Maxine Lowy (i)

No transcurren treinta minutos desde el cierre de mesas de votación, y faltando media hora más para el primer conteo de votos, circulan cada vez más gente por las veredas de Huechuraba, rumbo a la Plaza Cívica, el gran espacio abierto donde se realiza conciertos, ferias y concentraciones. Pronto cientos de personas llegan a la explanada y el ambiente vibra con el estruendo de vuvuzelas, bocinas, y fuegos artificiales. Esta noche del domingo 25 de octubre, a lo largo de Chile se celebra el triunfo del paso inicial de un proceso constituyente, pero los vecinos de esta comuna del norte de Santiago sobresalen.

En Huechuraba, Apruebo ganó con 81% de los votos, superando el porcentaje nacional por tres puntos. Más encima, Huechuraba se posicionó en sexto lugar a nivel nacional, con un destacable 63% de participación electoral, siete puntos arriba de la participación nacional. El número de votantes que acuden a las urnas es casi 9% mayor que la participación de la última elección presidencial del 2017.

Puerta a puerta, volantes, banderazos, batucadas, encuentros a distancia social, kits con mascarilla, gel y un lápiz pasta azul repartidos en la feria de parte de grupos barriales de las poblaciones y de la Municipalidad de Huechuraba, visibilizaron el plebiscito. Sin embargo, más allá de la efectividad de estas estrategias de campaña, por su historia y vivencias, muchos vecinos de este sector se sintieron particularmente tocados e interpelados por la posibilidad de cambio. Tomaron conciencia de que una parte de la marginalización y desigualdad de horizontes tiene su raíz en la constitución que perpetua la visión dictatorial, donde prima el mercado por sobre las personas.

Se especula que eso motivó la masiva concurrencia de votantes.

Así lo ve Ricardo, 59, y su esposa Lidia, 49, quienes llegaron con tres de sus hijos a celebrar en la Plaza Cívica. “Estoy emocionado, feliz por lo que se ha logrado, para que el futuro de mis hijos cambie”, expresa Ricardo, pintor de profesión. Su mayor aspiración es “primero de todo, la dignidad. Qué haya trato y trabajo digno para todos chilenos.” El matrimonio tiene cinco hijos, dos de ellos egresados de una universidad, no solo titulados sino endeudados, hasta los 35 años de edad.

“La única forma de acceder a educación superior es por el crédito del estado (CAE). Así también está la desigualdad en la salud. Si uno no tiene plata no puede optar por un buen servicio de salud. Tiene que esperar, esperar, esperar,” afirma Lidia. “El año pasado hemos perdido dos familiares por cáncer, y uno sabe que es por desigualdad: por la falta de diagnóstico, falta de tratamiento, por la falta de oportunidad de poder acceder a un tratamiento. Eso es fatal.”

En uno de los más grandes de los 10 locales de votación de la comuna, el Centro Educacional de Huechuraba, a pasos de la Plaza Cívica, votaron más de 8.000 personas, de las 10.511 inscritas para votar en ese lugar. La fila para entrar daba vuelta la esquina, extendiéndose varias cuadras, con distancia social entre las personas. Donde antes de la pandemia estudiaban 600 alumnos y alumnas en esta única escuela secundaria pública de la comuna, el día domingo 25 de octubre se instalaron 158 mesas de votantes entre las aulas, en el gimnasio y en los pasillos del recinto.

 

Laura Acuña Baeza, que hoy trabaja en control de cumplimiento de protocolos de Covid-19 en la comuna, fue apoderada en este local de votación. Mientras va recogiendo los resultados de las mesas, se detiene un minuto para tomar el peso del día.

“Ver a los jóvenes y ver adultos mayores que vinieron con muletas fue una lluvia de sensaciones durante todo el día: de querer llorar, de querer gritar, de querer decir que por fin los jóvenes se dieron cuenta que podían llevar este país por el camino que ellos quieren, y nosotros nos sumamos”, señala.

Laura tiene 50 años, la misma edad que este sector, conocido en su conjunto como La Pincoya. Nació cuando sus padres llevaban cuatro meses viviendo en una carpa, tras una toma de terreno de cientos de personas sin casa. Uno de sus recuerdos más indelebles fue la campaña de los ladrillos, en que cada familia aportó dos ladrillos entre vecinos para construir un escenario para su escuela. Los ladrillos fueron confeccionados de paja y greda sacada de los cerros de Huechuraba (“Lugar de Greda”, en idioma mapuche). Mejorar la infraestructura de una escuela publica es responsabilidad del estado. Pero era 1976, plena dictadura, y no se invertía en los servicios básicos. Ante el desinterés de las autoridades, los vecinos se empeñaron a construir entre todos. Tardó un año en construir, pero con el empeño de todos se logró.

