Por Jhon Sánchez

En 1772, James Somerset fue un esclavo traído a Inglaterra por su dueño Charles Stewart. Somerset logró escapar pero más tarde fue detenido y puesto en custodia. Basándose en la petición de hábeas corpus, Somerset pidió su libertad, alegando detención ilegal. El juez, Lord Mansfield, le concedió su libertad porque Inglaterra no tenía esclavitud.

Hoy en 2020, el juez Alito, escribiendo para la mayoría de la Corte Suprema, decidió que los tribunales federales no pueden revisar una decisión de inmigración, negando la entrada a un solicitante de asilo.

El caso involucra a Vijayakumar Thuraissigiam, un ciudadano de Sri Lanka que fue secuestrado, golpeado y torturado en su país debido a su origen étnico. Thuraissigiam fue detenido poco después de cruzar la frontera de los Estados Unidos. Aunque Thuraissigiam puede ser torturado o asesinado en Sri Lanka, un oficial de inmigración no le creyó. Basada en una sola entrevista sin más pruebas que el testimonio de Thuraissigiam y sin un abogado, Inmigración ordenó su deportación.

Para el tribunal, la decisión tomada por un oficial de inmigración después de entrevistar a un solicitante durante dos o tres horas justifica el debido proceso. Alito olvidó que, como en Somerset, los solicitantes de asilo escapan de sistemas que son contrarios a nuestros valores constitucionales. Parece que no importa cuán escandaloso y contrario a la ley las decisiones de Inmigración serían, ya que los tribunales deben guardar silencio y permitir que el abuso continúe. Como si se tratara de una comedia para la televisión, Alito escribe: «Aunque el demandado no reclama el derecho a ser liberado, el Gobierno está dispuesto a liberarlo siempre que la liberación se produzca en la cabina de un avión con destino a Sri Lanka».

El Juez Breyer estuvo de acuerdo con el fallo, explicando que esto se aplicaría sólo a este caso específico porque hay otras situaciones en las que el tribunal podría y debería interferir. Sin embargo, muchos defensores temen que la administración de Trump se aproveche de la interpretación más amplia de la sentencia.

Lee Gelernt, abogado del solicitante de asilo, dice: «Y lo que queda por ver es la amplitud con la que la administración de Trump tratará de interpretarlo. La forma en que leemos la opinión, incluso la opinión mayoritaria, es que se aplica sólo a las personas en la frontera que tienen solicitudes de asilo. Y tendremos que ver si la administración Trump trata de ampliarla. En este momento, la administración Trump ya ha estado tratando de hacer deportaciones por la vía rápida para las personas que viven hasta dos años en cualquier lugar del país.»

El fallo de Thuraissigiam afecta a latinoamericanos, asiáticos, africanos, personas que cruzan las fronteras o que acaban de llegar al aeropuerto en busca de asilo. Ignora los principios legales del derecho nacional e internacional bajo los cuales necesitamos proteger a las personas que escapan de persecución.

Pero hay una tragedia más aquí: Los miles de oficiales de inmigración que eventualmente pueden ser forzados a tomar decisiones inconstitucionales.

Molly O’Tool informó: «Los oficiales de asilo me dijeron que incluso cuando encuentran uno de esos casos un cuerno afilado como el de un  unicornio donde se marcan todas las casillas y se recomienda de no regresar a la persona a México, sus supervisores anulan la recomendación. Anne [una oficial de inmigración] nos contó a mí y a mi productora, Nadia Reiman, el caso de un solicitante de asilo en el que su atacante incluso explicó su motivo, y aún así no funcionó». También entrevistó a un oficial de inmigración que dijo: «Básicamente fue una situación en la que había una conexión muy clara con la nacionalidad. En la que el victimario realmente había dicho, ‘te estoy perjudicando por esta nacionalidad… tu nacionalidad.’ Y el daño fue muy, muy severo. Fue, como, definitivamente una tortura. Y estaba muy claro que la policía no iba a hacer nada al respecto… no le importaba en absoluto. Y el supervisor lo rechazó».

E incluso en un caso como ese, no hay un tribunal que diga, «Basta». Como escribe la Jueza Sotomayor, «La decisión de hoy esposará la capacidad del poder judicial para cumplir con su deber constitucional de salvaguardar la libertad individual y desmantelará un componente crítico de la separación de poderes».

Al menos un oficial de inmigración había renunciado en protesta contra estas políticas. Doug Stephens, que trabajaba para la oficina de asilo en San Francisco, escribió un memorándum explicando la inconstitucionalidad de las políticas de inmigración de Trump y renunció. «Literalmente estás enviando a la gente de vuelta para ser violada y asesinada…Eso es lo que es esto», dice.

Para celebrarlo el 26 de junio, la administración Trump emitió una norma que retrasa la posibilidad de que un solicitante de asilo pida un permiso de trabajo. Según el regla anterior, si un solicitante de asilo tiene un caso a consideración, puede pedir un permiso de trabajo después de 150 días de que la solicitud esté pendiente. Ahora, el solicitante necesita esperar un año entero.

Aún así, tenemos alguna esperanza. El 1 de julio, un juez de distrito revocó la regla de inmigración de Trump que obliga a los solicitantes de asilo a pedir asilo en un tercer país antes de aplicar en los EE.UU. Basándose en motivos de procedimiento, la decisión dejaría cierto margen para que el gobierno enmiende y continúe con sus políticas perjudiciales.

El caso de los solicitantes de asilo procedentes del hemisferio sur tiene muchas similitudes con la Gran Migración, el desplazamiento de seis millones de afroamericanos de las partes rurales del sur de EEUU. Al igual que los afroamericanos, nuestros hermanos y hermanas escapan de la tortura, las ejecuciones extrajudiciales y los linchamientos. Como en la Gran Migración, el Norte nunca les dio la bienvenida. Los acusaron de cometer crímenes, de estar enfermos y de tener una moral dudosa. El Norte les permitió permanecer en barrios segregados. Hoy en día, no sólo tenemos una deuda con la comunidad afroamericana, sino que nuestra sociedad sufre de desigualdad, una brecha en la riqueza difícil de curar. Tal vez ese fue nuestro pecado: la falta de hospitalidad como en Sodoma y Gomorra.