El 11 de febrero de 1990 se anunció la liberación de Nelson Mandela. Fue el comienzo del desmantelamiento del sistema de apartheid. Las esperanzas de cambio para la mayoría de la población negra eran entonces inmensas. La reconciliación entre negros y blancos parecía estar en el camino correcto, y se hablaba de la nación »Arco Iris ». ¿Cuál es el balance que podemos hacer 30 años después?
Pressenza se reunió con Raphaël Porteilla, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Borgoña y  especialista en Sudáfrica.
Hoy vamos a analizar las cuestiones culturales y el lugar que ocupa Sudáfrica en la escena internacional.

Olivier Flumian: Desmond Tutu bautizó la nueva Sudáfrica la « Nación del Arco Iris ». ¿Este nombre es un mito? ¿Cuál es la realidad de las relaciones raciales hoy en día?

Raphaël Porteilla: Todo el mundo conoce el nombre que le dio D. Tutu, la « Nación Arco iris ». Sin embargo, todo el mundo sabe también que sus colores no se mezclan. Es en resumen lo que ocurre en Sudáfrica, donde las razas han permanecido una al lado de la otra. Se habla más bien de coexistencia que de unión nacional.

Se abolió el corpus legislativo segregacionista y discriminatorio, se derogaron las restricciones espaciales o raciales para que todos los sudafricanos se reapropien su país sin diferencias raciales. En resumen, en teoría las diferencias ya no se aplican.

Sin embargo, aunque la diversidad que compone al país es una ventaja y una fuerza, todavía falta mucho para que las relaciones raciales sean completas.

Si bien han habido matrimonios mixtos, los barrios de blancos han acogido a negros (o mestizos) en pequeñas cantidades, la cultura, los colegios y el deporte han ayudado a disminuir las distancias raciales y han favorizado los encuentros, la geografía sudafricana sigue mostrando zonas marcadas por el color de la piel: los barrios en las afueras de las ciudades siguen siendo barrios negros, a menudo desfavorecidos ; las escuelas de blancos han integrado a negros pero en muy pequeña proporción, siendo lo contrario un fenómeno de la ciencia ficción, los barrios blancos se han abierto a los otros acogiendo no a negros o mestizos, sino a hogares que comparten los mismos estándares y niveles de vida . Esta clase media o alta negra se ha integrado así en el mundo de blancos sin mayor dificultad. Sin embargo, los más pobres, los más desfavorecidos continúan siendo los negros, aunque algunos blancos también deben enfrentar estas dificultades, la democracia sudafricana no ha logrado, ni mucho menos, borrar todas las diferencias raciales.

Olivier Flumian: El paisaje religioso sudafricano está marcado por una cierta diversidad (cristianismo, sincretismo…). ¿Cuál es el papel de la religión en las relaciones sociales? ¿Tiene alguna influencia en la política?

Raphaël Porteilla: La religión siempre ha desempeñado un papel en Sudáfrica, tanto en la época de la colonización, durante el Apartheid, como en la actualidad. Muchas reuniones públicas hoy en día, comienzan con una oración.

El paisaje religioso está especialmente marcado por la diversidad (una vez más). Según los censos, alrededor del 80% de los sudafricanos se declaran cristianos, divididos entre diferentes iglesias y congregaciones.

La iglesia más importante es la Zion Christian Church (ZCC) con unos 10 millones de seguidores. Es una congregación independiente en torno al mensaje cristiano y que integra elementos africanos. Este sincretismo se encuentra también en otras congregaciones apostólicas, sionistas o pentecostales. La Iglesia Reformada Holandesa está compuesta principalmente por afrikaners blancos, mientras que los blancos de habla inglesa pertenecen a otras iglesias protestantes. La Iglesia Católica es la tercera iglesia más grande en términos de miembros, y si bien es minoritaria, tuvo un papel importante al oponerse al Apartheid. Existen diversas iglesias en las comunidades musulmanas, hindúes o judías .Otras iglesias, llamadas tradicionales, están presentes en todo el país. Por último, 15%  de los sudafricanos dicen no tener afiliación religiosa.

Durante el  Apartheid, algunas iglesias (principalmente las reformadas) apoyaron esta política antes de enmendarla, otras en cambio, siempre lucharon contra ella.

Es difícil afirmar hoy en día que la religión desempeña un papel político importante porque existe una marcada distancia entre las dos esferas. Sin negar su importancia en ciertas circunstancias. El carisma de D. Tutu durante la transición y el uso de un vocabulario tomado de la religión en ese momento, ayudó a superar esa etapa. Por otro lado, en el ámbito social, las obras sociales realizadas por todas estas iglesias forman a menudo una red de seguridad para los más pobres.

