Esta pandemia global que ha limitado las relaciones entre las personas a lo mínimo e indispensable para la subsistencia, nos puso en presencia de temores, de la fragilidad de muchos aspectos de la sociedad y de nuestra propia existencia. Pero también puso de relieve a muchas personas que, a pesar de esta situación tan adversa, deja surgir desde lo más profundo de su ser, actos de profunda solidaridad. En esta nota pretendemos develar algunas de las causas que llevan a estas mujeres a extender sus manos hacia la comunidad.

Sí, son ellas, son mujeres en su inmensa mayoría. Algunas veces cuentan con la colaboración de sus seres queridos y otras, a pesar de tenerlos en contra, siguen adelante con su acción solidaria y desinteresada. Tenemos muchos interrogantes y solo una certeza: son mujeres. Mujeres de barrios vulnerados del Gran Buenos Aires, Andrea de Moreno, Cintia de Florencio Varela y Celeste de Lanús. Aquí se las presentamos.

por Fabián Scorpino

¿Qué las llevó a tomar la decisión de ayudar a sus vecinos?

Cintia: Nos lo impuso esta pandemia. Las necesidades de muchxs vecinxs y amigxs con lxs que compartimos grupos en redes sociales, me hicieron surgir la pregunta: ¿Cómo puedo ayudar? ¿Qué puedo hacer para suavizar este impacto?

Andrea: “Olla y No Violencia” se llama nuestra iniciativa y surge de ver la gran necesidad que están pasando lxs vecinxs en esta época, y mucho más al principio de la pandemia donde aún no había ayuda directa del Estado.

Celeste: Cuando comenzó el aislamiento, la policía no dejaba salir del barrio a la gente con las carretas para que vayan a juntar cartón o a hacer changas. Entonces con las compañeras empezamos a pedir donaciones en todas las casas y comercios. Primero una olla, después una vecina nos donó este lugar(Local). La gente pasaba, nos aplaudía, se emocionaban, y nosotras también.

¿Lo hacían desde antes o empezaron con la pandemia?

Cintia: Antes de la pandemia juntábamos ropa y juguetes para donar al espacio de niñez donde trabajo. Por lo general organizábamos eventos para niñxs en ese espacio, con cosas ricas, payasxs, malabaristas, desfiles, juegos, bailes, etc.

Andrea: Antes y durante la pandemia acompañamos y contenemos vecinxs en situaciones de violencia, pero la olla fue un recurso nuevo para nosotrxs. Aparte de entregar alimentos, quisimos generar espacios de contención y alegría, donde también circule información importante para que reciban ayuda en situaciones de violencia.

Celeste: Antes de la pandemia pertenecíamos a otra organización. Rossana, la compañera que dirigía ese grupo, falleció y su marido nos dejó en banda. Con la pandemia volvimos a arrancar, pero por nuestra cuenta.

¿Hay vecinos que colaboran? ¿De quiénes reciben ayuda?

Cintia: Empezamos con la ayuda de un espacio político que se llama “Evita descamisada”. Al poco tiempo, un amigx de mis hijas me preguntó qué estaba haciendo y me contó que él es parte de la rama juvenil del «Club de Leones” llamada “Los Patobera”. El me pidió que le haga un listado con las cosas que necesitaba y pronto llegaron las provisiones. También se acercó una cooperativa de trabajo del barrio que se llama “Un mundo mejor es posible”. ¡Me dejó tremenda donación!, ¡pude hacer lentejas completas! ¡Y con estos fríos, los vecinos felices! No podíamos más del cansancio, pero los textos y los audios que la gente nos mandaba eran emocionantes y alentadores. En otra ocasión acepté la donación de unas vecinas que me trajeron de todo para un par de días. ¡Hermosas!

Un día se me ocurre que no teníamos que hacer sólo comida, entonces agregamos libritos o algo para lxs chiquis pinten.  Me puse en comunicación con varixs amigxs pidiendo esto y nos mandaron un pack con hermosos textos inclusivos de la editorial “Chirimbote”. ¡Lxs chiquis agradecidxs!

