Hablando con Sandro, un querido amigo que está promoviendo la Campaña «La salud es un derecho universal» en la República Checa, le pregunté sobre las razones de su compromiso social. Al día siguiente me respondió con este cuento, esta carta a su hija:

Hoy no pudiste soportarlo más…

Después de tantos días pasados en la casa, me miraste y me dijiste que teníamos que salir a toda costa, porque es primavera afuera, y teníamos que traer al menos un poquito de ella a nuestra casa.

Me basta una mirada para entender cuando tienes razón, y tú lo sabes perfectamente. Así, te dije que sólo saldríamos muy poco y sólo si te pondías la mascarilla. En pocos segundos estabas lista frente a la puerta, cantando y sosteniendo una bolsa donde poner la primavera.

Sin embargo, cuando llegamos al parque, vi que intentabas ocultar tu decepción, porque este año a la primavera le están faltando los niños correteando, con sus gritos y sus rodillas peladas y los globos volando. El parque estaba silencioso hoy. Pero aun así empezaste a recoger flores y ramitas, y de vez en cuando te levantabas la máscarilla, teniendo cuidado de no tocarte los ojos, como dicen en la televisión… y mientras te miraba de lejos tuve que esconderme detrás de un árbol para que no me vieras llorar.

Estaba llorando porque me preguntaste cuándo podríamos volver a salir y te dije que podríamos hacerlo pronto, pero en realidad debería haberte dicho que no lo sé y que esto me hace sentir completamente impotente. Debería haberte dicho que a veces los adultos no saben nada, aunque pretendan saberlo todo; que hay cosas de las que ni siquiera los padres pueden proteger a sus hijos. Lloraba porque entiendo que tenemos suerte, porque incluso en los momentos difíciles tenemos una casa donde refugiarnos, tenemos comida, juegos para jugar juntos… pero hay millones de padres que aman a sus hijos tanto como yo te amo a ti, pero no pueden darles nada de esto. Y me doy cuenta de lo terrible que puede ser.

En su vida papá trató de cambiar las cosas y ayudar a los demás tanto como pudo, pero tiene que ser honesto y admitir que no pudo. Junto con tantos amigos habló, organizó manifestaciones, viajó por el mundo, tuvo esperanza. Pero tu generación se enfrentará a peligros y desafíos realmente grandes y difíciles. Y todo esto no pudimos evitarlo.

A pesar de todas nuestras buenas intenciones, no pudimos.

Intentamos hacer lo mejor posible, pero a pesar de eso nos dejamos dividir, nos dejamos vencer por la tentación de adaptarnos a la situación, nos dejamos corromper por los halagos y asustar por las amenazas, tal como aquellos que criticábamos.

Queríamos un mundo diferente pero empezamos a competir entre nosotros, y a veces ese poco poder que teníamos sobre los demás nos hacía mezquinos y arrogantes. Creer que teníamos la verdad en nuestras manos, nos hizo juzgar a los demás en vez de escucharlos.

Medir los resultados nos hizo perder de vista nuestras utopías. Y lentamente, sin que nos diéramos cuenta, la resignación ha anidado en nuestros corazones.

Mientras me secaba las lágrimas, te vi volver hacia mí y sonreírme, y eso me bastó para comprender que, a pesar de todo, nada está perdido.

Cuando me preguntaste por qué tenía los ojos mojados, fingí que no era nada y te dije que me había entrado un mosquito en el ojo pero que ahora se había ido volando.

Pero por la forma en que me diste la mano en el camino de regreso, me hiciste sentir que puedes entender incluso sin saber. Y caminamos en silencio todo el camino a casa. Pero fue un silencio diferente al de cuando habíamos salido.

Mientras me agarrabas la mano me di cuenta de que seguimos aquí, y mientras estemos aquí siempre tenemos la oportunidad de cambiar, de compensar nuestros errores y de hacerlo mejor. Podemos redimir todo lo bello que hemos hecho y, con humildad, ponerlo al servicio de las nuevas generaciones. Tu pequeña mano sosteniendo la mía me hizo dar cuenta de que aún hay esperanza. Todavía tenemos mucho que enseñar y mucho que aprender. Y aunque no lo sepas, esto me lo hiciste comprender tú. Hoy.

Y así regresamos llenos de flores.

Y la primavera llegó a casa.

Esta es su historia, su poesía, sus motivaciones… Tal vez cada uno de nosotros pueda escuchar la voz interior, pueda compartir sus experiencias, sus emociones en estos tiempos de reflexión, de solidaridad, de angustia pero también de amor.

Por mi parte, pido a todos ayuda para promover la campaña La salud es un derecho universal. Por encima de las leyes del mercado y la especulación financiera. Para que todos los niños del mundo tengan derecho a una vida digna. Para que todos los seres humanos puedan descubrir lo que es verdaderamente importante y esencial en la vida.

Apoya y firma la petición

#SaluteDirittoUniversale

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