El 11 de febrero de 1990 se anunció la liberación de Nelson Mandela. Fue el comienzo del desmantelamiento del sistema de apartheid. Las esperanzas de cambio para la mayoría de la población negra eran entonces inmensas. La reconciliación entre negros y blancos parecía estar en el camino correcto, y se hablaba de la nación »Arco Iris ». ¿Cuál es el balance que podemos hacer 30 años después?
Pressenza se reunió con Raphaël Porteilla, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Borgoña y  especialista en Sudáfrica.
Hoy comenzaremos con la cuestión de la democracia.

Olivier Flumian: La democracia parece funcionar correctamente desde las primeras elecciones multirraciales en 1994. ¿Cuál es el estado de la democracia en Sudáfrica hoy en día?

Raphaël Porteilla: Si por democracia entendemos la libre participación en las elecciones, la libertad de prensa, el pluralismo y las instituciones funcionales, podemos decir que la democracia en Sudáfrica funciona bien. Las elecciones se realizan a intervalos regulares (cada 5 años) desde 1994, tanto a nivel nacional, provincial como local. El pluralismo es eficaz, las campañas electorales se llevan a cabo satisfactoriamente (los medios de comunicación desempeñan un papel importante), aunque se observan algunas dificultades de organización como en todas partes. Las últimas realizadas a nivel nacional/provincial tuvieron lugar en 2019, y fueron reconocidas como libres y transparentes.

El equilibrio de poder buscado por la Constitución de 1996 sigue siendo válido (sistema parlamentario) dándole al  Presidente de la República, elegido por la Asamblea Nacional, un poder considerable: es a la vez Jefe de Estado, Jefe de Gobierno, y Jefe de la mayoría parlamentaria y del principal partido, el CNA  Su responsabilidad puede ser comprometida constitucionalmente pero sobre todo políticamente dentro de su propio partido, lo que puede llevarle a renunciar, como lo hizo Thabo Mbeki en 2008  y Jacob Zuma en 2018.

Ciertas instituciones constitucionales fueron creadas en 1994/96 para asegurar el funcionamiento de la democracia. Por ejemplo, el Tribunal Constitucional, que se ha forjado una sólida reputación de protector del estado de derecho, en particular gracias a las eminentes personalidades que lo han integrado y que han logrado asumir su independencia respecto del  Presidente que los nombra. Por otro lado, la calidad de las decisiones adoptadas ha permitido estabilizar la nueva ley en formación y « limpiar » gradualmente los restos legislativos del apartheid. Otras instituciones específicas de Sudáfrica ayudan a consolidar la democracia: un mediador, una comisión de derechos humanos, una comisión para la promoción de los derechos culturales, para la igualdad de género, para los medios de comunicación, etc. No debemos olvidar el papel pacificador desempeñado por la Comisión Verdad y Reconciliación (CVR) presidida por Desmond Tutu entre 1995 et 1998 que facilitó la transición política permitiendo al mismo tiempo aclarar el pasado sin amnesia. Este período fue crucial  desde el punto de vista de la confianza en las instituciones nacientes y ayudó a construir una base compartida por todos los sudafricanos.

El equilibrio territorial también se ha reconfigurado al rediseñar Sudáfrica en nueve provincias que disponen competencias previstas por la Constitución y municipios que también tienen a cargo ciertas atribuciones. Las incertidumbres pueden presentarse en la esfera de la equiparación fiscal, ya que el gobierno central dispone de un poder considerable que puede limitar los márgenes de autonomía y ayudar a las provincias menos afortunadas (especialmente en el norte). Sin embargo, la corrupción ha gangrenado la vida política a todos los niveles y los esfuerzos realizados por el gobierno central para combatirla son reales, aunque han permanecido ineficaces durante demasiado tiempo.

Por último, a la luz del terrible pasado de colonización y apartheid, los valores democráticos de Sudáfrica que figuran en el artículo 1° de la Constitución (dignidad humana, igualdad, no racismo, no sexismo, estado de derecho) constituyen la brújula de los dirigentes y de todas las fuerzas políticas.