Ver las filas para votar, le gatilló las ansias que tenía para votar por primera vez en su vida, en 1988, votación que frenó la extensión de la dictadura. El plebiscito de 1988 y el de 2020, fueron “procesos muy similares ,” opina. En ambos casos Chile llegó a las urnas, mediante años de movilizaciones callejeras de parte de la generación más joven, más valiente, que enfrentó gran poderío y represión, mientras las violaciones sistemáticas de los derechos humanos, en ambas épocas, significó la condena internacional de Chile.(ii) Así se crearon las condiciones políticas que condujeron a las urnas de votación.

“Imagínese la emoción para mi, recordar mi proceso de los 18 años y ahora que tengo 50, ver los jóvenes que están en una lucha similar. Lo que me interesa mucho es que los jóvenes se den cuenta que pueden determinar qué tipo de política podemos tener en el país, con su salida a votar. Esta lucha la comenzaron los jóvenes, no nosotros. Somos partícipes, y tenemos que ser responsables en venir a votar por la lucha que ellos dieron. Sólo espero que no se descuelguen por pensar que no se va llegar tan rápido, como quisieran ellos, porque se van a lograr realmente cambios concretos.”

Mientras conversamos, se escuchan los gritos de alegría al confirmar otra mesa de votación por Apruebo.

En la mesa 19V, otro apoderado, el artista plástico Alex Olave, 34, registra los resultados que el presidente de la mesa, al abrir los papeles doblados y sellados con los votos marcados adentro, va anunciando una y otra vez: “Convención Constitucional.” En esta mesa de 174 votantes, 141 votaron Apruebo.

Los cuatro vocales de mesa, quienes no se conocieron antes, a estas alturas llevan doce horas juntos y aún les queda por firmar los sobres que contienen los votos. Un vocal de otra mesa comenta, “Al final de la jornada, nos sentimos contentos. Nunca decimos nuestra tendencia, pero claramente todos éramos por Apruebo. Hubo nostalgia, al partir, por todo lo compartido.”

“Me siento emocionado porque hay una especie de complicidad entre distintas personas que conformaron esta mesa,” afirma Alex, “existe esa complicidad de sentir que están haciendo algo importante, necesario, están todos comprometidos.”

Como muchos niños que se crían en esta comuna, Alex ha disfrutado de largas caminatas por los cerros. “El canal del Carmen siempre ha sido el punto de conexión entre los dos Huechuraba, que está dividida por el cerro Punto Mocha. Cuando uno transita por el canal, uno ve los techumbres oxidados en el casco histórico. Cerca del borde del canal, uno ve algún campamento, alguna ruca. Cuando se acerca al otro lado, uno empieza a ver edificios, condominios, piscinas, colores preciosos. Es impresionante. La separación entre la burbuja inmobiliaria que existe en el sector poniente y los campamentos que aún existen en el casco histórico es el mejor ejemplo que ilustra la desigualdad que existe en nuestro país, y se ve reflejado en la comuna.”

Los padres de Alex fueron luchadores populares del ámbito cultural, que ahora viven fuera de Chile. Después del plebiscito de 1988, Alex señala, “ellos tenían la certeza de que iban a cambiar las cosas. Yo creo que mi padre particularmente se sintió defraudado por todo lo que se comprometieron y nunca se cumplió. Es algo que hasta el día de hoy le duele.” Eso le impulsó a ofrecerse como voluntario de apoderado de mesa. “Sentí la necesidad, después de escuchar y ver el esfuerzo de mis padres, que lucharon tantos años en la dictadura en los ’80.”

En cuanto a sus expectativas por lo del plebiscito, Alex expresa, “… que resulte este proceso democrático, que refleje el sentir de los chilenos y las chilenas que residen aquí. Y que se pueda hacer los cambios que la gente necesita.”

Cruzando la calle a la Plaza Cívica, con su memorial a los 28 ejecutados políticos y detenidos forzosamente desaparecidos de la comuna, la celebración continúa. No obstante, en un abrir y cerrar de ojos, el ambiente de fiesta termina bruscamente. La policía tira bombas lacrimógenas, y la gente corre. “¿Viste?” dice Ricardo, “La gente estaba contenta, manifestándose pacíficamente. Nadie estaba haciendo daño. Como dije antes, primero que nada, hace falta dignidad.”

(i) Maxine Lowy, periodista y traductora, vive en la comuna de Huechuraba.

(ii) Cabe señalar que en 1987, un año antes del plebiscito del “SI y No”, hubieron 31 muertos por agentes del estado, según el Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, mientras en los primeros 28 días después del 18 de octubre de 2019, ya se había registrado 23 muertos y 2.500 lesionados, confirmados por el Instituto Nacional de Derechos Humanos.