Olivier Flumian: En los años 70 y 80, los artistas comprometidos en la lucha contra la segregación racial, en especial los escritores y músicos,  popularizaron la cultura de su país. ¿Cuáles son los puntos fuertes de esta cultura hoy en día?

Raphaël Porteilla: Su gran diversidad de expresión y su extraordinario dinamismo en todos los campos artísticos; la novela, la literatura, la música pero también el cine, el teatro la escultura, el arte vivo/urbano, la danza, etc. son también artes muy activas y reconocidas en el mundo tanto durante la época del Apartheid, como revelador de las atrocidades del régimen, como hoy en día en tanto que decodificador de la sociedad sudafricana atravesada por múltiples tendencias.

Los artistas sudafricanos son reconocidos por su sincronismo cultural que combina diferentes registros y campos, a imagen del país arco iris. Esta diversidad se observa en las grandes ciudades (Le Cap, Durban) donde las escenas de producción son famosas. La muerte  de Johnny Glegg, el zulú  blanco, en julio de 2019, es un testimonio de este sincretismo musical, del encuentro entre dos culturas y de su poder de evocación, así como de una Sudáfrica posible.

Olivier Flumian: El deporte sudafricano estuvo marcado hace 10 años por la primera Copa del Mundo de Futbol en África y hace 25 años por la victoria de los Springboks en la Copa del Mundo de Rugby. ¿Es el deporte un vehículo de integración social entre los diversos componentes étnicos de la sociedad?

Raphaël Porteilla: Como en otros lugares, el deporte puede transmitir esta forma de integración que sobrepasa las barreras raciales y producir un éxito innegable. El rugby ha sido un buen ejemplo de esto, siendo un deporte que originalmente era blanco y que ha acogido a mestizos y negros. Si en 1995, la Copa del Mundo ganada por los sudafricanos pudo focalizarse sobre el único jugador mestizo, Chester Williams (que murió en 2019), fue la última victoria de este equipo en la Copa del Mundo en septiembre la que mostró la exitosa integración de los jugadores de todos los colores ; el capitán es ahora un jugador negro.

El futbol, en otra medida, también ha sido el deporte de la integración y la organización de la Copa del Mundo de 2010 ayudó a esta tendencia (pero en un sentido contrario, ya que siendo un deporte reservado a los negros, permitió integrar a los blancos), pero en cambio el éxito económico será muy relativo. No obstante, ambos deportes lograron generar un sentido de pertenencia a la nación sudafricana,  orgullosa de su diversidad. En muchos lugares, la práctica del deporte ha facilitado los encuentros, el reconocimiento y el intercambio. Sin embargo, no todas las barreras han sido eliminadas y los esfuerzos de integración por este medio, como por otros, deben continuar.

Olivier Flumian: La geografía de Sudáfrica en la época del Apartheid se caracterizaba por una amplia segregación espacial, tanto en las ciudades como en el campo. ¿Se siguen constatando las mismas desigualdades territoriales? ¿Qué pasó con los antiguos territorios bantoustanes?

Raphaël Porteilla: Cuando nos movemos al interior del país, es fácil observar cómo la geografía del Apartheid compartimentó el paisaje, segregando los grupos de la población En todas las periferias de las ciudades, los townships (barrios marginales) existen y estructuran el espacio urbano. Aunque muchas de esas zonas son ahora viviendas “duras”, parcialmente conectadas al sistema eléctrico y de abastecimiento de agua, en las cercanías de las carreteras principales, estos « barrios » siguen siendo zonas de pobreza donde se hacinan los más abandonados.

En cuanto a los bantustanes o homelands, resultados de la política del gran Apartheid, que consistía en la entrega de  10 territorios demarcados el interior de Sudáfrica para « aparcar » los negros divididos en grupos  etnolingüísticos con el fin de proporcionar mano de obra dócil y barata a la industria blanca, las fronteras que los delimitaban han desaparecido. Estos bantustanes fueron integrados en las provincias en un sabio juego de reorganización territorial, demográfico, administrativo y político que finalmente se llevó a cabo sin gran dificultad. Como estos territorios se caracterizaban por la pobreza y la desolación  (se les comparaba con dumping ground: vertederos), las cuestiones socioeconómicas también eran complejas para configurar las nuevas provincias sobre una base igualitaria.

