Como nunca antes, hoy se juega el futuro de USA, y dada su influencia, no solo en USA, sino que del mundo. La razón esencial es la figura de Trump, cuya retórica, imprevisibilidad, forma de ser y gobernar a lo largo de su presidencia se han caracterizado por romper todo convencionalismo, tradición y diplomacia.

Su eventual a la reelección es todo un reto, o amenaza, que concierne a todos quienes habitamos en el planeta tierra en los más diversos ámbitos.

Si bien esto ha sido así desde el término de la segunda guerra mundial, hoy lo es más que nunca. El derrumbe de la Unión Soviética (URSS) y el desplome del comunismo en las últimas décadas del siglo que se fue, hizo emerger a USA como única potencia mundial. Sin embargo, a poco andar, de entre las cenizas de la revolución cultural de Mao, surge China como una nueva potencia con el respaldo de una cultura milenaria.

En este contexto, pareciera que estamos viviendo un período de transición, entre un tiempo que se va, el del predominio mundial sin contrapeso de USA, a otro tiempo, el que viene y cuyos contornos aún no se avizoran con claridad. Hoy USA se visualiza como un imperio en decadencia. Trump es todo un símbolo con su slogan “make America great again” al que se aferran sus adherentes. USA ha ido perdiendo su poder blando (soft power) para ir apoyándose en el poder puro y duro (hard power), sin medias tintas, sin matices. La figura de Trump se asemeja a la del canto del cisne que se resiste a morir, a la de quien no quiere ver ni asumir la realidad.

Lo que está en juego es si en USA se seguirá gobernando a punta de twits, negando el cambio climático, promoviendo el supremacismo blanco, dando la espalda a la pandemia del coronavirus, eludiendo una y otra vez la realidad de los hechos como si con ello se pudiese torcer el curso de la historia.

Para rematarla, si los resultados no son favorables a Trump, ha amenazado con denunciar fraude, lo que conllevaría disputas legales cuya prolongación en el tiempo no harían sino acelerar un proceso de decadencia que parece inexorable: Proceso que en tanto no se asuma y enfrente, seguirá su curso más rápida o lentamente, ya sea que gane Trump o su contrincante demócrata, Joe Biden.

Desafortunadamente, nos guste o no, el futuro del mundo depende en gran medida de los resultados de una elección que pocos se atreven a predecir. Los pronósticos van desde una apabullante victoria de Biden hasta un ajustadísimo triunfo de Trump.

 

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