Luis, Yobany y Juan probablemente no se hayan conocido pero tenían y tienen todavía mucho en común. Los tres son líderes sociales colombianos y los tres fueron asesinados por ese motivo. No tuve el gusto de conocerlos, pero sí la responsabilidad de escribir, ahora, sobre ellos. Quisiera hacerlo en un presente continuo como única alternativa a mi alcance para que sus nombres no queden encriptados en un pasado injusto, y porque las personas que nos dedicamos a escribir tenemos como única herramienta las letras y todo lo que podemos hacer con ellas. Sin embargo Luis, Yobany y Juan fueron asesinados, ya no están y lo único más doloroso que su ausencia es la impunidad.

Luis, Yobany y Juan vivían en tres departamentos distintos de Colombia y llevaban adelante la peligrosa tarea que en ese país implica ejercer el derecho a defender derechos. Y aunque probablemente no se hayan conocido, por las fechas en las que fueron asesinados, es posible que Luis se haya enterado del asesinato de Juan y de su hijo, y que Yobany se haya enterado de todos los anteriores, y que a su vez, otra u otro líder social se haya enterado también del asesinato de Yobany y así sucesivamente, porque el genocidio que está ocurriendo en Colombia, en efecto y sin lugar a discusión alguna, sí puede y debe escribirse en un doloroso e impune presente continuo.

Luis Alfonso Giraldo Valencia era el presidente de la Junta de Acción Comunal de la vereda La Brasilia, ubicada en el corregimiento La Carmelita en Puerto Asís, en el departamento de Putumayo.  Tenía 48 años cuando lo asesinaron en su casa el lunes 4 de diciembre de 2017, a la hora en la que Colombia entera huele a café, 6:20 de la mañana. Los medios dicen que dos sujetos llegaron a su residencia y le dispararon en la cabeza después de que Luis los saludara, seguramente con un “buenos días”.

Yobany Velasco Ariza representaba a su comunidad en el Núcleo Guacamaya, grupo motor en la sustitución de cultivos de uso ilícito en el Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos (PNIS). Fue, en varios periodos, el presidente de la Junta de Acción Comunal de la vereda Caño Mosco en San José del Guaviare, Departamento del Guaviare.  Lo asesinaron de varios disparos en la fecha en la que Colombia entera recuerda un magnicidio y conmemora el día nacional de las víctimas. Los testigos dijeron al diario El Espectador que a Yobany le dispararon desde una moto que transportaba a dos personas, con los rostros y las miradas escondidas en los cascos. Ocurrió el 9 de abril de 2018.

El 10 de enero de 2017 a la familia de Juan Mosquera Rodríguez, reconocido líder comunitario de 55 años, le abrieron una herida doble. El 11 de enero serían dos los que faltarían para siempre en la mesa porque a Juan lo asesinaron junto a su hijo Moisés de 33 años, en la comunidad El Tambolar, en Río Sucio en la región del Bajo Atrato, departamento del Chocó. Los testimonios indican que antes de ser asesinados, esa tarde de la que Juan y Moisés no regresarían, presuntos miembros de las autodefensas acusaron al líder social de ser miliciano de las FARC.

Luis, Yobany y Juan. Putumayo, Guaviare y Chocó. Estamos recorriendo y repasando la geografía de Colombia a punta de líderes sociales asesinados. Escribiendo estas líneas he vuelto a su mapa político, y lo único que ese mapa me devolvió fue la siguiente pregunta: ¿De qué tamaño es la envergadura de la organización sistemática de este genocidio, que tiene el alcance de asesinar en cualquier punto geográfico de Colombia a personas particularmente identificadas por sus roles y liderazgos sociales?

La omisión del Estado colombiano en atender la sistematicidad de estos asesinatos hace parte del procedimiento simbólico para producir miedo ante la construcción de liderazgos en el país.

Las y los líderes sociales corren un doble riesgo de vida en Colombia: en cualquier momento pueden ser asesinados, pero además, después de eso: en cualquier momento pueden ser olvidados, y entonces los habrán matado dos veces. Por ello, escribir sobre Luis, Yobany y Juan quizá sea un modo de reflexión sobre el peligro de normalizar los asesinatos de las personas que, en Colombia, corren el insólito riesgo de defender los derechos. La guerra nos costó muchas vidas, nunca imaginamos que atrevernos a vivir en paz nos costaría tantas vidas más.

Perturba escribir sobre Luis, Yobany y Juan sabiendo que mientras lo hago en Colombia siguen asesinando a más Luises, Yobanys y Juanes. La lista aumenta y lo que para el Estado son cifras, para toda la Nación es una de  nuestras mayores tragedias.

Michel Forst, Relator de Naciones Unidas, sostuvo en febrero de este año que Colombia es uno de los países más peligrosos del mundo para la defensa de los derechos humanos. Las cifras solas no muestran la tragedia humana que hay detrás de cada caso. Por eso un grupo de columnistas, hemos querido recuperar los rostros y las vidas de algunos líderes asesinados, y contar la historia de tres de ellos.

A quienes mataron con armas, nosotras y nosotros mantenemos vivos con letras. Es necesario hacerlo, dejar registro, para que el día de mañana no vengan a decirnos que el asesinato sistemático de líderes sociales en Colombia nunca sucedió. Hemos aprendido de Luis, Yobany, Juan y centenares más, que justamente el silencio jamás será una opción.


Este artículo es parte de una serie escrita por columnistas colombianos, en memoria de los líderes sociales asesinados en su país. Lea otras columnas ya publicadas en Pressenza, en este enlace.