales acuerdos fueron: la perspectiva acerca de las importantes ventas de armas por parte de Estados Unidos y una coalición emergente contra Irán, estos avances sólo pueden repercutir favorablemente en las perspectivas de estabilidad en la región e incluso en las negociaciones sobre el control de armas. A pesar de su rechazo por parte de los palestinos, el acercamiento entre israelíes y árabes puede ayudar a desarrollar los lazos económicos, crear contactos personales y aumentar la confianza mutua.

El impacto de los Acuerdos de Abraham en la seguridad regional y en las negociaciones de control de armas, como por ejemplo el esfuerzo que tomó décadas para establecer una Zona libre de armas de destrucción masiva (en adelante mencionada como ‘la Zona), aún está por verse. Los Acuerdos no sólo cuestionan el consenso tradicional árabe acerca de la Iniciativa de Paz Árabe del 2002 (que condicionaba la formalización de la creación de un Estado palestino), sino también la posición conjunta sobre la Zona, que en una fase temprana exigía que Israel se deshiciera de sus armas nucleares.

Los Acuerdos de Abraham no son tan detallados como los tratados de paz con Egipto (de 1979) y Jordania (de 1994), precisamente porque no hay una historia de conflicto armado directo entre los estados firmantes e Israel. Sin embargo, es una señal de que la región aparentemente está superando el antiguo conflicto árabe-israelí y palestino-israelí, alejándose del rechazo de la mayoría de los Estados árabes a reconocer o entablar conversaciones con Israel.

Entre los Acuerdos, particularmente el acuerdo con los EAU, enumeran «las esferas de intereses mutuos» (desde la inversión, el comercio, la ciencia y la tecnología, la aviación civil, hasta el turismo, la energía, etc.), pero su dimensión dominante es la de seguridad. Los Estados firmantes están dispuestos a entrar en una nueva coalición/alianza con Estados Unidos (de la que forma parte Israel) para contrarrestar «la amenaza iraní»: una especie de garantía de seguridad en términos de acuerdos de armas y misiones militares para apoyar a los aliados, en caso de que lo necesiten. Esto también se ve reforzado por el hecho de que Trump sacó a Israel del Mando Europeo del ejército estadounidense y lo trasladó al Mando Central de los Estados Unidos, donde están incluidos otros países de Oriente Medio.

Estos acontecimientos se ven reforzados incluso con la Declaración de Reconciliación de al-Ula entre todos los Estados del Golfo para resolver la disputa entre «el Cuarteto» (Arabia Saudí, los EAU, Bahréin y Egipto) y Qatar y mejorar su resistencia a Irán.

Al observar de forma conjunta estos tres últimos acontecimientos regionales se puede deducir que existe una clara dirección marcada por los Estados del Golfo, bajo los auspicios de Estados Unidos, con el fin de formar una alianza en la región, incluyendo a su nuevo ‘amigo’, Israel, en contra de Irán. La cuestión que sigue pendiente es si la administración de Biden seguirá avanzando en la misma dirección, y cómo podría hacerlo, al mismo tiempo que aborda el tambaleante Acuerdo Nuclear con Irán (JCPOA) junto con amplias implicaciones de seguridad para la región.

De vuelta a la Zona…

Los Acuerdos de Abraham no sólo han dividido a los Estados árabes debido a la problemática palestina, sino que también pueden tener un impacto directo en los esfuerzos actuales para negociar una zona libre de armas nucleares. Éstos dieron un nuevo giro en el 2019, dentro de la Conferencia de la Asamblea General de la ONU, a pesar del boicot de Israel y Estados Unidos. Es posible que una fisura aparezca entre los Estados que han normalizado recientemente sus relaciones con Israel (y por tanto han aceptado implícitamente que Israel es un Estado con armas nucleares) y los que siguen oponiéndose a ello. Sin embargo, es un asunto que todavía no ha entrado en discusión. De hecho, los Acuerdos abren sus puertas a una alianza militar de facto, con el único Estado de la región que posee armas nucleares. ¿Este será el comienzo de la proliferación de armas nucleares en la región, junto con otros estados uniéndose a esta carrera? ¿Israel entrará en una alianza militar, en la que se arriesga a renunciar a su ventaja militar y tecnológica?

