El 18 de junio, Pressenza France publicó un artículo titulado Despidos de trabajadores y «nueva normalidad». Este artículo contiene, principalmente, fotos que muestran a trabajadores manifestándose en Ecuador. Tras la pandemia de Covid-19, el número de personas desempleadas ha aumentado considerablemente, lo que ha hecho que la gente tenga dificultades para alimentarse, a pesar de que las personas más ricas del planeta se han enriquecido en los últimos meses, y los mercados financieros van muy bien.

Ahora podemos ver estas imágenes de una forma u otra en muchísimos países: la misma situación socioeconómica en casi todo el mundo, claro, con amortiguadores sociales en algunos lugares que hacen que la caída sea menos dolorosa, menos rápida.

Compartí este artículo en mi red social. Compartir estas fotos no solucionará nada a la realidad económica, pero este hecho refuerza en mí, y quizás en otros, una forma de solidaridad, apoyo y compasión como ciudadana internacional.

El hecho de compartir estas imágenes también pone en tela de juicio la cuenta oficial de la gestión de la pandemia, cuya intención declarada era «poner a las personas en primer lugar, en lugar de la economía». En realidad, el ser humano no fue preservado. La verdad es que la post pandemia es y será mucho más mortal que la propia pandemia, que cuantitativamente no lo ha sido.

La post pandemia se compone de la quiebra y la destrucción económica, el deterioro de la salud (un aumento de las muertes por ataques cardíacos en las últimas semanas, por ejemplo, o las consecuencias desastrosas de no tratar otras enfermedades durante la contención), una pandemia paralela (expresión utilizada por algunos cuidadores para referirse a los problemas psicológicos generados por la gestión de la crisis sanitaria, que puede llegar hasta el suicidio), un aumento considerable de la hambruna en el mundo en los próximos meses, según previsiones muy creíbles, y la amenaza de una campaña mundial de vacunación cuyas razones médicas son más que dudosas, pero cuyos motivos financieros y de esclavitud son ampliamente revelados por múltiples denunciantes, a los que se censura cada vez más por no cumplir con la línea editorial de la OMS.

Por último, estas fotos refuerzan mi deseo de comprender mejor las motivaciones de las decisiones mundiales y la otra cara de la moneda de la determinación impuesta en todo el planeta por los medios de comunicación, a riesgo de ser etiquetada de conspiradora. Un pensamiento único que aboga por el establecimiento de un nuevo orden mundial, el único camino posible hacia el desarrollo y la realización según el puñado de responsables que decidieron imponerlo.

Estas fotos también y sobre todo alimentan otra energía en mí: la de un creciente deseo interior de descubrirnos a nosotros, los humanos, en la capacidad de iluminar con una nueva luz, una nueva suavidad, una nueva conciencia el juego de fuerzas actualmente en movimiento en la Tierra, hasta que se calmen y se equilibren. Esto me hace un poco ingenua porque casi me oigo decir: ¡que las fuerzas de la vida y del amor estén con nosotros! Como si sólo nos quedara la vida y el amor para encontrar el sentido y el equilibrio.

Me parece urgente seguir hablando, en gran número, y dejar claro que la verdadera división política hoy en día no es entre clases sociales, o entre razas como algunos quisieran que pensáramos (aunque existan tensiones reales o provocadas), ni siquiera entre los antiguos partidos políticos, sino entre, por un lado, los que son materialistas, dominantes y hacen todo por «el dinero» y, por otro lado, los que creen en la cooperación, dan importancia a lo inmaterial y al ser. Entre los que juran por el beneficio y el crecimiento económico, y los que afirman preocuparse por el bien común y el crecimiento del ser. La lucha está ahí. Pero ¿podemos hablar de una lucha, o más bien de la esperanza no violenta de una apertura de las conciencias y una mayor sensibilidad?

Por supuesto, no se trata de defender exclusivamente lo cualitativo. Pero un equilibrio entre este desprecio cualitativo y el deificado cuantitativo, entre lo femenino y lo masculino, entre el yin y el yang… en resumen, el equilibrio entre los terrícolas y también con la Tierra.

En esta dinámica, sí, las fuerzas de la vida y el amor son nuestras armas. Son activas en los espacios visibles e invisibles de la vida, tanto en los espacios encarnados como en el espacio de la conciencia. Depende de nosotros continuar aferrándonos a ellas, hacerlas crecer y usarlas, con el corazón abierto. El futuro puede ser radiante y los milagros, o al menos los retrocesos, son posibles. Podemos ser los catalizadores.


Traducción del francés por Sofia Tufiño