Te despiertas por la mañana y el primer pensamiento que te viene a la mente es que algo está mal y luego piensas en la cuarentena, la epidemia, las restricciones. Ves el sol que pasa por entre las persianas y quieres salir a pasear y charlar con los amigos, pero no puedes. Entonces recuerdas que tienes que inventarte el día de una manera completamente nueva. Es como si siempre fuera un día de vacaciones, un día raro de fin de semana. Puedes quedarte en la cama todo el tiempo que quieras, pero te sientes un poco culpable porque hay gente que sale a trabajar en los hospitales, supermercados y todos los lugares que tienen que permanecer abiertos o que tienen que ser vigilados para que podamos seguir adelante.

Quieres ser solidario y llevar tu ayuda afuera, pero al mismo tiempo eres consciente de que todo eso es imposible. Por suerte, un olor lánguido, cálido y fuerte se mete en las fosas nasales, te despierta un poco, se instala allí y espera. En el semi-sueño sientes que algo te está molestando, pero todavía no puedes entender si ese olor que estás oliendo es parte de tu sueño o si ya se ha marchado. El semi-sueño lucha un poco, y luego te suelta. Finalmente abres los ojos y te das cuenta de que alguien ya ha hecho café.

Recuerdas entonces todos los pequeños rituales del día que no harás: no irás al bar a tomar un capuchino, no te encontrarás con tus amigos en la plaza, no visitarás a quien vive cerca y no terminarás la noche yendo a comer a la trattoria de los camioneros.  Recuerdas luego las iniciativas que la gente de toda Italia está organizando cotidianamente para sentirse menos sola, las citas musicales, los aplausos de agradecimiento, los cantos desde las ventanas como un gran ritual colectivo para exorcizar las imágenes y los números de la pandemia que cada noche a las 18 horas son comunicados desde la sala de prensa de la Protección Civil.

Esta epidemia nos ha dejado al descubierto, nos ha privado de nuestros hábitos más simples, nos ha quitado nuestras certezas, pero también nos ha hecho descubrir una nueva emoción al reconocernos en nuestro prójimo, en nuestros vecinos, nuestros conciudadanos.

Y luego con fuerza viene la conciencia de que tienes que rebelarte contra la queja interna y desde el más profundo deseo de apoyar al mundo de una manera diferente, intangible pero sincera, tomando contacto con la mejor parte de tí y pidiendo que todo vaya bien para tí, para los que están cerca tuyo, para tus seres queridos, para el ser humano.

#Andrátuttobene (#Todo va a estar bien)