Andrea: La ayuda la recibimos de lxs compañerxs y amigxs. Después de la primera noche, se sumaron vecinxs a colaborar y a compartir el momento de alegría, música y fuego. Nos contagiamos covid en otro lugar y tuvimos que suspender por unos días, pero los vecinos se organizaron, les prestamos las ollas y siguieron.

Celeste: El primer día fue emocionante. Hicimos todo con donaciones de comerciantes y vecinos, ¡servimos 130 raciones!, y ahí dijimos: ¡Tarea cumplida! Estábamos honrando a la compañera Rossana que murió en la pobreza y le daba de comer a 300 personas.

¿En qué lugar preparan la comida?

Cintia: ¡En la cocina de mi casa! En una oportunidad, hice una comida en mi espacio de trabajo, pero me explicaron que el lugar no era para esta actividad…

Andrea: La comida se prepara en una vereda del barrio “La Victoria”, Trujui, partido de Moreno. Prendemos el fuego y los vecinos se van acercando.

Celeste: Una vecina nos donó este local, lo pintamos y quedó muy lindo. ¡No nos para nadie!, dijimos.  Nosotras éramos vendedoras de la feria de Caraza y con el aislamiento se vació, entonces nos imaginamos armar un roperito en este local. Juntamos ropa, la vendemos muy barata y con esa plata compramos comida para la olla.

 

¿Qué sentimientos las movilizan para ser solidarias con sus vecinos?

Cintia: Mis vecinxs y yo somos lo mismo. Tengo la suerte de que

mi compañero es trabajador esencial y cobra su sueldo. Y ese oxígeno me ayuda a proyectar, oír con calma a quien necesita. Tengo en cuenta que pueden ser mi familia y podríamos estar buscando comedores y merenderos como ellxs.  Todo surge a partir de la pregunta “¿qué puedo hacer para ayudar a quienes todo les cuesta?». Conozco a esas personas, sé sus vidas, sus condiciones, sus dolores, sus soledades…

Andrea: Me moviliza darle al otro y a la otra algo de esperanza en el ser humanx. Una acción que tal vez les haga sentir que no están solxs, que no está mal ayudar ni pedir ayuda. Y que la ayuda la podemos generar como vecinxs, juntxs y organizadxs.

Celeste: Sentimos que estamos haciendo justicia. ¡Te tratan de v

ago! Y no es que la gente no quiere trabajar, la gente no tiene recursos, no tiene salida, y los hombres vienen con vergüenza a traerte el tupper con sus hijos. Las mujeres trabajan el triple que una mina que vive en el centro. No hay lavarropas, acá se lava a mano, hay que ir a busca agua a una canilla que está en la otra cuadra. Está todo lejos, cortan la luz, no hay agua corriente, garrafa fiada… ¿Dónde está la vagancia?

¿Por qué consideras que en la mayoría de los casos son mujeres las que toman estas iniciativas?

Cintia: Porque es de mujeres cuidar, proteger, estar atentas a las necesidades de lxs demás. Esta sociedad patriarcal nos armó para salir a tapar sus agujeros. No digo que no haya hombres solidarios, pero a ellos se les hace más difícil.

Andrea: En las ollas que he visitado este año me tocó ver mayoría de mujeres.  Pero también he experimentado una gran dedicación y disponibilidad de hombres armando sus ollas. Como mujer puedo decirte que cocinar no fue para nada un impulso, pero sí lo es el acercamiento con el otrx. Creo que todas tenemos esa sensibilidad que nos hace poner todo.

Celeste: Se dieron vuelta los roles, somos madres y sabemos que nuestros hijos tienen que comer, cuidamos su cabeza, su salud y una mamá hace lo que sea. Antes eran los hombres los que paraban la olla, ¡ahora la paramos nosotras y para todo el barrio!

¿Los hombres colaboran? ¿Se ponen a disposición de ustedes?

Cintia: Hay compañeros de lucha que se ponen a disposición, pero con las condiciones de aislamiento, prefiero no aceptar, es muy peligroso que seamos muchos.

Andrea: He visto compañeros organizándose para buscar donaciones, para prender el fuego, los comerciantes que donan también son hombres en su mayoría. No puedo dejar de nombrar a mi parejo, gran compañero Jonathan, que se desvive por ayudar; carga 20 kilos de verduras solo, y pone mano en la olla con todo el amor.