Olivier Flumian : Durante treinta años la vida política ha estado dominada por el ANC (Congreso Nacional Africano), partido histórico que lucha contra el Apartheid. Podemos constatar que elección tras elección, la influencia del partido tiende a disminuir. ¿Por qué? ¿Existe alguna alternativa al CNA?

Raphaël Porteilla: Los resultados de las elecciones legislativas de 2019 marcan, en efecto, un revés para el CNA, ya que es la primera vez desde 1994 que el partido sólo ha alcanzado el 60% de los votos, es decir, 230 escaños, lo que es su peor resultado. Varios factores contribuyen a la lenta erosión del CNA, aunque algunos predecían que sería más rápida.

Como también ocurre en otros contextos, el desgaste del poder es el primer elemento. Desde  1994, el CNA obtiene con creces las elecciones nacionales, posee casi todas las palancas de poder, y desde 2019 sólo falta una provincia importante (Western Cape) y unos pocos municipios importantes. El CNA no siempre ha sido capaz de cuestionarse, y las luchas internas han desbordado sobre la agenda política y económica. Esto es más evidente a nivel local que a nivel nacional, ya que en las últimas elecciones municipales varias grandes ciudades cayeron en la oposición porque están más presentes sobre el terreno que los representantes del CNA, de los cuales algunos estuvieron además vinculados a historias de corrupción.

El segundo factor hay que buscarlo en la política económica que, tras la presidencia de N. Mandela, se ha convertido en un tema delicado. Demasiado neoliberalismo bajo Mbeki, esta política profundizó las desigualdades socioeconómicas y alienó una parte del electorado tradicional del CNA. La lucha contra la pobreza ha sido la prioridad principal para Zuma y, si bien se han hecho esfuerzos, los cambios a nivel de la base han sido difíciles de observar,  haciendo una vez más huir a parte del electorado. Cabe añadir que la masacre de Marikana en el verano de 2012 (34 mineros muertos por la policía bajo orden del gobierno) marcó a la opinión pública; como resultado, el sector laboral se ha alejado en parte de Cosatu (un sindicato cercano al CNA).

Además los jóvenes sudafricanos nacidos después de 1994 (Born free) no están tan imbuidos de la cultura del CNA como sus padres y al parecer no votan o votan por otros partidos (como   el Economic Freedom Figthers – EFF por ejemplo).

Sin embargo, el CNA es el único partido sudafricano que dispone de una red territorial completa (el partido está estructurado en provincias y tiene un sector femenino muy activo, un sector juvenil dinámico, un poderoso sector de veteranos) y, por lo tanto, puede detener esta erosión como se constató en 2019.

Un tercer factor que puede explicar esta lenta pérdida de influencia, es que el CNA se ha convertido gradualmente  en un partido de clase media/alta, un partido de funcionarios elegidos también, abandonando con demasiada frecuencia su base tradicional. C. Ramaphosa elegido en 2019, ha tenido la tarea primordial de frenar y recuperar el electorado del CNA que ha sido atraído por otros sectores.

La oposición es al mismo tiempo un elemento que explica la pérdida de influencia, pero también el mantenimiento del CNA a un nivel satisfactorio. En un panorama político muy fragmentado (48 partidos competían a nivel nacional en 2019), durante los últimos diez años, una parte de la oposición se ha encarnado en la Alianza Democrática porque es la más estructurada y tiene una audiencia política en una gran parte del territorio, incluidas las grandes metrópolis. Sin embargo, este partido tiene grandes dificultades para cruzar el umbral de los 90 miembros electos de la Asamblea Nacional (84 en 2019), ya que precisamente su presencia se encuentra en algunas provincias y en grandes ciudades. Además, la alianza con otras fuerzas políticas no pareciera ser posible ya que los programas son divergentes.

La otra fuerza opositora es la EFF, fruto de una división entre algunos jóvenes del CNA liderados por Julius Malema, que están luchando por salir de sus bastiones originales (sudoeste y noreste de Sudáfrica).Sin embargo, en 2019, con 44 escaños (su mejor resultado), el partido casi duplicó el número de escaños en comparación con 2014. Es, pues, un partido que en pocos años ha tenido una audiencia sensible debido en parte a su ferviente líder y sus frecuentes opiniones virulentas en el seno de la Asamblea Nacional, hasta el punto de ser evacuado manu militari, pero también a su programa político abiertamente a favor de los más pobres y contra las desigualdades, proponiendo incluso la nacionalización de ciertos sectores o instituciones.

