Estos días de crisis y confinamiento, muchas personas en todo el mundo están sufriendo unas consecuencias económicas devastadoras, sin contar con aquellos afectados por el COVID-19. En algunos casos, como es el de España y otros, se están poniendo en marcha mecanismos económicos de ayuda. A veces, esta ayuda es directa a los afectados, en forma de subsidios temporales, condonación o prórroga de impuestos, condonación o prórroga del pago de alquileres o préstamos, etc. Otros tipos de ayuda van orientados a las grandes empresas, como ya ocurrió en la crisis de hace algo más de 10 años. Mientras que las primeras ayudas son bienvenidas, las segundas no está claro si pretenden socorrer a la sociedad en su conjunto, o no son más que una clásica treta en que grandes consorcios privados se benefician del dinero público.

Este artículo pretende aprovechar la implantación de las mencionadas ayudas directas, para volver a romper una lanza en favor de una Renta Básica Universal Incondicionada (RBU), la cual podría ser implementada en una base estatal pero también continental. Una verdadera Unión Europea ahora mismo ya estaría diseñándola, financiada desde el Banco Central Europeo, con cuantías que podrían variar según el coste de vida de cada lugar, pero que deberían llegar a toda la población del continente. Si esta RBU estuviera ya implantada, no hubiera hecho falta planificar a toda velocidad ayudas económicas que, en el mejor de los casos, servirán para paliar parcial y temporalmente la situación, sin resolver las injusticias de fondo que, con o sin coronavirus, afectan a la mayoría de las personas. Con la RBU el confinamiento se podría vivir de manera muy diferente para muchas personas, contando entre estas a aquellos que han perdido el empleo, o a los autónomos que han visto mermar o desaparecer su actividad. En definitiva, lo que ahora mismo es una crisis vital para un porcentaje muy importante de la población, sería vivido de manera mucho más suave y tranquila. Si para prevenir epidemias como la actual necesitamos una vacuna contra el coronavirus, para prevenir las debacles económicas necesitamos una RBU.

Lamentablemente, la situación actual es muy distinta. Mientras gobiernos con cierto interés social intentan implementar ayudas directas, con la enorme carga burocrática que implica diseñar un sistema a toda velocidad que esté condicionado a la situación de cada persona, los gobiernos de la Unión Europea discuten sobre quién debe pagar la factura, mientras dejan desamparada a la población.

Recuerdo la película «Contacto», en que la protagonista, encarnada por Jodie Foster, es lanzada en una cápsula espacial al encuentro de una civilización extraterrestre. Durante el viaje, Foster está amarrada a un asiento en el centro de la nave; a medida que el viaje progresa, la nave y el asiento cada vez sufren mayores temblores, al punto que Foster está a punto de morir por tan fuertes movimientos. En ese momento, Foster tiene un rapto de inspiración y se libera de las correas que la ataban, y comienza a flotar plácidamente mientras el resto de la nave sigue estremeciéndose. Con la RBU pasa algo parecido; mientras los gobiernos intentan implementar nuevos subsidios condicionados, con la dificultad y enorme energía que conlleva la selección de personas y el control del reparto (como si estuvieran amarrados a una silla que no para de moverse), existe la alternativa de una renta universal para todos los habitantes, que no requeriría ninguna selección, sería mucho más fácil de implantar y pondría un enorme peldaño para la recuperación económica futura, brindando a la vez seguridad y libertad a la población.

Si tengo un grupo de personas a mi cargo que necesitan agua, puedo hacer una selección para determinar en cada momento quién la necesita más, e ir comprando botellines de a poco, mientras llevo un control de cuánta agua he dado a cada uno. O bien, puedo comprar una cantidad de agua suficiente para todos, y continuar con otras labores mucho más interesantes.

La RBU no solucionará todos los problemas económicos, ni mucho menos; para esto hacen falta muchas otras medidas complementarias. Del mismo modo que una vacuna contra el coronavirus no resolverá todos los problemas sanitarios. Pero tanto una como otra serán de mucha utilidad para el futuro, poniendo una base sobre la cual construir un sistema económico y sanitario al servicio de los seres humanos.