“No imagines que estás solo en tu pueblo, en tu ciudad, en la Tierra y en los infinitos mundos”

de El camino, tercera parte de El mensaje de Silo

   Hace un tiempo, en el mes de mayo, me encontré con un tiempo a solas, al pie de las majestuosas montañas de los Andes: contra un paisaje árido de imponentes montañas pedregosas, junto a un río que llamaron La curva del tiempo, y tuve una experiencia singular de estar sola y al mismo tiempo tan conectada con todo. Con las personas, especialmente familiares, parientes y amigos lejanos del otro lado del mundo, personas cuyas vidas me han cautivado; y aquellos que se adelantaron estaban allí, conectados conmigo. Una sensación de que la gente era lo más importante y lo más preciado del mundo me invadió. 

Es irónico pensar que se necesitaría una pandemia global, virulenta, mortal… Una que aislaría a las personas (algunas solas) en sus hogares durante días, para experimentar la sensación de cuán interconectados estamos. Y, en esencia, cuán valiosa es la vida humana. Nos lleva a una encrucijada, un posible punto de inflexión para nosotros, los seres humanos de este hermoso planeta: la tierra.

Lo que estamos experimentando es espeluznante, incluso terrorífico. La vida y el sustento, y todos los privilegios de la existencia normal de hoy en día, como los conocíamos antes de esta pandemia, cambiaron de dirección y se pusieron de cabeza. Pero, por primera vez, es algo por lo que todos estamos pasando juntos, en menor o mayor grado.

Esta experiencia de alguna manera trae consigo un sentido de nuestra humanidad compartida.

Estamos enfrentando los mismos temores y ansiedades sobre la vida, la muerte y el futuro. Con incertidumbre acerca de poder asegurar las vidas y el sustento de nuestra familia y seres queridos. Mirando hacia el futuro y aún sin saber cómo será, muchos dicen que no será lo mismo que antes.

Con todo lo que estamos experimentando, estamos empezando a cuestionarnos el por qué, en este día y era, con todos los avances en ciencia y tecnología, por qué nuestros sistemas de salud no pueden hacerle frente adecuadamente, tratando de salvar o tratar vidas, ya sean jóvenes o viejos.

Estamos viendo cómo un virus inerte e invisible es capaz de causar estragos fácilmente en la “tan importante” economía, tanto local como global, con medios de subsistencia y negocios gravemente afectados, y casi colapsados en algunos lugares.

Nos estamos dando cuenta de cómo nuestros gobiernos y líderes están mal equipados para hacer frente a esta crisis.

Estamos contemplando cómo aquellos en el pináculo del poder y el prestigio, con dinero y privilegios de sobra, lo tienen todo fácil. Mientras que al mismo tiempo nos identificamos con las dificultades que atraviesa una gran mayoría: los que se encuentran en la base de la escala social, los que viven al día. Por las circunstancias presentes, es más difícil para ellos.

Todos los días sentimos, en nuestras entrañas, cuán preciosa es la vida, no solo la vida de nuestros seres queridos, sino también la de nuestros amigos, vecinos y otros seres humanos. Sentimos cuánto puede doler el aislamiento y cómo debemos mantenernos en contacto con otros.

Este sentimiento que surge, cuando vemos a personas de primera línea: médicos, amigos, colegas, muriendo. Muchos lo hacen solos, sin despedida para los que se quedan atrás. Sentimos la necesidad de ver amigos y familiares, disfrutar de una comida juntos o trabajar juntos, pero no podemos hacerlo.

Nos estamos acercando, usando cualquier tipo de tecnología que tenemos a la mano para estar en contacto con otros, compartiendo nuestros pensamientos y emociones incluso cuando nos mantenemos aislados, incapaces de movernos libremente. Entre otros diversos esfuerzos… Para prestar nuestras voces a los poderes fácticos tengan más en cuenta nuestras necesidades comunes. Poco a poco, vemos que los líderes del gobierno prestan atención y toman medidas. Estamos  observando que algunas de sus empresas y corporaciones usan sus recursos para ayudar a los marginados, y también, a comunidades que se ayudan mutuamente, y a personas cuyo trabajo ha sido en gran parte invisible y dado por sentado, al fin se les da el valor que se merecen.

Por el momento, es como si el flujo de la vida humana se hubiera detenido para darnos cuenta de lo que es más importante, de lo que es más valioso. Y, con mucha esperanza, reorganizar nuestras prioridades, hacer nuestra parte e imaginar otra vez un mundo más humano.

Quizás, debido a que estamos experimentando y sintiendo esta interconexión aislada pero más profunda en nuestras entrañas, esta experiencia de pasar juntos por esta pandemia, será una fuente para una transformación real. Una que abrirá el camino hacia un futuro verdaderamente humano para todos.


Traducción del inglés por Alanissis Flores