No es difícil identificar a quienes sufren del trastorno de personalidad narcisista, dado que se caracterizan por carecer de toda modestia dándose una gran importancia, en lenguaje coloquial, “por creerse la muerte”. Creen que tienen derechos que otros no tienen.

Por ejemplo, a interrumpir, pero no a ser interrumpidos. Se admiran a sí mismos mientras denigran a los demás; se creen superiores y miran por debajo del hombro a quienes les rodean; se sienten amos de las situaciones y ven en los demás a sus esclavos o inferiores; exageran sus logros y talentos, minimizando los de los otros; monopolizan las conversaciones y tienen que tener la última palabra. Confunden lealtad con incondicionalidad. Necesitan estar en la cresta de la ola, verse todos los días en el espejo y que este le dé el visto bueno. Sienten que no se equivocan, son los otros los que yerran. Creen que el mundo está a sus pies. Nunca son culpables de nada. Se sienten responsables de todo lo bueno, pero nada de lo malo.

Estas características llevan al narcisista a comportarse y asumir una gestualidad arrogante, altiva, engreída, prepotente, las que se ven retroalimentadas por quienes se sienten seducidos por ellas.  Si estas características van acompañadas de un lenguaje básico, simple, burdo, salpicado de mentiras, la seducción es amplificada sobre quienes viven enajenados y carecen de una mínima capacidad reflexiva, analítica. También hay quienes teniendo capacidad reflexiva la ocupan con el propósito de lograr favores por la vía de la adulación al narcisista e inflándole el ego. El narcisista pasa a transformarse en ídolo, en un nuevo dios de multitudes.

Adivina buen adivinador: ¿de quién estamos hablando? Sí, ¡adivinó! Del mismo, de Trump quien está dispuesto a todo con tal de conservar el poder con que cuenta. En los tiempos actuales, a nivel internacional no era difícil adivinar porque es único y no hay por dónde perderse.

El comportamiento y las actitudes de Trump dan cuenta de un narcisismo  cuyo signos y síntomas con claramente visibles cada vez con mayor frecuencia. Se trata de un trastorno que afecta a no pocos personajes públicos, no solo del ámbito político, sino que también en otros. Respiran, viven y se alimentan de llamar la atención a como dé lugar y de la imagen que proyectan.

A nivel nacional son varios los candidatos al cetro narcisista. Pero eso dejémoslo para otra ocasión.

 

 

 

 

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