El pasado 16 de abril, Estados Unidos registró 4591 muertes debido al COVID-19 en tan solo 24 horas (véase nota de prensa de Sud Ouest y esta nota en inglés de DemocracyNow). Una dramática marca que duplica las marcas anteriores registradas, que ya superaban las 2000 muertes (fueron 2228 las muertes registradas el 15 de abril del 2020 en 24 horas). Remitimos a nuestros estimables lectores a nuestra nota anterior que, entre otros puntos, refiere a la vulnerabilidad del sistema de salud pública norteamericano y a la ausencia de medidas de contención, titulada «Estados Unidos y el coronavirus: más de 2000 muertes en 24 horas y proyecciones sombrías oficiales«.

A la crisis sanitaria que significa para el sistema de salud norteramericano el COVID-19 en estas primeras dos semanas de abril del 2020, se suma la crisis económica y social que conlleva, y los cuestionamientos cada vez más incisivos sobre la falta de medidas sanitarias cuando aún era tiempo por parte de las máximas autoridades norteamericanas para contener debidamente esta pandemia. Estados Unidos acumula no solamente la mayor cantidad de personas fallecidas en el planeta en razón de este coronavirus, sino también la mayor cantidad de personas contaminadas (superando el número de 700.000 personas este mismo 17 de abril del 2020).

La primera muerte registrada en Estados Unidos debido al COVID-19 se dió el 22 de enero del 2020. El pasado 3 de abril, se reportó que murieron más de 1000 personas en Estados Unidos en 24 horas (véase nota del Washington Post). Estados Unidos acumula más de 33.000 muertes al 16 de abril, contra 22.170 (Italia), 19.315 (España), 17.920 (Francia) y 13.729 (Reino Unido), según los datos arrojados por la Universidad Johns Hopkins (véase enlace oficial), la cual monitorea en tiempo real la expansión de la pandemia a nivel global.

Cabe recordar que a dos días de diagnosticarse, en enero del 2020, el primer caso en Estados Unidos, se escuchó por parte del actual ocupante de la Casa Blanca las siguientes frases:

We have it totally under control. It’s one person coming from China. It’s going to be just fine” (véase nota de prensa de The Guardian, titulada «The missing six weeks: how Trump failed the biggest test of his life» cuya lectura completa se recomienda).

Resulta de interés recordar que en declaraciones oficiales dadas por sus máximas autoridades el pasado 1ero de abril, se estimó a un número que oscila entre 100.000 y 240.000 las personas que fallecerán en Estados Unidos debido al coronavirus (véase nota de prensa del Washington Post): una proyección extremadamente sombría si se compara al número de personas fallecidas debido al COVID-19 en otros Estados que registra la Universidad Johns Hopkins antesmencionada.

A la vez, estas cifras oficiales pueden también entenderse como un reconocimiento tácito de varios errores desde que asumió sus funciones el actual ocupante de la Casa Blanca, recortando presupuestos de entidades sanitarias a cargo de la vigilancia de epidemias, desmantelando equipos que sus antecesores habían consolidado al más alto nivel en materia de seguridad nacional, entre muchas otras cuestionables medidas que hoy explican la alarmante situación que se vive en varias partes de Estados Unidos: remitimos a nuestros estimables lectores a este interesante artículo publicado en febrero del 2020 en The Conversation, titulado «The Trump administration has made the US less ready for infectious disease outbreaks like coronavirus«, y cuya lectura completa también se recomienda.

Ante un panorama tan angustiante como el que se vislumbra para Estados Unidos, es muy probable que algunos Estados intenten proceder a repatriar a grupos de nacionales que se encuentran en la actualidad en suelo norteamericano viviendo parte de esta tragedia humana sin poder regresar. Es lo que intentó Costa Rica para 160 de sus nacionales (véase nota del programa radial Amelia Rueda) y que se logró materializar para 112 de ellos el pasado 17 de abril (véase nota de Elpais.cr).

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