Las otras fuerzas políticas, como vimos abundantes, no están en capacidad de ejercer un verdadero papel, ya que sólo tienen unos pocos escaños en la Asamblea Nacional, en las provincias y municipios. Basta con observar el puntaje de la extrema derecha (VF+) que hasta en  2019 era candidata y obtiene 10 escaños, capitalizando tanto la ira de los agricultores blancos a causa de la política de redistribución de tierras como de los electores del DA cuyo líder, desde hace algunos años, es negro.

Olivier Flumian : Desde la presidencia de Jacob Zuma, entre 2009 y 2018, se ha señalado a menudo la corrupción. ¿Está justificado? ¿Se trata solamente de un legado de la presidencia de Zuma?

Raphaël Porteilla: La corrupción, entendida como el acto por el cual una persona con autoridad política utiliza su función para solicitar o aceptar una donación, oferta o promesa con el fin de realizar, retrasar u omitir la realización de un acto, ya existía en la época del apartheid dentro del Partido Nacional gobernante pero ha sido omitida por la historiografía oficial. La llegada de De Klerk al poder tuvo lugar en este contexto, lo que fue una verdadera conmoción para muchos blancos de la época.

Con la llegada de la democracia, la corrupción pasó a un segundo plano durante el mandato de  N. Mandela, que fue como un momento suspendido de la joven democracia. En cambio, bajo T. Mbeki, varios escándalos fueron revelados por la prensa (destaquemos aquí su papel de denunciante).

De hecho, Zuma esta en el centro de una saga vinculada a los episodios de corrupción que marcaron parte de su vicepresidencia en la década del  2000 y su llegada a la cima del Estado a partir de 2009. Los juicios que de hecho siguen en curso le llevaron (no sin dificultad) a testificar ante la Comisión Zondo creada en la ocasión para reducir, si no acabar, con este flagelo. El llamado caso del « Estado de captura » (« Capture State »), en el que se ha acusado a los hermanos Gupta, cercanos a Zuma, ha puesto de relieve los enredos más o menos grandes entre la política y los negocios, hasta el punto en que se han vendido al sector privado secciones enteras de empresas nacionales de Sudáfrica. Ramaphosa tiene la tarea de resolver esta delicada cuestión (Sudáfrica ocupó el puesto 73 en 2019 según Tranparency International) y la labor de la Comisión Zondo debería conducir a una depuración de estas prácticas.

Olivier Flumian : La elección de Mandela simboliza la ruptura definitiva con el régimen del Apartheid. ¿Qué queda del legado de Mandela más allá del símbolo?

Raphaël Porteilla: El símbolo de Mandela permanecerá unido a la noción de reconciliación. Fue él quien dio forma a este período (1990-1998) impidiendo que la venganza que algunos deseaban se convirtiera en un credo político. Supo tratar con todas las fuerzas, incluido el CNA, promoviendo esta reconciliación como la única perspectiva posible para todos los sudafricanos. Sus discursos, sus acciones (la Copa Mundial de Rugby de 1995, por ejemplo), su carisma y su voluntad política han allanado muchas dificultades y han permitido a Sudáfrica imponerse como un modelo de transición política pacífica y de reconciliación.

La Comisión Verdad y Reconciliación también desempeñó un papel importante durante este período. Presidida por D. Tutu, ayudó a curar las heridas, y a vendarlas, sin concesión o amnistía general. Este trabajo de catarsis fue necesario para que todos los sudafricanos se apropiaran de su historia compartida y se expusieran las atrocidades cometidas.

El legado de Mandela estará siempre ligado a este simbolismo, que sin duda facilitó el paso del Apartheid a la democracia política. Sin embargo, en términos sociales y económicos, este período no estuvo a la altura de lo que estaba en juego, pero Mandela no es responsable de ello.

 

Este artículo forma parte de una serie de cuatro artículos sobre Sudáfrica:


Traducción del francés por Bratriz Leclerc