Muchas veces -desde un punto de vista humanista- decimos, no podés decir esto o aquello, no deberías decirlo, no podés decirle a tal persona tal cosa. Y nos llamamos al silencio… silencio por no meternos, silencio por falta de conocimiento, silencio por falta de voluntad de aprender, indagar, silencio por no deber hablar.

Quiero remitirme al silencio generalizado de la gente con relación a las injusticias, a las guerras y al armamentismo. El silencio que en lugar de aportar a construir, modificar, crecer, genera lo contrario. Y para ello, hago primero un análisis de cuántas veces callé, no dije, tapé, fui sin quererlo cómplice. Uno calla para no generar conflictos, calla supuestamente para no herir, calla porque no corresponde decir, calla por miedo… y por muchos otros motivos.

Me quiero referir a 44 días del peor enemigo del ser humano, creado por nosotros mismos: la guerra.

Estoy en una instancia de profunda reflexión sobre el silencio y sus consecuencias.

Una parte pequeñita del mundo, como muchas otras más grandes o quién sabe si más importantes, pasa por situación de guerra, no buscada… no generada… se enfrenta al armamentismo, al tráfico destructor, a la indiferencia de los organismos internacionales que fueron mal paridos, con errores, por no decir horrores. Organismos que supuestamente deberían de cuidar, evitar el caos de la guerra, la hambruna, la deportación y todas las consecuencias del mal accionar de algunas mentes y corazones humanos. Organismos que, recuerdo cuando los estudié en mi primer año de secundaria, en mi ingenuidad pensé: qué de malo puede pasar existiendo estos organismos. Con el tiempo fui viendo que son simples estructuras para poner paños tibios en los problemas emergentes provocados por países miembros del organismo.

Había vivido el comienzo de la guerra en el Líbano en 1975, viviéndola, estando allí, luego la de las Malvinas, y ahora estos 44 días nefastos, luchando contra los títeres de la maldad apoyados por los otros títeres y por los que corren tras las producción y venta de armas, más los que juegan a la geopolítica, esto para mí, aquello para tí y para ellos lo que sobra…

¿Hacia dónde vamos? Todos estos 44 días fueron acompañados por silencios terribles, más alguna que otra manifestación tibia… Silencio… Silencios que en este momento invitan a los perdedores -terrible y lamentablemente- a ver la posibilidad de entrar en la carrera armamentista. En ese círculo vicioso al que se entra y no se sale…

Silencios sumados a ataques a quienes luchan por un mundo mejor, sin corrupción, sin terrorismo, sin armamentismo. ¿Porqué luchamos frente a las armas nucleares y no frente a todas? ¿Acaso las demás son menos nocivas? O ¿hemos naturalizado el uso de las mismas? ¿Acaso debemos callar frente al proceso de destrucción?

No hace mucho una persona escribió, “somos la peor especie del planeta” pero todos somos parte de él, y no todos somos parte del problema, pero… ¿qué hacemos mientras? ¿miramos expectantes el proceso? ¿Acompañamos el silencio?

En todo esto… por si alguien no sabe, no se enteró, porque los medios de comunicación vaya si juegan su papel en todo esto, estoy hablando de los 44 días de guerra iniciados por Azerbeijan, apoyado y alimentado por Turquía y recepcionando armas de ese otro pequeño estado, que pasó por un holocausto, que no reconoce el genocidio armenio, y que se dedica entre otras cosas, a la producción y venta de drones asesinos. Business are business, dice el dicho popular… Y así estamos… entre silencios, indiferencias y comercio… ¿hacia dónde vamos?