Este lunes 9 de noviembre se anunció la firma de un acuerdo para terminar con la guerra que se inició a finales de septiembre en esa región del Cáucaso. Azerbaiyán se quedará con los territorios conquistados y Rusia establecerá una fuerza de paz en la zona.

por Santiago Mayor para Notas – Periodismo Popular

La guerra desatada durante el último mes y medio en la región de Nagorno-Karabaj, autoproclamada como República de Artsaj, parece haber llegado a su fin. Los dos países que se disputan la región, Armenia y Azerbaiyán, firmaron un acuerdo con el aval de Rusia.

Durante las últimas semanas la ofensiva azerí se había intensificado y venía obteniendo importantes avances en el terreno con el apoyo de Turquía e Israel. Es por eso que, en los hechos, los términos establecidos para el cese de hostilidades implican un retroceso para el gobierno armenio.

Las fuerzas de las dos naciones se detendrán en las posiciones ocupadas hasta la fecha y se desplegará entre ambas un contingente de dos mil militares rusos por un plazo de cinco años que podría ser renovado. Además se llevará a cabo un intercambio de prisioneros.

Azerbaiyán recupera así varios distritos de la llamada “franja de seguridad” que Armenia mantenía ocupada desde la guerra de 1991-1994 y además ocupa una parte importante Karabaj, incluida la ciudad de Shusha, ubicada apenas a 10 kilómetros de Stepanakert, la capital de la región.

Entre los puntos acordados está el desbloqueo de todas las rutas de transporte de la zona y se creará un corredor seguro, custodiado por la fuerza de paz rusa, entre la República de Artsaj y Armenia.

No obstante, en el tratado no se establece el estatus futuro del territorio que, hasta ahora, carece de reconocimiento internacional.

Derrota armenia y protestas

El primer ministro armenio, Nikol Pashinian, no ocultó el sabor amargo que le provocó el resultado del conflicto. En un comunicado afirmó que se trató de “una decisión muy difícil” y sostuvo que el texto del armisticio es “increíblemente doloroso”.

Sin embargo, explicó que llegó a esta decisión luego de “un profundo análisis de la situación militar” y consideró que es “la mejor solución” en el escenario actual. “Nosotros lucharemos hasta el final y ganaremos”, completó.

En la misma línea se expresó el presidente de la República de Artsaj, Arayik Harutyunián. “He acordado poner fin a la guerra de inmediato teniendo en cuenta la situación extremadamente difícil”, dijo. Y añadió que el objetivo era “evitar más pérdidas humanas y la pérdida de todo Artsaj”.

Sin embargo esto no fue bien recibido entre la población armenia a la cual se le venía informando de presuntos buenos resultados militares. Por eso se desataron protestas en Ereván, la capital del país, tanto frente al Parlamento como la sede del Gobierno.

Incluso hubo manifestantes que ingresaron a edificios gubernamentales y destruyeron imágenes del primer ministro para expresar su rechazo y exigir su renuncia.

Victoria azerí ¿y rusa?

Ilham Alíev, presidente de Azerbaiyán, subrayó que se trata de un acuerdo “histórico”. “Bakú se alegra de que se ponga el punto final en la resolución del conflicto en Nagorno Karabaj, que ha durado muchos años”, agregó.

Para el gobierno azerí se trata sin duda de un triunfo ya que ha logrado recuperar parte del territorio perdido hace 26 años. Asimismo, parece haber salido indemne de las denuncias recibidas por ataques a la población civil y la utilización de fósforo blanco y municiones de racimo, prohibidas por la ONU por un tratado que Azerbaiyán nunca suscribió.

Sin embargo, el resultado del conflicto puede ser visto también como una victoria para Moscú que, si bien venía mediando entre las partes, no se había involucrado todavía en el terreno. Ahora desplegará una fuerza militar que, si bien es pequeña, representa un control efectivo de una zona geopolítica clave donde varios actores quieren meter la cuchara.

La inacción que había demostrado hasta ahora llamaba la atención debido a que Rusia posee una base militar en Armenia. Además ambos países forman parte de la Organización del Acuerdo de Defensa Colectiva (ODKV) que implica que si uno de los dos es atacado el otro debe defenderlo. Pero como Artsaj no es formalmente territorio armenio -Ereván nunca lo anexó-, el Kremlin no se vio obligado a intervenir.

Quién si venía actuando de manera explícita era Turquía, aliado histórico de Azerbaiyán y, sobre todo, enemigo de Armenia (genocidio de 1915 mediante). Con esta entrada directa en la región, Moscú parece ponerle un límite a las intenciones del gobierno de Ankara.

Cabe recordar que el Cáucaso (Armenia, Azerbaiyán y Georgia) fue históricamente parte del Imperio Ruso y luego de la Unión Soviética, por lo que es considerado históricamente como su zona de influencia.

Un conflicto sin fin

A pesar de este reciente acuerdo de paz, la inestabilidad de la región lleva décadas e intermitentemente vuelve a entrar en conflicto. Es que la disputa por el control de Nagorno Karabaj tiene raíces históricas profundas aunque en su etapa moderna se remonta a comienzos del siglo XX.

Con mayoría de población armenia, el territorio perteneció a Azerbaiyán tanto bajo dominio del Imperio Ruso como luego bajo la administración de la Unión Soviética. Sin embargo, esta última le dio un estatus de importante autonomía permitiéndole, entre otras cosas, que el idioma oficial fuera el armenio.

Pero a fines de la década de 1980 se reavivó la agitación nacionalista. Finalmente la desintegración de la potencia comunista en 1991 abrió paso a un conflicto armado entre las nacientes repúblicas de Armenia y Azerbaiyán por el control de Nagorno Karabaj. La guerra se extendió hasta la firma de un cese al fuego en 1994.

Si bien la comunidad internacional reconoce que Karabaj debe ser parte del territorio azerí las Fuerzas Armadas armenias nunca se retiraron de la región y mantuvieron ocupados otros siete distritos alrededor: la mencionada “franja de seguridad”. No obstante como no anexaron el territorio, se declaró como un Estado autónomo: la República de Artsaj.

Ante este escenario el reclamo azerí cuenta con cierta legitimidad de acuerdo al derecho internacional. Sin embargo, el discurso belicista del gobierno de Aliyev que ha llamado a “eliminar” a los armenios pone en cuestión cuáles son los verdaderos intereses de Bakú.

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