Celeste: Hay de todo. Tenemos compañeros muy valiosos y que se ponen a nuestra disposición. Nos acompañan y ayudan en todo lo que pueden, pero siempre hay alguno que hace la contra. Hay una compañera que dejó de venir, nosotras la comprendemos y estamos permanentemente comunicadas con ella. Ya vamos a encontrar el momento para darle una mano. No queremos forzar, y para eso nos estamos capacitando con Beatriz Fontana de la asociación civil “Activar personas, vínculos humanistas” y el curso se llama “Promotoras territoriales en la prevención de la violencia familiar y de género”.

¿Cómo se llama el barrio?

Cintia: Mi barrio se llama “El Parque”, en Ingeniero Allan, partido de Florencio Varela. Y la vez que cociné en mi espacio de trabajo fue en “La Carolina”, también de Varela.

Andrea: La primera olla fue en el barrio “La Victoria”, Trujui.  Ahora estamos empezando a reorganizarnos para trasladar las acciones. La idea es, en un futuro cercano, rotar acciones por otros barrios. Para el día de la niñez, salimos a entregar regalos en el Barrio Parque de Paso del Rey, también del partido de Moreno

Celeste: El Barrio se llama Acuba. Está ubicado en Caraza, partido de Lanús. ¡También hicimos regalitos para el día del niño!

¿Qué necesitan y a qué dirección se pueden mandar colaboraciones? ¿Pueden dejarnos algún teléfono de contacto?

-Cintia: No necesitamos donaciones, solo le pedimos a los vecinos que sigan con sus relaciones solidarias, que se ayuden y estén atentos a las necesidades de los demás. Mi teléfono es 11 4143 7547

Andrea: Recibimos, alimentos, ropa, juguetes, medicamentos, lo que se pueda. Armamos un listado de familias que sabemos que siempre necesitan, y cuando tenemos algo en mi casa o en la de Priscila Roger, les avisamos y repartimos todo. Nos pueden enviar las donaciones a Amundsen 4352 entre Gnecco y José Ingenieros, Barrio Parque Trujui, Paso del rey, partido de Moreno. Mi teléfono es 11 5003 0905

Celeste: La dirección del comedor es Pasaje Madre Teresa, casa 13, barrio Acuba, Caraza, partido de Lanús. Recibimos ropa, alimentos, golosinas y también estamos necesitando un horno tipo industrial, para que nos rinda más la mercadería. Hay comidas que en la olla rinden menos. Mi teléfono es 11 6047 7243

¿Qué mensaje les gustaría dejar a la gente que lea esta nota?

Cintia: Esto surgió en respuesta de una necesidad. Este tipo de acciones no es lo que acostumbro a hacer. Yo me dedico a dar capacitaciones para la No -Violencia. Hay mucha gente que te da fuerzas, te expresan su admiración y a la vez te dicen «a mí me gustaría hacer algo, pero no sé qué». Muchas veces pensé en esto y me pregunté: ¿Para qué soy buena? Y la respuesta surgió: Para ayudar. Y esto me hace muy feliz.

Andrea: Las ollas son necesarias en estos tiempos, pero también lo son la comprensión, la escucha y la contención. Usemos las ollas o acciones territoriales como excusas para llegar a ese contacto interno con el vecinx. Reforcemos vínculos, seamos cercanos y demos muchos abrazos, ¡de codo! Que la barrera física no nos limite más. Y desde nuestra mirada digo para mí y para todxs, desnaturalicemos la violencia dentro y fuera de cada unx.

Celeste:  A veces terminábamos tan cansadas que nos poníamos a llorar. Y nos dijimos que no podía ser, que lo teníamos que disfrutar, y nos dijimos: La que se sienta mal tiene todo el derecho a quedarse en su casa, entonces nos empezamos a sacar fotos para reírnos, y en esas sonrisas encontramos lo mejor de nosotras.

Después de esta entrevista se revelaron algunas respuestas a varios de nuestros interrogantes.  A Cintia, Andrea y Celeste las impulsa la solidaridad, el dar desinteresado, la No violencia y el amor por los seres humanos. ¡Mujeres tenían que ser!