La noticia que llega a las agencias internacionales es preocupante y ve a miles de personas manifiestar en Azerbaiyán pidiendo la guerra contra la vecina Armenia.  Los manifestantes marcharon por la capital azerbaiyana, Bakú, pidiendo al gobierno que desplegara el ejército, pidiendo la entrada del país en la guerra, cuando la tensión aumenta por los recientes conflictos en la frontera armenia, mientras que los grupos radicales tratan de romper el despliegue de las fuerzas del orden, asaltando el Parlamento.  Miles de manifestantes, numerosas banderas nacionales, imbuidos de nacionalismo, llaman a las armas, no sólo para acelerar el despliegue de tropas contra Armenia, sino también para «reconquistar» Nagorno-Karabaj, un enclave armenio en territorio azerbaiyano, disputado desde los últimos años de la URSS.

Nagorno-Karabaj, escenario de uno de los conflictos etnopolíticos por excelencia de los años ochenta y noventa del siglo pasado, el «conflicto congelado», vuelve así al escenario mundial, inflama la región y amenaza con una nueva escalada del conflicto armenio-azerbaiyano,  animando las manifestaciones como no se había registrado desde hace años, si es cierto lo que se informa por las diversas fuentes periodísticas, que registraron en las manifestaciones «para la guerra» la presencia de por lo menos veinte mil personas, mientras que otras fuentes aseguraron la presencia de treinta mil manifestantes.  En los enfrentamientos fronterizos entre Armenia y Azerbaiyán de los últimos días, ambos países se acusaron mutuamente de bombardear zonas e infraestructuras civiles en la frontera entre Tavush (Armenia nororiental) y Tovuz (Azerbaiyán), mucho más al norte de la región en litigio.  Como se informó en la prensa, al menos una docena de soldados azerbaiyanos y un civil fueron asesinados, según fuentes azerbaiyanas; cuatro de sus soldados murieron, incluidos dos oficiales, según fuentes armenias.

Un escenario aún más preocupante por la situación regional de tensión en el Cáucaso, sin precedentes desde hace mucho tiempo, y por la situación mundial de alarma vinculada a la expansión de la pandemia de coronavirus, que debería animar cada vez más el entendimiento y la cooperación entre todos los países del mundo para hacer frente a la amenaza común de la epidemia, mientras que en cambio se reavivan nuevos y diversos brotes de conflicto.  En Azerbaiyán, como en varios otros países, se prohíben las reuniones y manifestaciones masivas para tratar de controlar la propagación del coronavirus en el contexto de la actual pandemia.

Como se ha mencionado, parece que se remonta a finales de los años 80 y principios de los 90.  Armenia y Azerbaiyán fueron repúblicas socialistas soviéticas, parte de la Unión Soviética, hasta las proclamaciones de independencia y las diversas separaciones nacionales que anunciaron y acompañaron el fin de la URSS, formalizadas en 1991.  El desmantelamiento progresivo de las estructuras institucionales y administrativas de la Unión, la desaparición de los lazos de reciprocidad y solidaridad interna, junto con la aceleración y profundización de la crisis económica y la crisis político-institucional, tuvo como consecuencia, entre otras, la explosión de conflictos y reivindicaciones de carácter etnopolítico, dando lugar a menudo a distorsionadas lecturas etnológicas o etnonacionales  del proceso de desintegración de la URSS, mucho más complejo y accidentado.  Así pues, en las fronteras septentrional y oriental, por ejemplo en las repúblicas bálticas, así como en el territorio del Cáucaso, especialmente en Armenia y Azerbaiyán, el proceso de desintegración trascendió incluso en conflictos armados reales

Armenia, predominantemente cristiana, entre las iglesias ortodoxas orientales (el idioma armenio muestra una amplia proximidad al griego) y Azerbaiyán, en gran parte islámica, predominantemente chiíta (el idioma azerbaiyano está estrechamente vinculado al turco) entró en conflicto por la controversia de Nagorno-Karabaj, un enclave armenio en el territorio azerbaiyano, una provincia autónoma en la época soviética, reconocida como parte de Azerbaiyán desde 1991, pero controlada por los armenios;  aunque en el territorio de Azerbaiyán, la mayoría de la población local es armenia, y el soviet local la proclamó república autónoma en septiembre de 1991.

En 1988, las tropas azerbaiyanas y las formaciones armenias iniciaron un conflicto que continuó, con altibajos.  La tregua de 1994, con la mediación de Rusia, dejó a Nagorno-Karabaj (Karabaj traduce la expresión azerbaiyana «jardín negro») bajo el control armenio de facto.  Más de un millón de personas se vieron obligadas a huir durante los años de la guerra, la población azerbaiyana (25% del total) se vio obligada a abandonar el enclave, mientras que la población armenia huyó del resto de Azerbaiyán.  La escalada amenaza ahora con tener graves repercusiones regionales, incluso a mayor escala: Rusia ha pedido moderación, el Presidente turco Erdogan dijo que Turquía no dudaría en defender a Azerbaiyán.

Todo esto sólo unas semanas después del llamamiento del Secretario General de la ONU a todos los estados para un alto el fuego global, el cese de los conflictos y la multiplicación de los esfuerzos de cooperación internacional en la temporada de pandemias.  «En este momento crítico, repito mi llamamiento a todas las partes involucradas en conflictos armados en todo el mundo para que cesen las hostilidades.  Juntos debemos comprometernos a construir sociedades más pacíficas, prósperas y resilientes».  Apenas el pasado 1 de julio, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó una resolución a favor de «un cese inmediato de las hostilidades en todas las situaciones … durante al menos noventa días consecutivos», a fin de garantizar la asistencia humanitaria a las poblaciones afectadas por los conflictos y los refugiados, así como para combatir la propagación de la epidemia.


Traducción del italiano por Maria Consuelo Alvarado