Por Sergio Rodríguez Gelfenstein

Aunque se ha vendido como una gran victoria la resolución aprobada el miércoles 8 por la Organización de Estados Americanos (OEA), que desconoce el resultado de las elecciones parlamentarias de Venezuela, es en realidad expresión de la profunda crisis por la que atraviesa la institución.

Que la resolución haya sido presentada por Estados Unidos, Brasil y Colombia transforma el panfleto en una condecoración que honra a la nación bolivariana.

Conformada por 33 países después del formal retiro de Venezuela en 2019 y la expulsión de Cuba en 1962, más de un tercio de sus miembros no apoyó la resolución. Ello muestra una organización dividida y carente de autoridad que en la práctica se muestra como una alianza de gobiernos de derecha dirigidos por Estados Unidos para mantener y profundizar su dominio sobre la región.

Su conocida caracterización de ‘ministerio de colonias de Estados Unidos’ se ha reducido casi exclusivamente a la organización de fraudes electorales y golpes de Estado. En este sentido tuvo éxito imponiendo a Juan Orlando Hernández en Honduras en 2017 y a Jeanine Añez en Bolivia en 2019. Pero fracasó estrepitosamente en Nicaragua (2018) cuando aupó la insurrección golpista contra el gobierno de Daniel Ortega; en San Vicente y las Granadinas así como en Guyana durante este 2020 donde intentó infructuosamente “ensuciar” las elecciones para que se declarara fraude y poder imponer a sus candidatos.

Ni hablar de Venezuela donde, desde su elección como secretario general, Luis Almagro ha intentado derrocar al gobierno del presidente Maduro utilizando todo tipo de velados y abiertos subterfugios así como los variados instrumentos que Washington ha puesto a su alcance para tal fin. En la búsqueda de este objetivo se asemeja al Cártel de Lima, su hijo putativo, parido contra natura, que también ha fracasado.

Si nos atenemos al desprecio manifestado por Donald Trump contra el multilateralismo y sus instituciones, al punto que ni siquiera quiso “ensuciar su reputación” formando parte del Cartel de Lima, deberíamos concluir que Almagro ha actuado por iniciativa propia en su interés personal de servir a Estados Unidos como forma de prolongar su estadía en la secretaría general. Llegando al paroxismo cuando en septiembre de 2018 anunció que no se podía descartar una intervención armada contra Venezuela, pasando por encima incluso de la Carta de la ONU.

Sin embargo, pareciera que el golpe de Estado contra Evo Morales en 2019, –que Almagro reivindicó como de autoría propia en un libro publicado el pasado noviembre bajo el título «Luis Almagro no pide perdón»–, ha rebasado toda tolerancia, incluso de aquellos que lo promovieron y auparon.

Todo se produce cuando Trump ya va de salida. En los últimos 4 años ciertas fuerzas y personajes guardaron silencio cómplice antes los desmanes y tropelías del ex ministro de relaciones exteriores del gobierno de José Mujica. Uno de ellos es el ex presidente colombiano Juan Manuel Santos quien afirmó recientemente: “La OEA no está funcionado”. Según el periódico bogotano “El Espectador”, Santos hizo esta aseveración el pasado jueves 10 de diciembre durante un foro virtual organizado por el think tank Dialogo Interamericano con sede en Washington, en el que también participaron los ex mandatarios Ricardo Lagos de Chile, Ernesto Zedillo de México y Laura Chinchilla de Costa Rica.

Ahondando en el asunto, Santos aseveró que los países de la región han sido incapaces de acordar una visión básica o un objetivo para la institución en el mundo actual y remató ratificando que no creía que hubiera liderazgo alguno dentro de la OEA. El ex presidente colombiano se lamentó de la situación de la organización panamericana construida bajo el alero de Washington certificando: “Es muy triste decirlo, pero es la realidad, ahora mismo la OEA no está abordando los problemas que debería abordar”.

Santos cree que es necesario crear un nuevo tipo de liderazgo para “revitalizar” estas organizaciones para que puedan cumplir con sus objetivos básicos. Remató su intervención diciendo: “Si no lo hacemos, estas organizaciones van a seguir siendo algo irrelevantes”, porque “las instituciones internacionales son lo que los países miembros quieren que sean”.

Por su parte, Ricardo Lagos, primer mandatario en todo el mundo en manifestar su apoyo al golpe de Estado contra el presidente Hugo Chávez en 2002, llamó a “repensar” el sistema. Lagos opinó que le parecía que había llegado el momento de una “revisión” del sistema interamericano, ya que su “arquitectura es un poco anticuada”.

En una propuesta propia de Lagos y de los presidentes chilenos que actúan “tirando la piedra y escondiendo la mano”, el ex presidente que protegió a Pinochet durante su prisión en Londres propuso un sistema como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), “pero sin carácter militar”. Algo difícil de entender y mucho más de ejecutar, pero que pudiera ser entendido como la fusión de la OEA con el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR). Según Lagos: “…eso sería mucho más importante en lugar de tener un sistema interamericano extremadamente anticuado”.

Para el ex presidente chileno llegó el momento de “repensar” qué tipo de institución es necesaria para un entendimiento entre los países de América Latina y el Caribe y Estados Unidos, y destacó que en esto el rol de Canadá es “extremadamente importante”.

Santos ambiciona ponerse en la mira de Biden por si éste, en interés de hacer efectiva su doctrina multilateralista de agresiones e intervenciones coordinadas, considera la sustitución de Almagro, cada vez más impresentable y contrario a la necesidad de estabilidad que Estados Unidos -verdadero mentor de la OEA- necesita para mantener su “patio trasero”.

El gobierno de Obama –en el cual Biden fue vicepresidente– tuvo una excelente relación con Santos mientras este fue la máxima autoridad política de su país. Obama incluso apoyó en todo momento a Santos durante las negociaciones de paz con la guerrilla de las FARC que concluyeron en La Habana en 2016 y fue pieza fundamental para el Premio Nobel que le compraron en Oslo.

De la misma manera, una eventual destitución de Almagro serviría de alguna forma de equilibrio en las instituciones regionales tras el nombramiento por parte de Trump de Mauricio Claver-Carone como presidente del Banco interamericano de Desarrollo (BID). Este yanqui de origen cubano fue “sembrado” por Trump en esa responsabilidad burlando la tradición que señalaba ese puesto para un latinoamericano.

Así mismo, con tal designación Trump honró su compromiso con el republicano Marco Rubio y el exilio cubano de Miami. Florida y Miami votaron por Trump y tal vez Biden quiera desquitarse sacando del juego a Almagro quien se ha transformado en una pieza sólida del terrorismo cubano- venezolano asentado en el sur de la Florida.

Así, Biden también intentaría poner en la OEA un peón más “digerible” en su afán de construir la “diplomacia coercitiva” que ha propugnado el futuro secretario de Estado, Anthony Blinken.