Escrito por J. Jill

El artículo del NY Times del 5 de marzo se titula, “El trabajo no remunerado de las mujeres vale $10 900 000 000 000” (G. Wezerek, K. Ghodsee) y los pensamientos giran en torno a una serie de cuestiones, una de las cuales es la ecuación por la cual valoramos las contribucionesa nuestra calidad de vida.

Parece que los múltiples ceros, muchos que se unen a uno de estos números inmedibles en los informes matemáticos, basan el valor en el trabajo realizado, incluso en el artículo del NY Times como: limpieza, preparación de comidas, cuidado de los miembros de la familia, entre otros. Y este es, de hecho, un vínculo que mantiene a muchas personas y unidades familiares funcionando, interactuando y prosperando. Aún así, en la mayoría de los círculos culturales de hoy, la presencia de mujeres ha sido casi totalmente ignorada y significativamente infravalorada.

Hace varias semanas tuve la oportunidad de unirme a una pequeña mesa redonda  con mujeres sobre eventos ambientales que se llevó a cabo en casa de una de ellas. Como octogenaria, le preocupa la falta de memoria, la movilidad, pero, sobre todo, como ella expresó, la soledad que siente al estar aislada de sus vecinos, familiares y amigos, cuyas vidas ocupadas se someten a un tiempo inflexible lejos del contacto humano. Para cuando nuestra discusión y el almuerzo habían terminado, ella tenía notablemente más interacción con el grupo, más energía y más sonrisas intercambiadas con todos. ¿Trabajo? Realmente no. ¿Valor? Con toda seguridad.

El lema de este año para el Día Internacional de la Mujer 2020 es #TodosporIgual. Y aunque su significado refleja la naturaleza del llamado crucial de este año para avanzar en un mundo con más igualdad de género, desafiaría a nuestros hermanos y hermanas a mirar más allá del paradigma tradicional de basar el valor en la producción material en tiempo y considerar las opciones que mejoran la vida en muchos sentidos.

Ya sea permitiéndonos interactuar escuchando verdaderamente y mirando a los ojos de nuestro interlocutor, deteniéndonos para felicitar a alguien “desconocido en este momento” que capta nuestra atención, o notando conscientemente nuestro entorno en tiempo real, este acto de consciencia: tomar nota, ofrecer nuestro don de presencia y apreciar visiones alternativas, de alguna manera puede rehabilitar porciones de la humanidad descuidadas y despertar a una Cenicienta en todos nosotros.


Hacer conexiones a través de la experiencia ha sido la base de la filosofía personal de J. Jill: en educación, servicio, escritura, espiritualidad y artes. Enseña italiano a tiempo parcial dentro del sistema de la Universidad Estatal de Nueva York, sigue temas de defensa de la paz y la justicia, y disfruta pasar tiempo con amigos y familiares, incluidos dos cachorros recogidos muy cariñosos.


Traducción del inglés por Nicole Mosquera