Olivier Flumian: Sudáfrica es el primer contaminador del continente africano. ¿Cuál es el estado de la conciencia ambiental en la sociedad y a nivel gubernamental? ¿Son perceptibles los efectos del cambio climático en Sudáfrica?

Raphaël Porteilla: Sudáfrica puede considerarse como un concentrado de problemas ambientales del planeta. Debe enfrentarse a la protección y a la conservación de una biodiversidad muy rica: desiertos y bosques, pantanos, montañas y altiplanos, zonas marítimas, constituyen un patrimonio excepcional.

Además, Sudáfrica debe cambiar las reglas del juego para asegurar una participación efectiva de las poblaciones locales. El país ha sufrido los estragos de una industrialización devastadora y de una agricultura comercial productivista: la erosión del suelo, la contaminación del aire y del agua, la gestión anárquica de los desechos tóxicos, como el amianto y los residuos mineros, afectan masivamente a la población y en particular a los barrios pobres, donde las condiciones de vida son inimaginablemente insalubres.

En Sudáfrica, el carbón continúa siendo el combustible nacional para las centrales eléctricas pero también para los hogares, lo que causa daños a la salud y al medio ambiente. El plan de Zuma de instalar centrales nucleares no ha tenido éxito debido a la amplia movilización. De manera más amplia, varias asociaciones e investigadores han emprendido  importantes luchas para mostrar los procesos de intervención  de la sociedad civil, la invención de nuevas formas de debate, el aprendizaje de prácticas democráticas en la esfera clave del medio ambiente.

Los efectos del cambio climático son perceptibles, como en el resto del mundo, a través de las lluvias torrenciales que caen regularmente en el norte del país y en las sequías que afectan el sur, obligando en función de la zona a reducir drásticamente el consumo de agua, lo que penaliza en primer lugar a los más pobres.

Olivier Flumian: Sudáfrica ha sido durante mucho tiempo un estado paria en el continente africano debido a las políticas racistas practicadas por el gobierno. ¿Qué papel desempeña la República de Sudáfrica en el continente africano?

Raphaël Porteilla: Con la democracia y la llegada al poder de N. Mandela, la estatura del país ha cambiado diametralmente. La personalidad de Mandela influyó mucho en el ámbito de los derechos humanos y de la reconciliación, hasta el punto de intervenir como mediador en varios conflictos en África (Burundi). Durante ese período, Sudáfrica fue mostrada a menudo como un modelo de transición pacífica y produjo el interés de los países africanos.

T. Mbeki continuó en esa dinámica, al menos durante un tiempo, en torno a su política internacional ordenada por el discurso «  del renacimiento africano ». Sin embargo, esta perspectiva ha paulatinamente evolucionado hacia una política sustentada por el deseo de dominación de la subregión, o incluso al continente africano, que ha ofendido a varios países importantes (Angola, Nigeria). Su integración en el BRICS puede analizarse en este contexto. J. Zuma intentó continuar en esta dirección pero con menos éxito, por falta de una real perspectiva política y de un carisma menos importante que el de sus predecesores.

En el ámbito económico, las empresas sudafricanas se han expandido a muchos países, aportando  conocimientos y  recursos financieros en empresas de telecomunicación, en la minería, en el comercio minorista, en el turismo, en bancos y en producción de bebidas.  Esta política, a menudo agresiva, ha frustrado a varios países y las tensiones se han sentido en varias ocasiones, en particular cuando se trataba de elegir Sudáfrica a los órganos  internacionales, como el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Olivier Flumian: La República de Sudáfrica es miembro del G20. ¿Qué influencia tiene?

Raphaël Porteilla: Desde el punto de vista sudafricano, no hay duda de que su influencia puede ser percibida como importante en ciertos temas y dependiendo de la personalidad encargada de representar a este país. Una vez más, con Mandela Sudáfrica tenía un estatus indiscutible, al menos en la cuestión de derechos humanos o, más concretamente, en la cuestión acerca del nuclear militar.; Sudáfrica se unió a los países que renunciaban a las armas nucleares.

Después, en la escena internacional, Mbeki o Zuma estaban lejos de tener la estatura de Mandela, por lo que las ambiciones internacionales no se concretizaron, más allá de su condición de país emergente integrado en el BRICS. Por consiguiente, Sudáfrica es un país de mediana importancia, que mantiene buenas relaciones con las grandes potencias pero que no tiene la capacidad de influenciarlas, ni de ser un actor importante en los organismos internacionales. .

Este artículo forma parte de una serie de cuatro artículos sobre Sudáfrica:


Traducción del francés por Beatriz Leclerc