Desde que el proyecto de la Zona se encuentra sobre la mesa, frente a la petición de los árabes de ‘primero el desarme’, Israel ha evitado sistemáticamente hablar de desarme nuclear, argumentando que necesitaba que los Estados recorrieran un «largo pasillo» y percibieran los efectos del reconocimiento mutuo, la normalización y la paz, y el establecimiento de una arquitectura de seguridad regional. Por supuesto que Israel, junto con sus nuevos aliados, puede alegar que las amenazas de Irán siguen justificando el mantenimiento de la disuasión nuclear. Sin embargo, las perspectivas de normalización, un JCPOA restaurado y la reanudación de las negociaciones con los palestinos pueden contribuir a que Israel sienta que, después de todo, puede haber luz al final del «largo pasillo». Es posible que sea alentado por el apoyo internacional al Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPNW) que deslegitima y estigmatiza las armas nucleares. Pero, por supuesto, todas estas posibles mejoras en la forma en que Israel ve sus posibles amenazas, son hipotéticas.

El camino a seguir

A pesar de los retos que los Acuerdos de Abraham plantean a los intentos actuales de reactivar serias negociaciones de control de armas, este nuevo acercamiento árabe-israelí es una oportunidad para un nuevo intento de comprometer a las distintas partes y avanzar. Ha llegado el momento de denunciar los Acuerdos de Abraham por lo que evitan discutir, y pedir a sus firmantes que hagan más explícito el vínculo entre la paz, el reconocimiento y la formalización con Israel, y que éste se comprometa seriamente con las negociaciones de la Zona.

Aunque los acuerdos sobre armas que acompañan a los Acuerdos de Abraham socavan gravemente las perspectivas de seguridad en la región, estos acuerdos tienen un aspecto positivo: ponen a prueba la validez y la credibilidad del enfoque del «largo corredor» de Israel. Durante mucho tiempo, Israel ha insistido en que no puede comprometerse con el desarme hasta que otros avancen por ese corredor. Sin embargo, en la actualidad, la comunidad internacional y la sociedad civil pueden desafiar a Israel, ya que los Acuerdos de Abraham demuestran que se han dado varios pasos a lo largo del extenso corredor, y que es el turno de Israel de dar pasos firmes hacia el proceso de la Zona.

Además, los Acuerdos deberían considerarse como una oportunidad para debatir las preocupaciones de seguridad regional más amplias en el marco de las negociaciones de la Zona, dado que tanto Israel como sus nuevos aliados árabes comparten la necesidad de mejorar su propia seguridad o de abordar sus propias preocupaciones de seguridad. Israel, con su ventaja tecnológica y su capacidad de disuasión nuclear, aún se siente amenazado y necesita la paz y el reconocimiento de otros Estados regionales para mejorar su propia seguridad. Algunos Estados árabes se sienten amenazados por Irán y sus programas tanto nucleares como de misiles balísticos, y necesitan a Estados Unidos como el garante de su seguridad.

Este acercamiento (y la esperada formalización a largo plazo que debería ayudar como una medida para fomentar la confianza) podría aprovecharse como una oportunidad para iniciar negociaciones serias acerca de asuntos de seguridad regional más amplios que no excluyan a Irán. El JCPOA es la mejor garantía para detener cualquier ambición nuclear iraní en la región. Si Israel y otros Estados árabes objetan que las cuestiones de seguridad regional más amplias no son abordadas, tales como los misiles balísticos o los conflictos regionales, ésta es una oportunidad para iniciar negociaciones multilaterales acerca de las cuestiones de seguridad regional más polémicas en el marco del proceso encomendado por la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Todas las partes interesadas tienen un papel decisivo que desempeñar: el papel de Estados Unidos, el P5 y la Unión Europea es de garantizar el pleno cumplimiento del JCPOA por todas las partes. El papel de Israel es el de aprovechar esta oportunidad histórica para promover la arquitectura de seguridad regional que tanto desea tener. El de los Estados árabes es el de buscar garantías de seguridad tanto de Estados Unidos como de Israel, que puedan evitar una carrera de armas nucleares en la región. Por último, el papel de la sociedad civil es el de aprovechar el acercamiento regional para convencer a sus gobiernos de que la región necesita menos armamento y más seguridad humanitaria.

 

[i]  Marc Finaud (Francia/Suiza) es jefe de Proliferación de Armas en el Centro de Política de Seguridad de Ginebra (GCSP)

Tony Robinson (Reino Unido) es director de la Organización del Tratado de Oriente Medio (METO)

Mona Saleh (Egipto) es investigadora de doctorado en el Instituto Alemán de Estudios Globales y de Área (GIGA)

 


Traducido del inglés por Alanissis Flores

El artículo original se puede leer aquí