La frase del Papa Francisco de que «nos enfrentamos a una tercera guerra mundial a pedazos» inevitablemente introdujo y orientó el inusual pero estimulante enfrentamiento entre el obispo de Bolonia, Mons. Matteo Zuppi y el director de Limes, Lucio Caracciolo, que tuvo lugar el martes 11 de febrero en la Casa della Pace de La Filanda en Casalecchio di Reno, en las afueras de Bolonia. «Una lectura del desorden mundial entre la religión y la fe» fue el tema de la velada, promovida por la realidad pacifista en colaboración con el municipio de Casalecchio di Reno, en una sala repleta de gente. A partir de la expresión original del Papa Bergoglio comenzaron ambos discursos.

Lucio Caracciolo, creador de la primera y más importante revista de geopolítica italiana y atento observador de la realidad internacional, destacó cómo las palabras del Papa ponen de manifiesto la persistencia de una situación en la que los conflictos son la rutina diaria aunque no se hable de ello, donde los 69 conflictos actuales que afectan a millones de personas en muchas zonas del mundo, constituyen para millones de personas lo ordinario. «Los Estados nacieron precisamente para garantizar a las sociedades contra la violencia, las instituciones estatales, aunque sean problemáticas y no siempre funcionen de manera óptima, han permitido sin embargo gobernar las sociedades humanas -explicó Caracciolo-. Desde hace más de treinta años, los conflictos crecen en zonas donde estas realidades faltan y donde las poblaciones son más pobres. Son verdaderas ‘tierras de nadie’ donde la violencia puede expresarse al más alto nivel». De esto se deriva un estado de conflicto permanente que, como un río kárstico, resurge en los ojos de los medios de comunicación sólo en ocasión de eventos extraordinarios que permanecen en su mayoría fuera del foco de atención. «Incluso muros como el de Berlín marcaron una frontera mental más que política, pero definieron un equilibrio. Hoy en día es difícil, casi imposible dibujar uno solo. Estamos ante una especie de conflicto permanente, de baja o mediana intensidad, en el que ya no es necesario declarar la guerra, sino que se mantiene en un estado perpetuo mientras que la tecnología permite hacer la guerra incluso desde lejos, como hicieron los EE.UU. con el asesinato de Soleimani, casi como en un juego virtual a control remoto que reduce la percepción de estar en guerra, aunque en realidad lo esté».

«Hay que reconocer al Papa Francisco la importancia de haber dado valor, con esa definición, a una palabra que pone de relieve cómo la realidad de los conflictos es realmente una cuestión y que afecta a todos, en todo el mundo precisamente, una palabra que de otro modo estaría en desuso después de una época posterior a la Guerra Fría en la que, en cambio, parecía ser sintomática de una nueva visión amplia – se hizo eco el obispo Zuppi – Hoy en día la complejidad de la realidad mundial es tal que debe ser estudiada y analizada. Es una operación importante en un momento en que nos enfrentamos a tantos fragmentos en los que es difícil encontrar los vínculos». Frente a la tendencia dominante a desinteresarse de esas situaciones porque se sienten distantes y poco comprometidas, las palabras del Papa Francisco van en la dirección opuesta, para fomentar el interés y la participación de todos. Es una provocación para reavivar la conciencia de ser parte de una sola humanidad, como quedó claro para los que salieron de la carnicería de la Segunda Guerra Mundial, cuando entre las muchas realidades supranacionales se creó la ONU.  Y la observación de Monseñor Zuppi sobre la profunda crisis de esta realidad, la única supranacional que, sin embargo, se ha visto debilitada por la prevalencia de los intereses de individuos o grupos.

Reportaje fotográfico de Bruno Stefani

Si, por lo tanto, la ausencia de una visión del mundo es motivo de preocupación hoy en día, el desafío es la capacidad de ir más allá de la fragmentación y la separación que conlleva la lógica divisoria dominante. «La lógica del muro es anestesiante ante la necesidad de ir más allá de él a través del diálogo y la voluntad de construir lo que el Papa Francisco llama los puentes de la paz, continuó el neocardinal. Especialmente en un momento en que las guerras son cada vez más digitales y casi asépticas, el Papa nos llama a la responsabilidad de plantear el desafío del desarme mundial y, como en el poderoso discurso durante su visita al Japón, vino a declarar inaceptable no sólo el uso sino también la posesión de armas atómicas».

De las armas al odio el paso es corto. Tomando la sugerencia del presentador de la velada, Sergio Caserta, blogger del Daily Fact, Lucio Caracciolo reiteró cómo en la raíz de esta tendencia actual hay miedo. «El miedo es un sentimiento que no puede ser extinguido pero que debe ser manejado con la habilidad de gobernar. Lo que está sucediendo con el virus chino parece mostrar una mayor capacidad que nosotros para gobernar la emergencia, aunque con una opacidad inevitable. Además de esto, otro antídoto contra el odio es la capacidad de intrigarse por el mundo mismo, por cada uno de los otros».

Mons. Zuppi aprovechó entonces la oportunidad para explicar el significado de un reciente libro suyo sobre el tema del odio. Es la no aceptación de la diversidad lo que alimenta la violencia y la tendencia a la exclusión. La diversidad es ciertamente una riqueza, pero debe ser gestionada en una visión capaz de conectar las diferencias sin anularlas: es, señaló, una cuestión que también afecta plenamente a la Iglesia, la única institución que existe hoy en día que sigue teniendo, por su naturaleza, una visión universal. «Sin embargo, el desafío no es el de ser una esfera, es decir, un conjunto homogéneo sostenido alrededor de un único punto central, sino el del ‘poliedro’, otra definición utilizada por el Papa Bergoglio, que significa la capacidad de preservar y hacer que las diversas facetas de la realidad eclesial y los múltiples contextos sociales y geográficos que las caracterizan entren en una relación recíproca».

La del ‘poliedro’ como modalidad de convivencia cohesiva en las diferencias es una modalidad que se plantea como un reto y un compromiso también para la sociedad civil en su conjunto: un estímulo muy eficaz que puede tomarse como criterio de una habitación urbana suburbana en el intento más amplio de construir una nueva visión comunitaria de la que, en estos años connotados por la lógica del odio y la exclusión, se siente más que nunca la necesidad.


Traducido del italiano por Estefany Zaldumbide